sábado, 28 de marzo de 2015

Los #BlogosDeOro: 2015


Por segundo año consecutivo, en cinedepatio.com han organizado los Blogos de Oro, la excusa perfecta para que gente con blogs y fan fatales de los premios, elijamos lo mejor del año anterior a nivel mundial. Mañana se anunciarán en Twitter los más votados en cada categoría, poniendo punto y final a un proceso de votaciones que ya empezó hace más de un mes. En la primera ronda, le di mucho amor a Mommy, que como podréis ver no se comió un colín. Entre las nominadas hay alguna sorpresa interesante (Bárbara Lennie, eres una Diosa) pero hay categorías calcadas de los Oscar (hola, Robert Duvall), lo cual me ha sorprendido bastante. A continuación voy a señalar lo que yo voté en la segunda ronda y lo que creo que va a pasar. Aviso que como estoy bastante senil y soy un completo desastre, hay en categorías en las que no sé muy bien si voté a X o a Y (¿Desplat o Zimmer? ¿Iñárritu o Linklater?). En verde, mis apuestas.

MEJOR BANDA SONORA
Alexander Desplat por The Grand Budapest Hotel
Hans Zimmer por Interstellar
Johann Johansson por The Theory of Everything
Justin Hurwitz por Whiplash
Tyler Bates por Guardians of the Galaxy

Aunque en los Oscar hubiera votado a Desplat, porque me parece el compositor de cine más relevante de la última década, y su banda sonora para Budapest me parece maravillosa, aquí creo recordar que voté a Zimmer. Quiero dejar claro que no soy defensor de Zimmer. De hecho, por eso mismo lo voto, porque su música para Interstellar me pareció espectacular, de una fuerza apabullante. En los Blogos de Oro debería ganar Desplat, pero no me extrañaría que se impusiera la coñera banda sonora de Guardians of the Galaxy.

MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN
Big Hero 6
The Boxtrolls
How to train your dragon 2
The LEGO Movie
Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo

Una de las grandes sorpresas de las nominaciones de los Oscar, por no decir la mayor sorpresa, fue que The LEGO Movie no estuviera nominada. Teniendo en cuenta esa ausencia y la gran cantidad de fans que tiene, apuesto que en los Blogos de Oro ganará LEGO, aunque yo creo que voté por The Boxtrolls, sí, soy público cautivo de Laika, y su aproximación a la lucha de clases me pareció muy interesante.

MEJORES EFECTOS ESPECIALES
Captain America: The Winter Soldier
Dawn of the Planet of the Apes
Guardians of the Galaxy
Interstellar
X-Men: Days of Future Past

En los Oscar venció Interstellar, yo voté a Interstellar y teniendo en cuenta que la película está nominada tanto en dirección como en guion en los Blogos de Oro, deberíamos estar ante una victoria cantada. La sorpresa podría darla Dawn of the Planet of the Apes. Claro que yo creí que eso iba a pasar en los Oscar, y fracasé estrepitosamente en mi quiniela. Así que no volveré a cometer el mismo error.

MEJOR ACTOR DE REPARTO
Robert Duvall por The Judge
Ethan Hawke por Boyhood
Edward Norton por Birdman
Mark Ruffalo por Foxcatcher
J.K. Simmons por Whiplash

Más allá del Big 4 de secundarios del año (Simmons, Norton, Ruffalo, Hawke) no había en esta categoría más que el vacío. De ahí que Duvall se colara en los Oscar y vuelva a estar (sorprendentemente) nominado aquí, cuando su película pasó sin pena ni gloria entre los cinéfilos (o eso creía yo). El ganador será, claramente, J.K. Simmons, y yo voté a Norton porque aunque Simmons está inmenso, su trabajo me parece más sencillo que el que lleva a cabo Edward Norton, que se expone totalmente ante la cámara y modula su voz y sus gestos desde lo más histriónico a lo más sutil.

