domingo, 22 de noviembre de 2015

Te amo sin conocerte


En este artículo se habla abiertamente de la premisa de la serie (la cual se descubre en los últimos minutos de su primer capítulo, si no quieres conocer ningún detalle, no sigas leyendo.



Hace dos semanas, BBC, estrenó London Spy, un drama de espías protagonizado por Ben Whishaw, y con actores de la talla de Jim Broadbent o Charlotte Rampling en el reparto. La serie está formada por cinco capítulos escritos por Tom Rob Smith y dirigidos por Jakob Verbruggen (The Fall). La mera descripción de su género como "drama de espías" es ya de por si una novedad, puesto que las historias sobre el mundo del espionaje son en su aplastante mayoría thrillers (o comedias y películas de acción). Sin embargo, London Spy es, sobre todo, un drama íntimo, un relato triste y delicado sobre un hombre que se enamora de otro hombre y cómo de repente éste desaparece. Mientras que las grandes obras sobre espías han estado protagonizadas siempre por ellos (de The Spy Who Came In From the Cold a Tinker, Tailor, Soldier, Spy), London Spy hace que el relato gire en torno a un pobre hombre, Ben Whishaw, que se enamora de un espía y termina siendo arrastrado a una conspiración que se escapa completamente de su conocimiento y control. El hombre normal nadando por las corrientes del poder. Intentando mantenerse a flote mientras busca, desesperadamente, la verdad. London Spy es a la vez un thriller de espías conspiranoico y un drama romántico. Una dolorosa, críptica y trágica historia de amor kafkiana

¿Podemos amar a alguien sin realmente conocer cómo es su vida? London Spy nos dice que sí. Que podemos amar incluso aunque todo lo que sepamos de una persona sea mentira. Básicamente porque lo importante es verdad: lo más hondo de su interior, eso que sale a la luz únicamente en la más profunda intimidad. Así Danny (Whishaw, un actor que desborda emoción) no sabe que Alex/Alistor (Edward Holcroft) era un espía del MI5, que sus padres estaban vivos o que estaba metido en un gran problema. Pero sí sabe quién es. Lo conoce sin conocerlo, porque en sus 8 meses de relación fue capaz de leer su interior. Porque cuando hacían el amor era capaz de ver sus inseguridades, sus miedos y sus deseos. Por eso cuando descubre el ático infernal en la casa de su novio sabe que es mentira. Que todo lo que allí hay es mentira. Un fake. Una farsa. A partir de ese momento todo Reino Unido intentará convencerlo de quién era el hombre del que estaba enamorado, sin embargo él se mantendrá fiel a su verdad, construida en base a los momentos que compartieron juntos, a la confianza e intimidad que entre ambos crearon. 

Así, lo que permite que el protagonista siga en pie en esta delirante conspiración plagada de mentiras y secretos, son sus emociones. Danny no desentrañará el misterio sobre qué le pasó a su novio tirando de experiencia e inteligencia profesional, básicamente porque él no es un espía. Sino que lo hará a través del amor y de su inteligencia emocional. Danny está en las antípodas de la Carrie Mathison de Homeland. Y London Spy no podría ser más diferente a Zero Dark Thirty. Llevamos vistos sólo dos capítulos, pero London Spy puede ser una obra fabulosa e innovadora, en un género con unas reglas muy marcadas. Más allá de la fascinante conspiración, la serie habla con cariño y sensibilidad de temas tan importantes como la soledad, la incomunicación o la identidad, ya sea a través de la trama central o por medio del personaje de Jim Broadbent, el único amigo que le queda a Danny en el mundo. Pero sobre todo, la serie habla de lo que significa amar a una persona, del compromiso que ello conlleva. En tiempos tan caóticos en los que vivimos, es necesario seguir reflexionando sobre el amor.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿El equilibrio es imposible?

THE LEFTOVERS / THE AFFAIR


Spoilers hasta el 2x06 de The Leftovers y The Affair



Si en el cambio de siglo el cine hablaba de personas perdidas en sí mismas, sin rumbo, despegadas de la realidad, que se sentían extrañas en su propio cuerpo y en su propia vida; el cine, pero sobre todo la televisión, actuales hablan de personas que no son capaces de encontrar el equilibrio. No es tanto que ya no sepamos quiénes somos y qué queremos, sino que no somos capaces de ser nosotros mismos y de ser felices. De estar en equilibrio con nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Sufrimos porque hagamos lo que hagamos, terminamos siempre desequilibrados, insatisfechos y frustrados. Quizás las dos mejores series de este otoño, The Leftovers y The Affair, exploran estas cuestiones de forma precisa y dolorosa.

Al final de la primera temporada de The Leftovers, Nora (una inmesa Carrie Coon) y Kevin (un sufrido Justin Theroux) se encontraban a un bebé a las puertas de su casa. Ese bebé, en forma de regalo divino, parecía que traería el equilibrio a sus vidas. Craso error. La pareja emprende una huida hacia adelante, buscando construir su nuevo hogar en el único pueblo dónde nadie desapareció el tenebroso día en que el 2% de la población mundial se esfumó, dejando al 98% restante en la Tierra, paralizados, convertidos en restos de un castigo/bendición divina. Sin embargo, tanto el pueblo como ellos no son nada más que apariencia de estabilidad. Miracle es una cárcel y sus cuerpos, otra. Los personajes de The Leftovers están atenazados por el peso de la culpa. Kevin por asesinar a Patti. Nora por la desaparición de su familia. Erika (Regina King, impresionante) por querer abandonar a su marido y por estar convencida de que eso provocó que su hija se esfumara. John (Kevin Carroll da miedo) por transformar su frustración en ira, en destrucción.

