martes, 29 de septiembre de 2015

América Latina: 10 años peleando por el lugar que se merece en los Oscar


En el último Festival de Venezia, la venezolana Desde Allá ganó el León de Oro y el argentino Pablo Trapero logro el León de Plata al mejor director por El clan. Antes, a comienzos de año, la chilena El club se había alzado con el Gran Premio del Jurado y la también chilena El botón de nácar con el premio a mejor guion en el Festival de Berlín. Entre medias, el mexicano Michel Franco logró, también, el premio al mejor guion con Chronic, una coproducción entre USA y México. 2015 ha sido, por lo tanto, un gran año para el cine latinoamericano. Un año que ha coronado un excelente lustro en el que su presencia y relevancia en el panorama internacional ha ido en aumento. Desde El secreto de sus ojos a Relatos Salvajes, desde Después de Lucía a Gloria. Dicho salto del cine latinoamericano ha fructificado en 6 nominaciones al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la última década, frente a las 0 conseguidas por el cine español. Poniendo estos datos en perspectiva, cabe señalar que España a lo largo de la historia de este galardón ha optado al mismo en 19 ocasiones y los países latinoamericanos en 22 (8 México, 7 Argentina, 4 Brasil, 1 Cuba, 1 Chile, 1 Perú). Frente a las 4 victorias conseguidas por España, América Latina sólo suma 2, ambas argentinas, la de la sensacional La historia oficial en los 80 y la de El secreto de sus ojos en 2009 (la gala se celebró en 2010). Este año sus mejores bazas para colarse en los Oscar parecen, a priori, la chilena El club y, sobre todo, la argentina El clan, sin embargo no podemos descartar que alguna otra cinta latina pase el corte inicial de la categoría. El cine latino vive un momento apasionante.

Si cuando hablamos del cine español, decíamos que sus problemas en los últimos años eran el aumento de países que presentan candidatas, la ausencia en los tres grandes festivales europeos y el calendario, para hablar del cine latinoamericano podemos emplear los tres argumentos, pero a la inversa. En Latinoamérica se está produciendo más cine, desde más países y con mayores presupuestos. Se han consagrado definitivamente sus mejores autores (ahí están los mexicanos dominando Hollywood o Campanella trabajando en la tv yankee o Trapero a punto de dar el salto a LA) y se han encumbrado nuevos cineastas de gran prestigio internacional (Michel Franco, Pablo Larraín…). Como consecuencia de ello, en casi todas las últimas ediciones de los festivales de Cannes, Berlín y Venezia ha habido cineastas latinoamericanos. Mientras, el cine español ha estado ausente, colando alguna película fuera de competición o en secciones paralelas a la oficial. Viviendo, básicamente, de Donostia. Frente a esa dependencia de nuestro festival de clase A, principal escaparate de nuestro cine, el latino no ha dependido, en absoluto, de su único festival de clase A, el argentino Mar del Plata. Por ejemplo, este año ha habido films de cineastas latinos en la sección oficial de Berlín (3), Cannes (1), Venezia (2), Donostia (1) y Locarno (1). Y en todos han logrado algún premio, salvo en Locarno.

Es importante señalar que el aumento de países participantes en los Oscar se ha hecho notar en América Latina. Por ejemplo, Panamá se presentó a los Oscar por primera vez el año pasado y en la presente edición repite. Este hecho nos lleva a observar un fenómeno más amplio. En primer lugar, las grandes potencias cinematográficas latinas: Argentina, México y Brasil (sobre todo las dos primeras) han consolidado su presencia en el panorama internacional, el prestigio de su cine y la carrera de algunos de sus mejores artistas. Y han sabido, además, tender puentes con España y Estados Unidos para producir sus films. Casi todas las películas latinas nominadas al Oscar en los últimos años contaban con capital español detrás (El secreto de sus ojos, Relatos Salvajes, Biutiful, El laberinto del fauno…). En segundo lugar, países medianos y con menos cine a sus espaldas han dado un salto tanto de calidad como, sobre todo, de visibilidad. A este respecto cabría destacar a Venezuela y, sobre todo, a Chile. Autores chilenos como Pablo Larraín (No, El club), Sebastián Silva (La nana) o Sebastián Lelio (Gloria) han colocado al cine chileno como un referente del cine de autor a nivel global. Precisamente Larraín logró con No la primera nominación al Oscar de Chile en toda su historia y este año luchará por repetir la gesta con El club, película reverenciada allí por dónde ha pasado hasta el momento. Venezuela, por su parte, logró la Concha de Oro en Donostia con Pelo malo hace un par de años, este año el León de Oro con Desde allá y en la última edición de los Oscar logró pasar el corte de la categoría de habla  no inglesa con la macro-producción El libertador. En tercer lugar, los países pequeños de la región comienzan a hacer cine, ya hemos hablado de Panamá, pero podríamos destacar también a Perú, que logró su primera nominación al Oscar con La teta asustada. Además, aún falta por ver el despegue del cine colombiano, la implosión del cubano, con el fin del embargue americano en el horizonte, y que Argentina y México sigan generando tanto films como profesionales de primera división.


Muchos artistas argentinos han sostenido que al calor del corralito y de la enorme crisis social, política y económica que vivió Argentina, fructificó una vitalidad creativa inusitada. El dolor agudiza el ingenio. La rabia fomenta el pensamiento crítico. Quizás el audiovisual español está caminando por esa misma senda en esta crisis sistémica en la que estamos instalados. Pero aún no somos conscientes de ello. Tenemos mucho que aprender del cine latinoamericano y seguir fomentando la interacción tanto artística como económica entre las dos orillas del Atlántico es el camino a seguir. Les deseo mucha suerte a Loreak, El club, El clan y las demás películas seleccionadas de habla hispana y portuguesa. 

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