MEJOR ACTRIZ DE REPARTO
Patricia Arquette por Boyhood
Laura Dern por Wild
Keira Knightley por The Imitation Game
Emma Stone por Birdman
Mery Streep por Into the Woods

Al igual que en el caso de Simmons, es imposible dudar de la victoria de Patricia Arquette. Y no seré yo el que diga que no se lo merece. Me parece que está extraordinaria en Boyhood. Un trabajo de una madurez increíble. Entre sus méritos y que la única rival de nivel que tiene es Emma Stone, repito, no puedo perder, como bien han demostrado todos los premios americanos.

MEJOR ACTOR PRINCIPAL
Benedict Cumberbatch por The Imitation Game
Javier Gutiérrez por La isla mínima
Jake Gyllenhaal por Nightcrawler
Michael Keaton por Birdman
Eddie Redmayne por The Theory of Everything

En esta categoría, al contrario que en las de reparto, en los Blogos sí que hemos innovado y han entrado Jake Gyllenhaal, el gran damnificado de las nominaciones al Oscar y el ferrolano Javier Gutiérrez. A pesar de las innovaciones sigo creyendo que se repetirá el resultado de los Oscar y ganará Redmayne, aunque yo voté a Keaton. Básicamente porque lo que Michael Keaton hace en Birdman me conmovió de verdad. Me parece un salto sin red al vacío de su propia existencia.

MEJOR ACTRIZ PRINCIPAL
Marion Cotillard por Deux jours, une nuit
Felicity Jones por The Theory of Everything
Bárbara Lennie por Magical Girl
Julianne Moore por Still Alice
Rosamund Pike por Gone Girl          

No concibo aún a entender qué le ve la gente a la interpretación de Felicity Jones en The Theory of Everything, pero aquí está, como en todos los premios habidos y por haber, rodeada de cuatro trabajos fantásticos. Aunque en los Oscar iba, como todos, con Julianne Moore, para mí la gran interpretación del año (femenina, masculina, protagonista, secundaria, me da igual) es la de Rosamund Pike como The Amazing Amy. Acojonante, fascinante, salvaje. Un trabajo de una sutilidad y un contorsionismo interpretativo digno de haber arrasado en todos los premios. Aún así, Julianne Moore volverá a ganar aquí, básicamente porque todos amamos a Julianne Moore.

PEOR PELÍCULA
Hercules
Lucy
Ninja Turtles
Transcendence
Transformers: Age of Extinction

Sólo he visto una de las cinco nominadas, Transcendence, que precisamente es la que voté de número 1 en la primera ronda, y de largo la peor película que vi en 2014. Simplemente delirante. Como no he visto las demás, no tengo ni idea de quién puede ganar. He apostado por las Tortugas Ninja, simplemente por inclinarme por alguna.

MEJOR GUION
Alejandro G. Iñarritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo por Birdman
Gillian Flynn por Gone Girl
Dan Gilroy por Nightcrawler
Wes Anderson por The Grand Budapest Hotel
Damien Chazelle por Whiplash

Este premio debería ser el único que es imposible que se le escape a Birdman en los Blogos de Oro. No creo que nadie cuestione la calidad de esta pieza de orfebrería narrativa. Quizás Gone Girl pueda dar la sorpresa, y también sería una victoria justa. Pero aún así, sigo creyendo que Birdman será la película más votada en esta categoría.

MEJOR PELÍCULA ESPAÑOLA 
10.000 km
El niño
La isla mínima
Magical Girl
Relatos Salvajes

No tengo muy claro si ganará La isla mínima o Magical Girl. He apostado por la primera porque lo ha ganado todo en España (salvo la Concha de Oro), pero Magical Girl tiene muchos seguidores, sobre todo en Twitter y la blogosfera. Servidor, uno de ellos. La verdad es que  más allá de la fallida El niño, las otras cuatro películas son magníficas. Pero Magical Girl está un peldaño por delante por la osadía de la propuesta y el derroche de personalidad de Carlos Vermut. Una película hipnótica.


