domingo, 3 de mayo de 2015

Las 50 películas de mi vida (y II)

The Bridges of Madison County (Clint Eastwood, 1995)
Nunca Meryl Streep me ha impactado tanto. Jamás. Ella y Eastwood dibujan uno de los retratos femeninos más salvajes que he visto jamás. Para mí es el drama romántico definitivo. Una película sobre la impotencia de hacer lo que deseas, de tener la vida que anhelas, de amar a la persona que te revuelve las entrañas.


Citizen Kane (Orson Welles, 1941)
Pasará el tiempo y Citizen Kane seguirá siendo una película de referencia. Puede resultar una historia fría. Posiblemente lo sea. Pero es un film tan enorme en todos y cada uno de sus aspectos, tan trascendental, tan relevante, que siempre volveremos a ella. Yo por lo menos. Es una película inagotable. El cine era (y siempre será) esto. Arte combativo concebido para trascender.



Kill Bill Vol. 1 & 2 (Quentin Tarantino, 2003-2004)
Kill Bill es, para mí, una única película y sería incapaz de escoger entre sus dos partes. Me gusta más el Vol. 2 porque conecto emocionalmente con ella, pero he visto más veces el Vol. 1 porque es quizás la película más entretenida que he visto jamás. Como a muchos otros chicos (bueno, más bien hombres) de mi generación (y de la siguiente), me encanta Tarantino. En la era de lo metarreferencial, Taratino tenía que ser un cineasta de culto, por no decir El cineasta de culto. Todas sus películas me gustan mucho. Lo lógico sería que Pulp Fiction estuviera en esta lista. O quizás Reservoir Dogs. Pero siendo sinceros me gustan más las Kill Bill. Las podría ver una vez al mes durante toda mi vida. Todas sus secuencias son perfectas. Todas son divertidas, inteligentes, están medidas al milímetro. Y luego está Uma Thurman. La Novia es la mejor mujer de acción que haya visto jamás.

Star Wars. Episode V: The Empire Strikes Back (Irvin Kershner, 1980)
La primera película que recuerdo haber visto en televisión, sin ser en VHS y/o de dibujos animados, fue el Imperio Contraataca (lo cual no quiere decir que hubiera visto otras muchas antes, pero las haya olvidado). Lo recuerdo como si fuera ayer. Estaba en la casa de unos primos de mi padre jugando en una salita que tenían en la planta de arriba. Y de pronto, la tele se cubrió de nieve. Todo era blanco. Dejé los playmobil en el suelo, desamparados, desatendidos, y me senté a ver aquella película embobado. Ahí nació mi amor por Star Wars, mi problema con no empezar nunca las sagas por el principio (de Harry Potter a Millenium), y quizás, a lo mejor, mi amor por el cine en sí mismo. Nunca nada me ha asombrado más en mi vida. Absolutamente nada. Bueno, quizás los monos que le tiraban mierda a la gente en el zoo de Barcelona. Pero sin contarlos a ellos, absolutamente nada. El entretenimiento total. El cine como dispositivo/arte de fascinación total.

Hiroshima Mon Amour (Alain Resnais, 1959)
El arranque de Hiroshima Mon Amour es uno de mis inicios favoritos de una película. Las imágenes de Hiroshima destruida tras la bomba nuclear. Y el diálogo de los torturados amantes. “Tú no has visto nada de Hiroshima. Lo he visto todo. Todo”. Y tras ese comienzo tan redondo, tan sentido, tan precioso, la película estaba condenada a caer. Pero no lo hace. Al contrario, te expone a sus dos protagonistas a tumba abierta. Sin piel. Hasta que termines aprendiendo cómo sangran y por qué sangran. Y al final, Resnais, te hace suyo, como si fueras su amante.

