viernes, 29 de diciembre de 2017

Mis series favoritas de 2017

30. Vergüenza (Movistar +) (N)
Juan Cavestany, uno de los principales agitadores de la comedia española de la última década, ha desembarcado en Movistar + con una serie que deshecha cualquier atisbo de sutileza. Vergüenza es una disección sin grises del “cuñao” y de la nula vergüenza propia de este arquetipo tan típicamente español y la inmensa vergüenza ajena que genera en los que lo rodean. El resultado son más de 200 minutos de hilarante bochorno.

29. The Good Place (NBC) (N)
La única sitcom que consumo hoy por hoy es The Good Place, una serie que en su segunda temporada salta el tiburón y cambia de premisa al final de cada capítulo. Un bukkake de ingenio. El cielo nunca fue más divertido. Ni nunca estuvo tan plagado de miseria humana.

28. The Marvelous Mrs. Maisel (Amazon) (N)
A finales de los años 50 una mujer aterriza, casi por accidente, en el mundo de la comedia. Sin embargo el camino hasta llegar a ser una comediante no va a resultar fácil. La nueva ficción de Amy Sherman Palladino (Gilmore Girls) está llena de encanto, frases inteligentísimas, una fascinación extraña por la clase alta cosmopolita y personajes entrañables. Vamos, lo de siempre en su universo creativo. Eso sí, esta serie no podría existir sin Rachel Brosnahan. Puro carisma.

27. GLOW (Netflix) (N)
Mientras Orange is the new black da síntomas de agotamiento, la factoría de Jenji Kohan saca su lado más juguetón en GLOW, una dramedia divertidísima sobre el mundo de la lucha femenina en los años 80. Vintage, graciosa y sí, reivindicativa, la serie acierta al mostrar a sus heroínas sin ahorrarnos sus más bochornosos defectos. Alison Brie y Betty Gilpin están inmensas.

26. Dark (Netflix) (N)
La primera serie alemana de Netflix demuestra en primer lugar, mucha sabiduría sobre la ficción audiovisual que se ha hecho en Europa en las últimas décadas (es imposible no pensar en Les Revenants al verla); y en segundo lugar, un gran respeto por la ciencia ficción y esa sub-sección fascinante de la misma que son los viajes en el tiempo. Dark no inventa nada, pero juega muy bien con elementos prestados para construir una serie que se devora, que tiene una atmósfera logradísima y que puede llegar a hipnotizar.

25. Mr. Robot (USA Network) (N)
En su segunda y polémica temporada, Mr. Robot saltó el tiburón. Liberada de las expectativas creadas en torno a ella, esta tercera entrega, kamikaze y desatada, ha funcionado gracias a su exceso narrativo y discursivo. El mundo se va a la mierda. Y no parece que nadie quiera arreglarlo de verdad. La serie de Sam Esmail es tan naif como subversiva.

24. Dear White People (Netflix) (N)
La adaptación a formato seriado de la exitosa película indie homónima de Justin Simien, entra a degüello a explorar el conflicto racial que atenaza a Estados Unidos. Desde la hipocresía blanca hasta las contradicciones de los afroamericanos. Nadie está a salvo en esta ficción cargada de cinismo. Es una obra no sólo pertinente, sino también mordaz.

23. Alias Grace (Netflix) (N)
El tándem Mary Harron – Sarah Polley lleva a cabo una modélica (y a ratos hipnótica) adaptación de la obra de Margaret Atwood. Alias Grace bucea en el machismo sistémico e histórico a través de una mujer compleja, llena de aristas. Sin el sugerente trabajo de Sarah Gadon, Alias Grace no se sostendría, ella dota a la protagonista de fragilidad y rabia, impotencia e inteligencia.