Ninguno de ellos es capaz de equilibrarse, todos están rotos. Son un gran agujero negro que absorbe, a su paso, todo lo bueno. En su constante lucha por lograr el equilibrio, lo simulan en un infinito juego de apariencias. Ser un buen vecino, ser una pieza importante de la comunidad, amar a las personas que te rodean. Pero al final todos ellos acaban estallando de una u otra forma. Los prodigiosos últimos 20 minutos del 2x06, dan buena muestra de ello. Erika, que ha arrastrado durante un largo día todo su dolor, estalla en la reunión de recaudación de fondos para encontrar a su hija. Después, en una de las mejores secuencias televisivas del 2015, ella y Nora se destrozan mutuamente transfiriéndole la una a la otra su miedo. Nos mataremos en la caída. Intentando desnudar a Erika, Nora termina por abrirse de par en par, por dejar salir todo su dolor y eso la rompe. La frustración empuja a ambas a la ira (consigo mismas y con la otra) y al sufrimiento. No hay compasión en esa secuencia, por eso es tan terrible. No se entienden la una a la otra porque no se entienden a sí mismas. No podemos estar en equilibrio con los demás cuando no podemos estar en equilibrio con nosotros mismos. Cuando vuelve a casa, hecha añicos, la confesión de Kevin (no puedo dejar de ver a Patti, no puedo evitar que Patti se apodere de mi vida) termina por destrozar cualquier sueño de equilibrio en Nora. Esa pedrada que le lanza Erika a su ventana es la metáfora final perfecta. La burbuja se ha roto.


A lo largo de la primera mitad de la segunda temporada de The Affair, también asistimos a la explosión de la burbuja de Alison (Ruth Wilson transmite como muy pocas actrices lo hacen). Su affair con Noah (Dominic West clava la dinámica atracción/repulsión) funcionaba como una burbuja que la separaba de su vida. De la muerte de su hijo, de la crisis de su matrimonio, de la soledad y la culpa en la que estaba sumida. Noah era un soplo de aire fresco. Irse con él y escapar de Montauk podría suponer comenzar una nueva vida. Sin embargo, no ha sido así. Ni Noah ni un nuevo espacio vital le han traído el equilibrio que anhelaba. Al contrario, Alison está más atrapada que nunca entre lo que desea (Noah y sus constantes altibajos) y lo que necesita (estabilidad). Si en el cambio de siglo no sabíamos lo que queríamos ahora no somos conscientes de conciliar lo que deseamos con lo que nos conviene. Hay una ruptura insalvable entre ambas dimensiones. De ahí surge nuestro desequilibrio.

Alison jamás podrá estar en equilibrio con Noah porque Noah, como bien apunta Helen (Maura Tierney está dando un recital esta temporada), vuelca en la persona que tiene a su lado toda la frustración que lo lastra. Hay personas así en el mundo. Personas que te chupan la vida sin darse cuenta. Que vomitan todas sus inseguridades en las personas a las que aman, hasta agotarlas. Si Alison es más autodestructiva, Noah es destructivo. Esto se ha visto a lo largo de toda la temporada, pero sobre todo en el final del 2x06. Cuando Noah saca a Alison de su clase y la arrastra monte arriba hasta estrellarla en un árbol y follarla (no hay amor ahí). Quizás ella no se esté dando cuenta, o quizás sí, pero es una situación de violencia terrible. Eso no es amor, eso es posesión. Te necesito, porque necesito que alguien cargue con mis problemas. Y entonces la burbuja de Alison salta en mil pedazos. Noah nunca fue la solución, sólo es una prolongación del problema. La secuencia es tan incómoda porque, además, está contada desde el punto de vista de él. Desde su propio punto de vista se ha convertido en un hombre que sólo es capaz de colonizar a las mujeres de su vida (antes Helen, ahora Alison), hasta reducirlas a personajes de la misma. Personajes de su gran novela vital. Por eso Noah es, quizás, el personaje más terrible de la televisión actual y también el más desequilibrado, jamás encontrará el equilibrio porque para él, conseguir equilibrarse consiste en demolerlo todo. Y en las dinámicas de destrucción no hay equilibrio posible.


¿Para qué? ¿Para qué? Si cada vez que vienes me convences, me abrazas y me hablas de los dos. Y yo siento que no voy, que el equilibrio es imposible cuando vienes y me hablas de nosotros dos. No te diré que no, yo te sigo porque creo que en el fondo hay algo. (…) Confía en mí nunca has soñado poder gritar y te enfureces, es horrible el miedo incontenible. Entonces ven, dame un abrazo no te conozco cuando dices qué felices, qué caras más tristes, qué caras más tristes, qué caras más tristes… (Los Piratas, El equilibrio es imposible).