Closer (Miker Nichols, 2004)
Hace mucho tiempo (y muchos visionados) que Closer dejó de ser una película para mí. Es algo más, una experiencia, un ritual, una catarsis periódica en la que me zambullo cada año o cada dos años. ¿Hacia dónde coño estoy yendo? ¿Por qué coño me siento tan solo? ¿Por qué nadie puede quererme? ¿Estoy tan jodidamente roto? Ya he jugado a ser cada uno de los cuatro protagonistas de la película. Me identifique con el que me identifique, siempre acabo sufriendo. Pero en ese sufrimiento logro ver algo de mí que no era capaz de observar con nitidez. Siempre termino la película destrozado, pero un poco menos perdido.

Lost in translation (Sofia Coppola, 2003)
Estuve a punto de poner en esta lista a Virgin Suicides. Que fue una película que en la parte final de mi adolescencia me descubrió (al igual que muchas otras películas) un tal José Luis Garci el lunes 5 de diciembre de 2005. La ópera prima de Sofia Coppola es una película muy importante para mí, de esas que te marcan en una fase vital en la que ya te has asentado emocional (y sexualmente) pero aún sigues formándote, antes de emprender la serie de putadas que implica ser adulto y responsable de tus propias malas decisiones. En su lugar he metido a Lost in translation porque es una de las películas que más me han emocionado y me emocionan en mi vida. Ahora mismo no recuerdo si vi antes una o la otra, pero ambas son dos películas especiales para mí. Por motivos distintos. Lost in translation es la sensibilidad y Virgin Suicides es el extrañamiento. Hasta Her (y sobre todo Louie), Lost in translation era mi retrato favorito de la soledad en la ciudad. Bill Murray jamás ha estado ni estará mejor. Es la cumbre de su carrera. No me voy a atrever a decir lo mismo de Scarlett Johansson, pero lo pienso. Por todo ello soy conocido entre mis amigos por ser un desquiciado defensor de Sofia Coppola. Lo peor es que estoy orgulloso de ello. ¡Quién me iba a decir a mí que iba a terminar pasándome la vida defendiendo a una pobre niña rica!

The Way We Were (Sidney Pollack, 1973)
Las Gilmore decían que no se le podía pedir más a una película. Barbra Streisand, Robert Redford, comunismo… De hecho en un momento muy bajo de Lorelai, en el que es incapaz de salir de la cama de lo deprimida que está, llama a Luke desesperada, deseando arreglar lo suyo, y empieza a contarle The Way We Were. Sin tener el valor que tiene para las Gilmore, a mí también es una película que me encanta. Quizás ésta sea mi vertiente más señora. Pero es que me parece portentoso el dibujo que hace tanto de la situación política en Estados Unidos durante, y sobre todo tras, la II Guerra Mundial, como la descripción de la tormentosa historia de amor entre dos polos opuestos, en lo social, en lo ideológico y en lo afectivo. Con quererse no basta. La vida es mucho más complicada que eso.

The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008)
Hola, Christopher Nolan. Más allá de nuestras diferencias, te escribo para darte las gracias por esta película. La he visto muchísimas veces y me sigue encantando. Sin ser yo fan de los superhéroes, más bien todo lo contrario. Es un espectáculo brutal (por no decir brustial). Entre el Joker de Heath Ledger, las secuencias de acción, y el retrato de la ciudad sumida en el caos, la película es una montaña rusa que funciona de principio a fin. A estas alturas, nos guste más o menos el estilo (y los universos) de Nolan, es imposible negar su importancia en el cine de la última década.

Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993)
Cuando era pequeño en los felices, inconscientes y demenciales años 90, estaba obsesionado con todo lo que tenía que ver con el espacio (además de con los playmobil, claro). Daba igual que fuera Star Wars o los Power Rangers. El estándar mínimo era 0. Sin embargo, cuando Steven Spielberg rodó Jurassic Park para que le dejaran financiar Schindler’s List, todo en mi infancia comenzó a girar sobre los dinosaurios. Mis primos, que eran los únicos niños con los que me podía relacionar más allá del colegio, estaban completamente obsesionados con la película desde que los llevaron al cine a verla. Yo en cambio aún no había ido nunca al cine, de hecho tendría que esperar un año más, a 1994 para ver mi primera película sentado en la oscuridad de una sala de cine. Dinosaurios asesinos vs. Leones con sentimientos. Sin embargo, el año que transcurrió desde que mis primos vieron el film hasta que se estrenó en VHS (gracias, 90’s) y todos los centros comerciales se llenaran de merchandising lo recuerdo como el año en que viví (en un incontrolable hype) peligrosamente. El hype antes del hype. Y cuando al fin la vi, todo tuvo sentido. Y entonces los dinosaurios desplazaron a Han Solo y al Power Ranger Azul. Hasta llegué a hacer uno de plastilina. Yo. Con mis propias manos. Quizás la mayor hazaña de mi vida. Más allá de que Jurassic Park sea cine de entretenimiento de primera división, ejecutado con una maestría sólo al alcance de un genio del cine de masas como Spielberg, Jurassic Park es la película que descubrió a una generación de niños lo que era sentir miedo y asombro a partes iguales. Y sí, vaya rollo me he echado.

Cat on a Hot Tin Roof (Richard Brooks, 1958)
Elizabeth Taylor es una especialista en devorarse mutuamente con un hombre en pantalla. Aquí se enfrenta a un atormentado Paul Newman. Lanzándose el uno al otro diálogos de Tennessee Williams. Ni más ni menos. He visto muchas veces esta película y no creo que me vaya a cansar jamás de verla. Se te pega al cuerpo, como si estuvieras bañado, al igual que ellos, en sudor y whisky. Es la historia de dos personas frustradas porque no tienen la vida que desearían tener. Y de cómo esa frustración los empuja a devorarse.

Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999)
“Tengo mucho amor para dar, pero no sé dónde colocarlo”. En el mar de aflicción absoluta en el que me sumió Magnolia, el hecho de que llovieran ranas fue insignificante. Es una película desgarradora llena de personajes apaleados por la vida. Gente que lucha por sobrevivir en medio de la ciudad. El micro-género de vidas cruzadas en el espacio urbano, alcanzó aquí su cima (sí, me parece muy superior a la Short Cuts de Altman). Y quizás el cine de Paul Thomas Anderson también. Espero equivocarme. Me sigue encantando Anderson (su Inherent Vice no tanto) pero me gustaba más cuando me hacía sentir desprotegido. Masoquismo audiovisual, supongo.

The Lion King (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994)
¡El rey león fue la primera película que vi en el cine! Además es mi película favorita de Disney. La que más veces he visto. La que más me emociona. Con la que más me río. La que tiene la secuencia más brillante (“el asesinato”). Por eso está en esta lista. No hay mucho más que explicar, así compenso lo mucho que me alargué con Jurassic Park.

Mysterious Skin (Gregg Araki, 2004)
Cuando Luis encontró a Joseph. Y se volvió un irracional fanboy. Mysterious Skin es una de las películas más terribles y a la vez más imaginativas, emocionantes, misteriosas y preciosas que he visto. Tiene secuencias asquerosas. Y otras de una sensibilidad hermosa. Bucear en la memoria, en los recuerdos más terroríficos que puede haber en ella, puede terminar por destruirte, pero si no lo haces, si dejas que sigan escondidos en tu interior, envenenándote lentamente, terminarás destruido irremediablemente. Mezclar en una única película sci-fi, drama social, final de la adolescencia, thriller y drama psicológico, implica tener muchos redaños, o ser un kamikaze, o ambas cosas. Por eso esta película sólo la podía dirigir un salvaje como Gregg Araki. Nunca podré ver a los cereales de la misma forma.

Milk (Gus Van Sant, 2008)
Más allá de lo mucho que me gusta Milk (cine político + drama gayer = I’m in), es una película importante por el momento en el que la vi. El cine es una experiencia tan subjetiva que muchas veces que una película te apasione o no, depende del momento vital en el que te encuentres, o simplemente del estado de ánimo. Milk llegó cuando la necesitaba, y me hizo tanto bien… (no, no pude evitarlo).