22. La Zona (Movistar +) (N)
Tras un accidente nuclear en la (irreal) estación de Nogales, se decreta una zona de exclusión. En dicho espacio crece el crimen organizado y la corrupción florece, anegándolo todo. La Zona no acaba de exprimir su estimulante espacio narrativo, pero construye personajes interesantes, una atmósfera muy conseguida y un caldo de cultivo del que pueden salir temas interesantísimos. Aún no es una gran serie, pero si cuenta con una segunda temporada podría serlo.

21. One Mississippi (Amazon) (+8)
Tig Notaro se abre completamente en One Mississippi. El mayor ejercicio de striptease emocional de la televisión actual. La serie retrata, ficcionada, su complicada vida y lo hace con mucho humor. Desde los abusos que sufrió cuando era niña hasta su cáncer. El resultado es una obra muy tierna pero también muy mordaz. En esta temporada Notaro muestra los vomitivos abusos (machistas) de poder de un jefe guay… y pajillero. Era Louis C.K. Notaro no se corta. Y hay que agradecérselo mucho.

20. Gomorra (Sky Italia) (-5)
A estas alturas caben pocas dudas sobre la posición de Gomorra en el olimpo del audiovisual sobre la mafia. Tensa, oscura, zafia, realista y entretenidísima. Gomorra recrea los espacios ocupados por la mafia, las complejas dinámicas de poder que tienen lugar en su seno y la violencia que generan. Es una serie estimulante. Siempre.

19. Herrens Veje (DK) (N)
Adam Price, la mente detrás de Borgen, una de las series capitales de la última década, regresa a la televisión danesa con un drama religioso, como si el mismísimo Dreyer hubiera resucitado. La primera temporada de Algo en que creer aún no ha finalizado, pero su originalidad y profundidad hacen de ella una de las series más importantes del año. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Un análisis extraordinario de lo divino y, sobre todo, de lo humano.

18. Mindhunter (Netflix) (N)
El gran maestro del thriller audiovisual de las últimas dos décadas, David Fincher, emprende en Mindhunter una deconstrucción del género. Huyendo de la estrategia básica de “una obra, un caso”, esta serie propone una brillante reflexión sobre los asesinos en serie y sobre las formas de analizarlos y contenerlos. Desde el más inmenso respeto a los clásicos noventeros del género (de El silencio de los corderos a Seven), Mindhunter teje una madeja de crimen, pulsiones insanas y trampas psicológicas en la que los protagonistas y los espectadores caemos irremediablemente. Podemos estar ante una obra audiovisual importante.

17. Manhunt Unabomber (Discovery Channel) (N)
Lo mejor que se puede decir de Manhunt es que es como su protagonista: metódica. Una caza del criminal perfectamente planteada, bien escrita, dirigida e interpretada. Más allá de lo entretenida que es, este relato sobre la persecución de Unabomber, uno de los terroristas más famosos de las últimas décadas, destaca por su reflexión sobre lo importante que es el lenguaje. A menudo pensamos que lo más maravilloso que tenemos los seres humanos son nuestros sentimientos, pero en realidad lo que nos ha permitido evolucionar ha sido nuestra capacidad de comunicarnos usando el lenguaje, desde sus elementos más sencillos hasta los más complejos. Manhunt Unabomber es, en última instancia, una apología de la importancia del lenguaje.

16. Rick and Morty (Adult Swim) (N)
La serie de ficción de Dan Harmon y Justin Roiland sigue siendo uno de los ejercicios de metatelevisión y exploración de narrativas más estimulantes y atrevidos de la actualidad. Divertidísima y ácida, por no decir directamente corrosiva. Rick and Morty está plagada de personajes despreciables y preñada de tramas imposibles. Entre risas nos escupe las miserias de nuestras actuales sociedades. Esta serie ha hecho del high-concept su retrete.

15. Big Little Lies (HBO) (N)
Pocas series han despertado este año el entusiasmo que generó Big Little Lies. Millones de personas en todo el mundo se engancharon a este whodunit peculiar. Alguien ha muerto, alguien lo ha matado. Pero lo importante son las bondades y contradicciones de un grupo de señoras bien. Big Little Lies tiene el mérito de ser tan entretenida y adictiva como su premisa promete. Si bien es cierto que el excelente reparto de esta serie resultaría fascinante hasta en una lectura dramatizada del guion de Waterworld. Mujeres rabiosamente empoderadas y unidas. Sí, señoras.