MEJOR DIRECTOR
Alejandro G. Iñárritu por Birdman
Christopher Nolan por Interstellar
David Fincher por Gone Girl
Richard Linklater por Boyhood
Wes Anderson por The Grand Budapest Hotel

Tengo el pálpito de que ganará Linklater, pero eso también pensé en los Oscar y al final venció Iñárritu. Los cinco son grandes cineastas. No recuerdo ya si voté por Iñárritu o por Linklater, pero cualquiera de ellos será un gran ganador, por supuesto. Ambos hacen un ejercicio de alarde creativo pocas veces visto. Linklater aferrándose a su idea y Iñárritu a su puesta en escena. Además, me alegra un montón ver aquí a David Fincher, claro.

MEJOR CORTOMETRAJE
Caramelo
Díselo tú
Máquinas
McGuffin
The Rattle of Benghazi


Creo recordar que voté por Maquinas porque me pareció una propuesta muy turbia. Vi hace tiempo todos los cortos candidatos, y en modo maratón, así que tengo su recuerdo muy borroso. A ver cual gana, como en Peor Película, he apostado por uno tirando de suerte más que de conocimiento.

MEJOR PELÍCULA
Birdman
Boyhood
The Grand Budapest Hotel
Interstellar
Whiplash

Curiosamente como ya le había pasado en los Globos de Oro, Gone Girl logró estar entre las más votadas en dirección y guion pero no ha entrado en la categoría de mejor película en estos Blogos de Oro. Una auténtica pena, porque la disección que Fincher y Flynn hacen de la América suburbial post-crisis económica es demoledora. El duelo, al igual que en dirección, será Birdman vs. Boyhood. Voté por Birdman porque es mi película favorita del 2014. Así de claro. Boyhood posiblemente sea mi segunda película favorita del año, con lo cual que ganara me parecería fantástico. Ambas son dos películas que recordaré dentro de 30 años. Y eso es lo que le pido al gran cine, que perdure en mi memoria, hasta que mi memoria aguante.

jueves, 26 de marzo de 2015

Una cartografía de las relaciones afectivas

LOOKING - Segunda temporada


Spoilers a mansalva sobre el segundo año de Patrick y compañía

Este domingo HBO emitió el final de la segunda temporada de Looking. Ayer se confirmó lo que todos nos temíamos, la cadena cancela la serie, pero emitirá un capítulo especial para cerrar las tramas abiertas. La decisión es lógica, teniendo en cuenta las ínfimas audiencias y la nula repercusión en premios. Aunque ya estaba concienciado para que terminara, me ha dolido la noticia porque soy uno de esos insensatos que la van a echar mucho de menos. Su primera temporada no acabó de convencerme, aunque ya encontré en ella elementos muy interesantes, sobre todo a partir de su ecuador. Pero esta segunda entrega me ha parecido sensacional. Hay mucha gente que sigue creyendo que es una serie errada, que no acaba de tener unos objetivos claros ni de generar unos personajes realmente interesantes. Otros, en cambio, nos hemos enamorado de la ficción de Andrew Haigh y Michael Lannan hasta las trancas. Supongo, que como casi siempre, será en el punto intermedio entre ambas posturas dónde cabría situar la realidad. Pero desde luego, este artículo será una defensa a ultranza de la serie. Sentiría que me estoy engañando a mí mismo sino es así. Con ello no quiero decir que Looking sea la serie profunda y sensible que para mí es. Como todo arte, la televisión, es profundamente subjetiva. Lo que puede elevar a Looking, es la posibilidad de conectar con sus personajes, sentimientos y conflictos. Si no lo haces, la serie será fría y ligera (en el peor sentido). Si lo haces, y yo este año lo he hecho, te encontrarás con una disección interesante de muchos conflictos vitales anclados, sobre todo, en el plano sentimental.

