miércoles, 9 de diciembre de 2015

No podemos abrirnos a los demás

THE LEFTOVERS - Segunda temporada


Spoilers de toda la segunda temporada de The Leftovers

Muchas obras audiovisuales han reflexionado en los últimos años sobre la incomunicación y la soledad urbanas. De la Her de Spike Jonze a la Louie de Louis C.K. Son dos de los grandes dramas vitales que padece la ciudadanía de las sociedades occidentales actuales. Pero hay algo peor que no tener a nadie con el que compartir tus sentimientos: ser incapaz de hacerlo con las personas que te importan. The Leftovers hace hincapié en el dolor que sentimos (o nos auto-infringimos) al no ser capaces de compartir nuestro dolor con los que nos aman. Antes de la desaparición del 2% de la población mundial el matrimonio Garvey ya estaba viniéndose abajo. Básicamente porque no eran capaces de explicarle al otro lo que sentían. La frustración y el dolor que los estaba destrozando por dentro. La incapacidad de comunicarnos es un cáncer del alma que nos carcome lenta e inexorablemente. La insatisfacción compartida es menos insatisfacción.

El miedo a perder todo control sobre su propia vida, Kevin (Justin Theroux, pura entrega) lo entierra en lo más hondo de su alma. Su incipiente locura, la incapacidad de deshacerse de Patti (Ann Dowd, vaya monstruo interpretativo), ese fantasma del pasado que le recuerda todos sus errores y heridas, la sobrelleva sin decirle nada a nadie. Luchando porque nadie se entere de que está a punto de despeñarse, porque sabe (o cree) que nadie le entenderá. Cuando le confiesa a Nora (Carrie Coon, siempre un placer), desesperado, que Patti sigue estando allí, a su lado, estalla. Ya sin esa barrera incomunicativa auto-protectora, se abre a Laurie (Amy Brenneman, siempre misteriosa) cómo nunca se había abierto cuando estaban juntos. Y entonces, definitivamente derrotado, se inmola. Durante su estancia en el reino de los muertos (el hipnótico International Assassin, 2x08), mata a las diferentes Pattis que tenía en su interior. Exorciza sus propios miedos. Y renace. El Kevin resucitado, en cambio, es un libro abierto. Es más sincero de lo que nunca ha sido. Y más libre. Nosotros somos nuestra peor cárcel.


El tema de la incomunicación personal está en las entrañas mismas del relato de The Leftovers. Al fin y al cabo uno de sus elementos centrales y quizás el más perturbador es la existencia de una secta que no usa la oralidad para comunicarse, sino que sólo lo hace a través del lenguaje escrito y el no verbal. Patti, Laurie, Meg (Liv Tyler nunca ha estado mejor) y Eve son las cuatro personas que nos han metido de lleno a lo largo de estas dos temporadas en ese mundo. Las cuatro acabaron sin palabras, pero con pitillos en la boca, porque no podían escapar de su dolor ni transmitirlo. No podían encontrar a alguien que las ayudara. Bucear aún más en la personalidad de Patti nos ha ayudado a entenderla mejor. A entender por qué. Por qué tanto odio. Tanta rabia. Lo mismo se puede decir de Meg, que se apoderó de Ten Thirteen (2x09) y nos llevó, de la mano, pero casi a la fuerza, hacia la unión de los diversos caminos del relato. Quizás los motivos de Eve sean los que no nos han quedado claros. Los podemos suponer. La soledad que produce vivir en un hogar roto, bajo un padre violento y una madre con miedo.

Precisamente esa madre, Erika (Regina King, una de las mejores actrices de la TV actual) ha sido el gran epicentro emocional de esta segunda temporada de la serie de Damon Lindelof. Y los últimos 20 minutos de Lens (2x06) son, en mi opinión, los más crudos y devastadores de la temporada y, quizás, del año televisivo (empatados con la llamada de Don a Peggy en la series finale de Mad Men). Tras contener todo su sufrimiento a lo largo de la temporada (y a lo largo de los últimos años de su vida), Erika explota cuando están a punto de sacrificar a una cabra para pedir al ente divino que les devuelva a su hija desaparecida. En cierta forma, The Leftovers funciona así. El mundo en el que vivimos funciona así. No somos nada más que bombas de relojería a punto de explotar. Cuerpos cargados de dinamita que esperan, callados, invisibles, hasta que no aguantan más y estallan. Tras enfrentarse contra todo el pueblo, Erika libra una batalla final contra Nora, en la que las dos se abren de par en par (y a la fuerza) hasta intercambiarse (o vomitarse) todo su dolor. Todos los momentos miserables que las han llevado hasta ahí. Quizás sea el enfrentamiento más cruel de la televisión de este año. Este acto brutalmente comunicativo entre ambas las destroza, sí, pero también funciona de catarsis para ambas. Cada vez que los personajes de The Leftovers se abren a los demás, acaban aplastados, pero acto seguido comienzan a levantarse. El último capítulo, I live here now (2x10), es una oda a la comunicación, una invitación a entendernos, a personarnos, a recordar nuestras cicatrices, pero sin guardárnoslas para nosotros mismos. Hay personas a las que les resulta fácil abrirse a los demás. Yo no soy una de esas personas. Tampoco los personajes de The Leftovers lo son. Pero lo estamos intentando. Vivimos aquí ahora. En este mundo cada vez más aséptico, vacío, banal: artificial. Confiemos en las personas que nos quieren.


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