14. Halt and catch fire (AMC) (+6)
La última temporada de Halt and catch fire es un regalo para los fans acérrimos de una serie que siempre fue minoritaria, pero que cuenta con las alabanzas de la seriefilia. Alejándose de la exploración de nuevos conflictos, prefirió apostarlo todo a sus personajes. La decisión resultó exitosa porque durante las temporadas anteriores habían construido cuatro protagonistas sensacionales. El final de Halt and catch fire ha sido sensible, sentido y emocionante. Imposible no disfrutarlo.

13. The Good Fight (CBS All Access) (N)
Tras esa obra mayúscula de la última década televisiva que fue el drama judicial The Good Wife, Michelle y Robert King se tomaron un juguetón respiro con la mordaz BrainDead, para finalmente volver al universo narrativo de TGW con The Good Fight, otra mirada a la corrupción de Chicago y a la podredumbre existente en los ámbitos legales, a través de los ojos de tres mujeres en diferentes situaciones vitales. Los King controlan perfectamente los resortes narrativos y el ecosistema que retratan. Por eso The Good Fight es otro triunfo. ¡Larga vida a los King!

12. Girls (HBO) (+9)
Lena Dunham ha escupido las miserias de toda una generación, la suya y la mía, a lo largo de las seis temporadas de Girls, una obra capital de la cultura millenial. Llegados al final no queda más que aplaudir la osadía de algunos capítulos y tramas y agradecer la construcción agria e inconformista que hace de sus personajes. Girls es una serie que supura.

11. Better Things (FX) (N)
Pamela Adlon retrata en Better Things las miserias y grandezas de la vida de una mujer madura. Que sea mujer y que está en la madurez de su vida son las claves de esta serie, sincera, inteligente y entrañable. Adlon no se anda con bromas, en su obra lo muestra todo y entra a degüello a analizar la maternidad, los conflictos generacionales, las miserias sentimentales y, especialmente, la felicidad cotidiana. Las pequeñas cosas, las mejores cosas.

10. Master of None (Netflix) (N)
La primera temporada de Master of None tenía capítulos sensacionales, sin embargo carecía de cohesión. En cambio esta segunda entrega ha funcionado como una unidad narrativa, una preciosa aproximación a lo que implica amar (o intentarlo) en el S.XXI. Mordaz, sensible, ingeniosa y llena de maravillosas referencias. Aziz Ansari sabe lo que hace y es uno de los autores más interesantes del panorama televisivo actual. ¡Viva Italia!

9. Game of Thrones (HBO) (-8)
El mayor fenómeno cultural de la década de los 10 ha emprendido su final con una primera parte de temporada atropellada. Cuando Game of Thrones es buena apabulla. Pero a esta temporada se le han notado las costuras. Benioff y Weiss parecen haber llegado exhaustos al final y sólo quieren cerrar su obra magna. A diferencia de todas las temporadas anteriores, en ésta han primado los giros de guion a los personajes, quemar trama a las conversaciones inteligentes. He disfrutado como un enano, otro año más, pero no puedo obviar los defectos de una temporada brutalmente irregular. Y a pesar de eso, sigue siendo La Serie.

8. Veep (HBO) (-)
El año en el que la presidencia de Estados Unidos pasó a estar ocupada por un multimillonario enloquecido que juguetea con la extrema derecha, Veep, la sátira política más brillante de las últimas décadas vio en la realidad a su mayor rival. Sin embargo, Selina Mayer nunca decepciona y si Trump es un personaje absurdo, ella no lo iba a ser menos, ahora que se encuentra en los márgenes del poder. Aunque los late night americanos, sustentados sobre la ingente carroña de la Administración Trump le andan a la zaga, Veep sigue siendo la comedia más inteligente y con más mala hostia de la televisión.