Precisamente, en esta segunda temporada, Looking ha iniciado el trazado de una especie de cartografía de las relaciones afectivas. Somos seres sociales, por lo tanto seres anclados a relaciones, laborales, familiares, de pareja y de amistad. Y Looking ha querido abordar la vida, y por lo tanto el retrato, de sus personajes en función de sus relaciones afectivas. Desde la relación con tus mejores amigos, a la que tienes con tu novio, pasando por la que mantienes con tu ex o con tu hermana. Haigh y Lannan han tendido una amplia red de relaciones, hasta dibujar el entramado social de una serie de hombres (y una mujer), y cómo dicho entramado social los moldea. En la última temporada de otra serie de HBO, Boardwalk Empire, un personaje, a punto de ser ejecutado decía una frase que se me ha clavado en la mente, posiblemente para siempre: “Todo es una quimera, jamás nadie ha sido libre”. En cierta forma Looking va en esa dirección, no somos libres porque nuestras vidas dependen intensamente de las vidas de aquellos que nos rodean. Al principio Patrick (Jonathan Groff) no puede amar libremente a Kevin (Russell Tovey), porque Kevin tiene novio. Y al final, no puede amarlo completamente porque Kevin quiere tener una relación abierta en el terreno sexual. Se podría argumentar que Patrick es libre de dejar a Kevin, sin embargo, Patrick no es libre porque lo ama. De hecho es posible que ame a Kevin y a la vez ame a Richie (Raúl Castillo), y sin embargo no quiera amarlos de forma conjunta, porque cree en la monogamia, tanto sentimental como sexual. Lo cual nos lleva a decir que ya no es sólo que no seamos libres porque estamos atados a los demás, sino que no somos libres porque estamos atados a nosotros mismos, a nuestros deseos y miedos.

De hecho, Patrick se pasó la temporada atormentado entre lo que deseaba (Kevin) y lo que necesitaba (Richie). Un cruce de sentimientos en el que, desde luego, me sentí identificado. No es fácil salir indemne de esa encrucijada. Patrick deseaba a Kevin, a su lado se sentía más vivo, más osado. Sacaba su lado “salvaje”. Richie en cambio es la estabilidad emocional, la tranquilidad, esa persona en la que confiar. Sacaba, pues, su lado “sereno”. A lo largo de la temporada Patrick fue metiéndose en la boca del lobo con Kevin, porque Kevin lo hacía feliz, lo hacía sentirse especial, su amor era pasión (que no es igual a sexo). Pero su relación con Kevin siempre estuvo lastrada por la desconfianza. Al fin y al cabo, durante casi toda la temporada se negó a dejar a su novio y terminó por partirle el corazón a Patrick en el sensacional Looking down the road (2x04). Por eso mismo, cuando le propone tener una relación abierta en el terreno sexual, a Patrick se le viene el mundo encima. La larga y terrible sombra de la desconfianza de nuevo. De ahí que el final no pueda tener más sentido. ¿Dónde termina el confuso Patrick? En el único sitio dónde se siente seguro, dónde su confianza es total, en la barbería de Richie, el hombre que siempre confió en ellos.