The Hours (Stephen Daldry, 2002)
Esta película es tan poderosa que la historia que menos me apasiona de las tres que se van solapando es la protagonizada por Virginia Wolf. Pocos personajes me han partido el corazón tanto como el de Julianne Moore, esa mujer atrapada por su presente (hola Brian de Palma). Es difícil lograr conectar, no sólo tres historias en tres momentos históricos diferentes, sino sobre todo conectar emocionalmente a tres mujeres perdidas en sí mismas. No me cansaré nunca de verla.

Oldeuboi – Oldboy (Old Boy) (Park Chan-wook, 2003)
No estaba muy bregado en cine asiático cuando vi Old Boy. Y claro, me impactó. Park Chan-wook es un tipo fascinante. Pocas películas me han entusiasmado  tanto. Tras verla no tenía ojos para nada más. Me gustó tanto que mi usuario en Filmaffinity es Odaesu, el nombre del protagonista. Lo cual es curioso, porque en esta historia sanguinaria de venganza, el personaje que obsesionaba no era él, sino su némesis, ese villano viscoso y frágil llamado Lee. A día de hoy ya no me causa el mismo impacto, pero fue una película muy importante para mí en su momento, y sigo creyendo que es un film mayúsculo.

The Man Who Shot Liberty Valance (John Ford, 1962)
Tenía que haber un western en esta lista, y aunque también pensé en The Searchers y Rio Bravo, la opción lógica siempre fue The Man Who Shot Liberty Valance. Porque además de ser mi western favorito, también es mi película de John Ford favorita. Una historia apasionante sobre el poder de la leyenda. “Sí, es muy joven. Usted sólo conoce la ciudad desde que la cruzó el tren. Era muy diferente entonces, muy diferente señor Scott, muy diferente.”

La pianiste (Michael Haneke, 2001)
Creo que tenía 16 años cuando vi por primera vez La pianiste. Antes había caído en mis manos la terrible Caché. Así que no puedo decir que no iba preparado. Pero ¿se puede ir preparado a una película de Michael Haneke? Fui al videoclub y cogí la cajita de DVD de una estantería. La llevé al mostrador y la dependienta me miró con cara de escepticismo y dijo “¿no te habrás confundido y lo que en realidad quieres alquilar es El pianista?”. Avergonzado dije “no, es ésta, estoy seguro”. Y sí, era esa película. A día hoy me sigue trastornando. La paja interrumpida, el vómito coital, los cristales en la chaqueta, la auto-ablación… Es una de las mayores salvajadas que he visto. Haneke es un salvaje. O el cronista de un tiempo salvaje, de un mundo salvaje.

The Social Network (David Fincher, 2010)
La película que mejor retrata el cambio de década (de los trash 00 a los pesimistas 10) que yo  he visto es The Social Network. Si la tríada Se7en/The Game/Fight Club dibujaba al hombre frente al precipicio del cambio del milenio, esta película pinta una panorámica muy precisa del mundo globalizado e informatizado y del egoísmo y la soledad en los tiempos de las tecnologías de la comunicación. Si en el 99 el hombre estaba perdido en sí mismo, ahora está perdido en el mundo que ha creado. Ah, y el guion lo escribe un tal Aaron Sorkin, claro.

Tom à la ferme (Xavier Dolan, 2013)
Metí esta película a última hora. Teniendo en cuenta que llevo 5 años dando el coñazo con Xavier Dolan me parecía justo. Además ahora que se ha abierto a un público más amplio con Mommy, aprovecho para reivindicar su película más desconocida y quizás también la más complicada de ver, por su tono de pesadilla. Vi Tom à la ferme hace 1 año y algo en Cineuropa. No estaba yo en mi mejor momento emocional, siendo justos. Y entre La herida y esta película, el festival casi me derrumba. Creo que refleja muy bien lo que es tener miedo de uno mismo. O más bien, de nuestros más oscuros deseos. Me llevó al límite entre la cordura y la locura. Y ese final a golpe de Going to a town, que es una de mis canciones favoritas, fue la puntilla. Al salir aturdido del teatro pateé la ciudad mojada en medio de la madrugada. Y en realidad sentí que estaba pateando mi propia vida.