7. Twin Peaks. The Return (Showtime) (N)
La relevancia de Twin Peaks para la historia de la televisión está fuera de toda duda. Adelantada a su tiempo, marcó la senda que seguirían las series que abrirían la 3ª edad de oro de la ficción televisiva. 20 años después, el tándem David Lynch – Mark Frost, regresó a la televisión para sacudir de nuevo el tablero televisivo. Si en los 90 demostraron que se podía hacer gran audiovisual en la televisión, reclamando un nuevo modelo televisivo, ahora han parido la más kamikaze obra de autor perpetrada en la televisión. Twin Peaks. The Return, lleva hasta las últimas consecuencias lo apuntada en el último capítulo de Twin Peaks. Es una pesadilla fascinante, críptica y, deliberadamente, esquiva. El mal está en todas partes pero la esperanza también.

6. Feud: Bette and Joan (FX) (N)
La enésima antología de la factoría Murphy vuelve a demostrar que a este hombre no se le acaban las buenas ideas. Pero Feud 1, la historia de enemistad entre Bette Davis y Joan Crawford, es más que una buena idea. Es una obra perfectamente ejecutada, escrita con mordacidad, pero también con cariño y respeto. Una carta de amor al cine y a las mujeres que lo hacen posible. Una obra militantemente feminista.

5. BoJack Horseman (Netflix) (-)
La cuarta temporada de BoJack Horseman, la serie animada humanística (concepto), analiza mordazmente el trumpismo, el matrimonio, la asexualidad, la paternidad o la depresión, entre otros muchos temas. Es a la vez graciosa y desoladora, mordaz y sensible. La vida duele, da igual que animal seas.

4. The Crown (Netflix) (-1)
Peter Morgan no tenía fácil lograr que la segunda temporada de The Crown resultara tan fascinante como la primera. Principalmente porque la década política que cubre, 1950, no fue especialmente fascinante en el Reino Unido. Marcó, en realidad, el comienzo del declive del país, tanto a nivel interno como, sobre todo, externo. Ni Eden ni Macmillan son Churchill. Siendo consciente de ello, situó los sentimientos y deseos del triángulo protagonista (Isabel II, su esposo y su hermana) en el centro de la ficción. Y triunfó. A destacar los capítulos 4 (el de Margarita), 6 (el del crítico) y 8 (el de Jackie Kennedy. Claire Foy no es de este mundo, su Isabel II es una de las grandes interpretaciones de nuestro tiempo.

3. The Deuce (HBO) (N)
La sexta ficción de David Simon explora territorio conocido: la ciudad y las derivas de los procesos de transformación y ocupación del espacio urbano; y profundiza en territorios que sólo había rozado Simon hasta ahora: el empoderamiento femenino. Sí, el ex – periodista de Baltimore lo ha vuelto a hacer. Siempre certero (no como El Roto, certero de verdad). Una de las mentes más clarividentes provenientes de la cultura de masas.

2. The Handmaid’s Tale (Hulu) (N)
Segunda mención a Margaret Atwood en esta lista es gracias a la impecable y absorbente adaptación de una de sus novelas más icónicas, The Handmaid’s Tale. Una distopía que narra cómo se ha establecido una pseudo-teocracia en Estados Unidos, que lamina todos los derechos de las mujeres y defenestra a todo opositor. En esta pesadilla sociopolítica, las mujeres fértiles tienen que servir de incubadoras de los hijos de las mujeres infértiles de los cargos del nuevo régimen. The Handmaid’s Tale da mucho miedo. A menudo, incluso, te obliga a apartar la mirada, porque lo que narra es tan vomitivo y desolador que te interpele directamente como espectador-ciudadano. No dejes que esto suceda. Nunca.