La relación amorosa entre Patrick y Kevin, ha sido, por lo tanto, la trama más relevante de este curso en Frisco. En paralelo, hemos visto la transformación de Agustin, ligada a su enamoramiento de un chico con VIH, y la progresión de la amistad entre Dom y Doris, ahora que ella ha encontrado a un hombre que la hace feliz. El cambio radical de Agustin (Frankie J. Alvarez) es interesante, más extra-narración que intra-narración por la honestidad creativa que conlleva. Uno de los principales problemas de Looking en su primer curso era que uno de sus tres protagonistas era un personaje insufrible. No una mala persona a la que puedes entender o de la que necesitas saber más para intentar descifrarlo. No, simplemente era un personaje terrible, errado en su totalidad. Sin embargo, este año Agustin, además de soltar las pullas más graciosas, ha sido escrito con mucha sensibilidad. Una catarsis emocional total. Haigh y Lannan asumieron las críticas vertidas por la gran mayoría de los seguidores de la serie, y corrigieron el rumbo. Reconocer que te has equivocado y enmendar el error es un acto de honestidad al que muchas veces los autores se niegan. La gracia, además, residió en que salpicaron el relato de constantes referencias a la transformación radical de Agustin. Hicieron de la corrección una broma recurrente extra-narrativa. Lo cual tuvo su cima en ese terriblemente incómodo discurso que dio Patrick borracho en Looking for Gordon Freeman (2x06), y en el que dispara a dar a sus amigos. Tuve que parar el capítulo porque no podía seguir viéndolo, era como observar a un tren descarrilar. A nivel intra, las tramas de Agustin aunque fueron las menos relevantes, funcionaron muy bien a la hora de explorar cómo es una relación con una persona que tiene VIH, y sobre todo, al mostrarnos cómo un miedo espeso e incontrolable, ciega a nuestra razón, a lo que sabemos. Estamos concienciados sobre el VIH, y sabemos cómo se contagia y cómo no, no tenemos prejuicios de ningún tipo, pero ay, en situaciones inesperadas (en este caso semen en un ojo), nuestro miedo se apodera de nuestras creencias. Y ello es algo con lo que tienen que lidiar día a día muchas personas con VIH, ese miedo encubierto, irracional, delirante y agazapado, que se puede apoderar de las personas en momentos incontrolados.




En cuanto a Dom (Murray Bartlett) y Doris (Lauren Weedman), esa amistad a prueba de bombas, no puede haber más que halagos hacia la ficción. En un reparto masculino, es curioso (o no) que el personaje más consistente y divertido sea el interpretado por la única mujer del elenco. Doris es una de esas secundarias que se apoderan del show con cuatro frases. No necesita más. Y sin embargo, le dieron un capítulo de lucimiento total, el del entierro de su padre, Looking for a plot (2x07), y el resultado fue mi capítulo favorito de Looking. Sensible, gracioso, triste, hondo. Un capítulo sobre la muerte que resultó ser como la vida misma. Las relaciones paterno-filiales, las amistades, la familia, la muerte, la infancia, la adolescencia y la ciudad natal como cárcel vital. Todos esos temas, y algunos otros, estuvieron en ese capítulo, y recorren a su vez esa relación de amistad a través de las décadas. De hecho lo que exploró Looking en esta temporada fue la llegada de dicha relación a la madurez definitiva. ¿Cómo es la amistad cuando uno se asienta definitivamente en el plano sentimental? ¿Cuando encuentra una pareja y empieza a construir su vida en primera persona del plural? La respuesta es: diferente. Ni mejor, ni peor, simplemente otro estadio. Constantemente nos encontramos en nuestras vidas a personas que empiezan a tener una relación y se olvidan de sus amigos. Como si la pareja anulara la amistad, cuando en realidad estamos ante dos formas de querer distintas y complementarias. 

martes, 24 de marzo de 2015

Perdida en la construcción

GIRLS - Cuarta temporada


Spoilers a cascoporro del cuarto año de Hannah and associates

El domingo HBO emitió los finales de temporada de Girls y Looking (en este caso es muy posible que sea el final de la serie). Para no llevar a nadie a engaño sobre lo que aquí voy a divagar, la temporada de Looking me ha parecido soberbia y la de Girls me ha decepcionado como hacía tiempo no me decepcionaba una serie. Mientras Andrew Haigh y Michael Lannan han pulido su creación hasta conseguir exprimir de sus personajes y situaciones interesantes debates vitales, Lena Dunham se ha perdido en su ego, esa sombra negra que se cernía sobre la serie desde el principio. El resultado ha sido una temporada a la deriva, dispersa, desenfocada, que mezcló secuencias de la gran Girls (la de la lavandería entre Hannah y Mimi Rose, por ejemplo) con tramas sin sentido, delirantes incluso. De Looking hablaré hacia finales de semana, a Girls la acuchillaré hoy, de frente, para que no se diga que soy como Bruto, un cobarde traidor.