Goodfellas (Martin Scorsese, 1990)
Si yo fuera director aspiraría a dirigir como Scorsese dirigió Goodfellas. Es simple y llanamente una burrada de puesta en escena. ¡Eres un puto enfermo Marty! Dudaba entre Taxi Driver y Goodfellas, pero la mafia es mucha mafia. Admiro tanto a Scorsese que no podía hacer una lista de 50 películas y que no hubiera ninguna suya. No tengo un director favorito pero si lo tuviera Martin Scorsese sería uno de los candidatos seguros al título. Cuando vi Gangs of New York (sí, a mí me gusta, mucho, de hecho) me obsesioné con él, he visto todas sus películas salvo New York, New York y sus documentales. Si The Godfather escala por la cima de la pirámide de poder, Goodfellas bucea en sus sucias alcantarillas. Una de las películas más fascinantes que he visto jamás.

La vie d'Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013)
Pocas películas han explorado tan a fondo qué significa enamorarse, qué significa desear a alguien y qué significa, finalmente, que te duela alguien. La vie d'Adèle, a través de un naturalismo militante, es una carta de amor a la vida, una invitación a vivir, a sentir, a gozar, a reír, a llorar y a comer espaguetis bolognesa. Es imposible no emocionarse viéndola. Dura 3 horas y podría durar 50.

Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005)
El día en que terminé 2º de Bachillerato fui al videoclub (¡qué tiempos!) y alquilé dos películas. Good night and good luck y Brokeback Mountain. Llegué a casa y vi la segunda. No había absolutamente nadie. Hacia un sol radiante fuera que se colaba a través de la persiana a medio bajar. Y vi la película y me destrozó. Sin más. Simplemente me destrozó. De Brokeback Mountain me gusta todo. Es una película a la que no le falta ni le sobra nada (quizás las pelucas de Anne Hathaway). Es cine clásico en tiempos convulsos. Por eso cuando la gente dice que Eastwood es el último clásico, siempre defiendo que en realidad Ang Lee es el último clásico. Además de un director con un talento visual enorme, es un tipo con una sensibilidad especial. Brokeback Mountain es una película terriblemente triste. Bañada en una melancolía trágica demoledora. A mí me coge por la garganta. Da igual las veces que la vea. Y ese final. ¡Ese final! A veces lo más sencillo es lo más atronador.

The Godfather (Francis Ford Coppola, 1972)
El Padrino es mi película favorita. Bueno, la mía y la de millones de personas. Soy muy poco original. Pero es la verdad. Ninguna película me hace más feliz, ni me apasiona tanto, ni me parece más acojonantemente brillante y redonda. Siempre que la veo me hace sentir como cuando era pequeño y me acostaba el día antes de mi cumpleaños o de Navidad o de Reyes. Con esa ilusión y esa felicidad inusitadas, casi estúpidas. Por eso si algún día tengo nietos me encantaría verla con ellos. Sí, sé que es una película muy violenta, pero, es que es tan maravillosa que necesitaría compartirla con ellos. Aún a precio de destruir sus infancias. Es imprescindible ver El Padrino una vez al año. Si en esta lista no están las otras dos partes de la saga de los Corleone es por mera cuestión de espacio, porque The Godfather II es mi segunda película favorita.

4 comentarios:

  1. Siempre es un placer encontrar a otro 'sofialista' en el camino. Somos pocos pero somos apasionados ¡Viva la Coppola!

    Coincidimos en bastantes, por ejemplo con 'Closer', me impactó cuando la vi en el cine siendo un pubescente y también me he sentido identificado alguna vez con alguno de esos cuatro egoístas, pero humanos, al fin y al cabo.

    Pues eso, genial lista. ¡Saludos!

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    1. Muchas gracias :)
      Sí, los sofialistas somos seres en peligro de extinción jajajaja, y cada vez es más pesada nuestra carga xD.
      A mí me pasó igual (salvo que yo la había alquilado en el videoclub xD), y cada vez que la veo me gusta más, como que al irme aproximando a sus momentos vitales la entiendo mejor, o más bien entiendo cosas que aún no había entendido del todo.

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