1. The Leftovers (HBO) (N)

Y al final el gran viaje emocional de The Leftovers, la distopía a la vuelta de la esquina de Damon Lindelof, era el de Nora Durst. Para la historia queda ya el cuento (¿la verdad?) que Nora, a punto de derrumbarse, le cuenta a Kevin. A lo largo de tres impresionantes y arriesgadas temporadas, The Leftovers ha construido una panorámica del sufrimiento y sí, el amor, lo que conlleva amar y ser amado. Una obra magna del audiovisual del S.XXI.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Arquitectura emocional



COLUMBUS de Kogonada


El arquitecto Mathias Goeritz formuló en 1953, el Manifiesto de la Arquitectura Emocional, comprimiendo brevemente el discurso sobre el que se sostenía el Museo ECO de la Ciudad de México. En dicho manifiesto, Goeritz defendía que "el arte en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo". Casi 65 años después, el artista Kogonada, respetado por sus montajes audiovisuales, que reflexionan sobre algunas de las claves del arte cinematográfico, debuta en el largometraje y en la ficción con un manifiesto audiovisual que viene a secundar los postulados de Goeritz. Para Kogonada la arquitectura debe ser capaz ya no sólo de reflejar el espíritu de una época, si no también debe contribuir a generar, por sí misma, sentimientos, liberándose del tiempo en el que fue pensada o construida, para pegarse al tiempo en el que es usada y, sí, sentida. 

Columbus, Indiana, es una ciudad pequeña (no llega a los 50.000 habitantes) que sin embargo alberga una amplia colección de edificaciones que suponen un riquísimo muestrario de la arquitectura americana del último siglo. Ello hace que Columbus sea un caso de estudio particularmente estimulante para urbanistas, arquitectos y artistas. Kogonada, construye su análisis arquitectónico-emocional, a través de la historia de dos personajes que se encuentran y reconocen el uno en el otro, una chica brillante que se niega a ir a la universidad porque no quiere abandonar a su inestable madre, y un hombre que se aproxima a la cuarentena que acude a la ciudad porque su padre, un reputado arquitecto, se encuentra ingresado en un hospital de la misma. Estas dos historias se cruzan y fusionan, con los diversos edificios y espacios públicos de Columbus como escenario y, en última instancia, como tercer personaje protagonista. Así, la arquitectura funciona en Columbus como catalizador de emociones, pero también como productor de sentimientos y facilitador de catarsis emocionales. Para Kogonada la arquitectura no sólo es emocional si no también curativa. A través de su contemplación y ocupación, los personajes son capaces de gestionar su dolor y seguir adelante. Columbus es una hermosa carta de amor a la arquitectura como arte. Una defensa radical de su poder y de la necesidad de pensar en los sentimientos que produce en las personas que le van a dar uso y no sólo en su funcionalidad. Precisamente Goeritz aseveraba en su manifiesto que "el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto “funcionalismo”, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna". Ponía así el acento en denunciar el movimiento funcionalista que había pasado a dominar la arquitectura a comienzos del S.XX. En Columbus, Kogonada no es tan explícito, pero su defensa de la arquitectura como catarsis emocional deja poco lugar a dudas a la hora de afirmar que se adscribe a las tesis de Goeritz. 



La ópera prima de Kogonada reivindica, a través de su análisis de las posibilidades que ofrece la arquitectura para entender la psicología humana, la importancia de comunicarse, la relevancia del espacio público a la hora de entablar relaciones personales entre nosotros. Gracias a los maravillosos espacios de Columbus, esta mujer y este hombre, ambos dolidos por las complicadas relaciones que mantienen con sus padres, son capaces de verse reflejados en el otro, conversar y vomitar sus frustraciones al cielo libre de una ciudad extraordinaria. Kogonada filma una película que transpira humanismo y un fascinante amor por el arte arquitectónico. Plagada de diálogos inteligentes, personajes construidos con sumo cuidado y cariño y una puesta en escena delicada y hermosa, que muestra en toda su grandeza los espacios que retrata, Columbus es una pequeña obra de culto en potencia.