En la soberbia tercera temporada de Girls, Lena Dunham trazó una doble y pertinente reflexión, por un lado en torno a la muerte, por otro en torno a las relaciones en un mundo confuso. Ambas reflexiones recorrieron la temporada de cabo a rabo, estuvieron bien presentadas, dejaron grandes secuencias y capítulos y sobre todo abrieron debates interesantes. De hecho la unidad que ambos hilos argumentales le dieron a la serie fue lo que hizo que, para mí, su tercera entrega fuera la mejor, la más compacta, la más densa. Frente aquello, esta cuarta temporada no es que haya sido difusa, es que ha carecido de la más mínima unidad. Sí, sus personajes están perdidos, vale, de hecho esa es la gracia de la serie, pero la serie no puede estar tan perdida como sus personajes. De hecho la serie tiene que centrarse en mostrarnos con coherencia interna dicha deriva (emocional, laboral, vital). Sin embargo Girls, se ha dejado arrastrar por sus personajes, como si fueran ellos los que escribieran la serie, y no la serie la que los escribiera a ellos.

Precisamente en el terreno de la escritura es dónde ha radicado la totalidad del problema. En la dejadez de Lena Dunham como autora, para ser exactos. En la tercera temporada Dunham escribió 8 de los 12 episodios de la serie. En ésta, 4 de 10: los dos primeros, el antepenúltimo y la finale, ninguno de ellos entre los mejores del curso, desde luego. Por el medio, el vacío. ¿Qué es más importante hacer el ridículo (y demostrar que eres mala actriz) en Scandal (Escándalo, para los amigos) o cuidar la obra que te lo ha dado todo? Girls empezó la temporada recogiendo el guante lanzado en el final de la anterior: la dicotomía vital entre las relaciones sentimentales y la ambición profesional. Despachó la relación entre Hannah-Adam (Adam Driver) sin explicarnos en absoluto cómo ambos llegaron a la conclusión de que no podían seguir juntos en la distancia. Sumergió a Hannah en un baño de realidad en Iowa para después regalarle un trabajo de profesora, porque sí, porque lo digo yo, porque es muy fácil ser profesora, por lo visto. Por el camino quedó toda posibilidad de reflexionar sobre las relaciones a distancia, los sentimientos, la soledad, el miedo al fracaso o la desconexión emocional. En el mejor capítulo de la temporada, Sit-In (4x05), Hannah tuvo que lidiar con el salto de Adam hacia una nueva relación, una especie de catarsis emocional muy poderosa que funcionó porque resultó, por fin, palpable. Ese punto y final al primer tramo de la temporada nos zambulló en el segundo arco: cómo ser amigo de tu ex, que nos dio el segundo mejor capítulo del año, Ask me my name (4x07), con Hannah y Mimi Rose poniendo todos sus fantasmas en común. Cuando parecía, por fin, que Girls había encontrado el rumbo, gracias a esa exploración de la amistad tras el amor, marcada por el dolor de la pérdida, de pronto Dunham decide que quiere hablar de cómo le afecta a un veinteañero que su padre salga del armario. Una versión chapucera, desenfocada, acelerada, y bastante absurda de esa obra mayúscula que es  la Transparent de Jill Soloway. No es que la trama sea mala idea, es simplemente que no venía a cuento, que fue otro deus ex machina en una temporada cargada de ellos. No tuvo ni nervio, ni emoción.  Todo lo contrario, la forma de aproximarse de Dunham y su equipo fue fría, artificial y simplona.


Y así llegamos al último capítulo, en el que desaprovechan el encuentro de Hannah y Adam en torno al parto de la hermana de éste, para escribir un retrato profundo y reposado sobre la nueva etapa vital de ambos. De hecho dejan "la conversación" entre ambos para el final del capítulo, cuando hubiera sido interesantísimo que se hubiera desarrollado a lo largo del mismo, casi en forma de bottle episode. A los pies del bebé, es decir, del nacimiento de una nueva persona, nos colocan en la dicotomía entre Adam y el futuro, y sin reposo alguno el final nos escupe un salto temporal en el que Hannah está con ese (pobre iluso) profesor de su instituto. La catarsis emocional no tiene el impacto y la garra necesarios, y no nos ofrecen una disección de la decisión, es decir, nos roban lo interesante, los mecanismos que llevaron a Hannah a hacer borrón y cuenta nueva.

