miércoles, 13 de enero de 2016

Premios con personalidad y premios sin ella


Mañana a las 14.30 (en la España peninsular) Ang Lee, Guillermo del Toro y John Krasinski anunciarán los nominados a los Oscar de este año. Llegamos así al momento clave de la carrera de premios (incluso más que la propia gala). Una semana antes, el jueves pasado, se anunciaron las nominaciones a los BAFTA, los premios que concede la Academia Británica de Cine y Televisión a las mejores obras cinematográficas universales estrenadas en Reino Unido a lo largo del año.  Dichas nominaciones vienen a suponer la consolidación de una tendencia que se venía observando en los últimos años. Los BAFTA han dejado de ser ese gran escaparate en el que el mejor cine británico se situaba al lado del mejor cine estadounidense (y que de vez en cuando visibilizaba al cine de autor y/o de habla no inglesa). En la actualidad, colocan a sus propios films en puestos menores, hermanos pequeños del cine de Hollywood. Ni una sola de las 5 películas nominadas al premio a mejor película del año es británica. Todas son estadounidenses. Películas americanas sobre americanos. En una enfermiza obsesión por jugar a adivinar los Oscar, los BAFTA han terminado por perder toda personalidad y lo que es peor, han terminado por menospreciar a su propio cine.  El país que presume de tener los mejores actores del mundo, la gran cuna del teatro moderno, la cinematografía más potente del planeta tras la estadounidense (en cuanto a calidad e influencia), tiene unos premios que ignoran todo ello. De los 20 actores nominados en las 4 categorías interpretativas sólo 3 son intérpretes británicos en películas británicas: Maggie Smith en The Lady in the van, Julie Walters por Brooklyn (que en realidad es un film más irlandés que británico) y Eddie Redmayne en The Danish Girl. La situación es tan absurda que los PGA, los premios que entregan los productores estadounidenses, han incluido en su top10 a dos films británicos: Ex Machina y Brooklyn: 2/10 frente a 0/5 en los BAFTA. Esta situación no se debe a que el cine británico haya perdido calidad, sino a que sus máximos galardones se han diluido en el océano de premios. Si uno observa la terna de nominadas a mejor película británica del año en los BAFTA, descubrirá que en ella figura alguna de las películas más estimulantes del 2015 (la ninguneadísima 45 years, la rabiosamente autoral The Lobster, el sensacional documental Amy). 


Justamente el camino inverso a los BAFTA han seguido los Golden Globes. Los premios que entrega la Asociación de prensa extranjera en Hollywood (HFPA) han desistido de la ardua labor de predecir qué films triunfarán en los Oscar. Si coinciden (Argo, The Artist...) bien y sino (Boyhood), también. En su última edición, celebrada el pasado domingo, encumbraron a The Revenant (película dramática, director y actor en drama), Steve Jobs (guion y actriz de reparto) y The Martian (película cómica y actor en comedia). Mientras que la gran favorita al Oscar, Spotlight, y la que para muchos se ha convertido en su principal rival, The Big Short, se fueron de vacío. Al igual que Carol, que cada vez pierde más fuelle en la lucha por los Oscar y que en teoría es una película que debería gustar en la HPFA. Precisamente, frente a los BAFTA, los Golden Globes han apostado por premiar lo que les gusta, reivindicar su personalidad. Pueden gustar más o menos, pero los Golden Globes tienen un estilo propio y siempre nos reportan sorpresas (unas más agradables que otras). A los GG les gustan las estrellas, y por lo tanto el cine comercial, de ahí la victoria de Avatar frente a The Hurt Locker, o alguna nominación sonrojante con la que nos hacen disfrutar de vez en cuando (hola The Tourist). Pero no es menos cierto que también premian un cine más arriesgado y de autor que los Oscar. Las victorias de Brokeback Mountain o The Social Network, derrotadas en los premios de la Academia por Crash y The King’s Speech, dan buena cuenta de ello. Este año frente a Spotlight, que es una película bastante clásica, aunque trate un tema controvertido, han decidido premiar a The Revenant, que salvo sorpresa mayúscula es una película que difícilmente se impondrá en los Oscar. Un film concebido como una experiencia (de supervivencia para el protagonista, visual para el espectador). Que hagamos bromas con los Golden Globes, no debería impedirnos valorar en primer lugar, que tienen personalidad, y en segundo que a veces tienen muy buen gusto.