Espera, ¿esta serie no se llamaba Girls? ¿Qué fue de las “amigas” (no son amigas, son gente que queda de vez en cuando para odiarse mutuamente) de Hannah? Jessa siguió consolidando su posición de ser monstruoso, de esos que te encuentras en la vida y se dedican a boicotearte siempre que se acercan a ti. Shoshanna nos aportó los momentos más divertidos y tiernos de la temporada en su doble búsqueda de trabajo y amor, pero siguió, otro año más arrinconada narrativamente. La resolución de su trama fue surrealista (¿quién coño le da trabajo a Shoshanna en Japón?) pero sí que funcionó a la hora de resolver ese dilema entre los sentimientos y la profesión (algo que no había quedado bien apuntalado al inicio de la temporada con Hannah). ¿Y Marnie? Dunham terminó lo ya comenzado en la anterior temporada: la aniquilación de Marnie como personaje con un mínimo interés o una mínima capacidad de generar empatía. Marnie ya sólo es una pobre niña boba que se casa con el primero que le pide matrimonio aunque ella misma sepa que es un imbécil. Antes era inteligente pero también egocéntrica e insegura. Ahora, simplemente es idiota. Ya no hay nada en sus formas de auto-boicotearse que pueda resultar interesante. No da ya ni rabia ni lástima. Es un fantasma que vaga por la serie.

Tras esta enmienda a la totalidad, quiero decir que sigo valorando a Girls. No creo que todo esté perdido. Pero desde luego Lena Dunham no puede seguir descuidando su obra. Debe plantear tramas en profundidad, regenerar a los personajes secundarios, reconstruir las relaciones entre los mismos y tomarse tiempo para explicar sus decisiones vitales. Girls, incluso en un año fallido como ha sido éste, sigue siendo una serie interesante. Si he sido duro con ella es porque creo que es una de las series más interesantes de la televisión actual, y me indigna verla languidecer. Critico desde el amor. Es una serie a la que le tengo mucho cariño porque me ha hecho sentir muchas cosas a lo largo de estos años. Tristeza, frustración, rabia, dolor, alegría, felicidad, esperanza. Girls era una serie que me hacía pensar y me hacía sentir. Que me obligaba a observarme a mí mismo y pelearme con toda mi mierda. Pero esta temporada no he sido capaz de conectar con ninguna de sus reflexiones. Me he desconectado de las Girls, tanto como ellas están desconectadas entre sí. Ojalá en la quinta nos reconciliemos, lo deseo con todas mis fuerzas, porque necesito que Girls me revuelva por dentro.

sábado, 14 de marzo de 2015

Cómo ser Alicia Florick

THE GOOD WIFE - Mind's Eye


Spoilers hasta el 6x14 de The Good Wife

En (el ya lejano) 1999, Spike Jonze debutaba como director, y nos descubría al guionista Charlie Kauffamn, por medio de Being John Malkovich (Cómo ser John Malkovich en castellano), un fascinante viaje por la psique de un Malkovich ficcionado. En aquel film, el protagonista se metía literalmente en la cabeza del famoso actor. Más de 15 años después, Michelle y Robert King (¿quiénes sino?) nos sumergen a nosotros, sus fieles espectadores, en la cabeza de la protagonista de su serie, The Good Wife (¿en cuál sino se haría algo así?). Eso sí, esta vez, el viaje por los engranajes mentales de una persona, no es literal. No nos metemos en la cabeza de Alicia (Julianna Margulies, esa bestia), sino que vemos como ésta funciona, cómo se producen sus pensamientos, cómo recrea los hipotéticos estados vitales en los que se puede ver envuelta. Al fin y al cabo los King no son Charlie Kauffman, ni Robert (que dirige el episodio) es Spike Jonze.

El capítulo, Mind’s Eye (6x14), se articula en torno a dos tramas (mitad mentales, mitad reales), por un lado, Louis Canning intentando sangrar económicamente a Lockhart, Florick y Agos, por otro, Alicia preparándose para una entrevista que le harán los editores de un poderoso periódico conservador de Chicago. Y en él vemos cómo las ideas de Alicia para salir bien parada de ambos envites, se enfrentan a los escenarios posibles, y van mutando, según se van topando con frenos e inconvenientes. Casi como si Alicia estuviera haciéndose un DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) a sí misma. Porque, no nos engañemos, ambas tramas no son más que una excusa para reflexionar sobre el punto vital en el que se encuentra Alicia Florick. All About Alicia. A una semana de las elecciones, cada día más apartada de la dirección de su bufete, deslizándose por la cuesta abajo moral que supone ascender por la escalera del poder, estamos ante una protagonista perdida en sí misma. De hecho, Alicia está tan perdida que el hecho de que su hija crea en aquello en lo que ella no puede creer, es un pilar al que agarrarse en la caída. Teniendo en cuenta todo esto, dedicar un capítulo entero a observar cómo intenta salir de sus propios laberintos es tan oportuno y fascinante.

Alicia con Will Gardner, o JFK, vete tú a saber

En realidad, Alicia no ha superado aún lo que pasó en Dramatics, your Honor (5x15). Posiblemente no lo supere jamás, a pesar de ese "Good Bye Will" que pronuncia al final del episodio. La figura de Will Gardner se mitifica a cada paso que damos. Básicamente porque su recuerdo no es un recuerdo real, es un recuerdo en potencia. La mera posibilidad de haber sido felices juntos. No el hecho palpable de que eran felices, porque incluso cuando estuvieron juntos, al inicio de la tercera temporada, su situación era tan precaria, que ni si quiera podemos hablar de que fueran felices. Entonces todo se reduce a ¿y si simplemente te hubiera amado? La reflexión sobre Gardner era pertinente, pero emplear a un actor que no era Josh Charles para recrear visualmente el encuentro en la cabeza de Alicia fue un error descomunal. ¿Tanto le costaba a Charles rodar un par de secuencias? ¿No se dieron cuenta de que la introducción de un doble tan cantoso rompía por completo el hechizo del capítulo? Porque en cierta forma, Mind’s Eye funciona como un trance. Te envuelve en su nebulosa de juegos mentales durante 43 minutos. Todo es tan real, todos los razonamientos de Alicia tan consecuentes con su forma de ser, y todos los escenarios que plantea tan verosímiles, que al final, aunque no sea de forma literal, sí que parece que estamos metidos en su cabeza. Que somos Alicia Florick. Este capítulo es la enésima demostración de que los King son unos de los autores con más personalidad y talento de la televisión (y que en CBS les permiten hacer lo que les venga en gana mientras no implique sexo y violencia), y de que The Good Wife es la mejor serie en emisión. 

jueves, 12 de marzo de 2015

Cambiar la historia

EL MINISTERIO DEL TIEMPO


Ese clásico giro de "You know nothing Jon Snow"

Esta semana La 1 ha emitido el tercer capítulo de El Ministerio del Tiempo, la serie creada por los hermanos Javier y Pablo Olivares. Este drama (sci-fi por su concepto, de aventuras por su ejecución) con toques de comedia, tiene como premisa la existencia de un Ministerio secreto encargado de gestionar una serie de puertas que al atravesarlas te conducen al pasado. A la vez, tiene que evitar que otras personas, ajenas a la institución, usen puertas que no están bajo su control, para alterar la historia, tanto de España como de la humanidad. Y así seguimos a tres funcionarios recién reclutados: un soldado de los Tercios de Flandes, una de las primeras mujeres universitarias de la Barcelona de finales del S.XIX y un enfermero del SAMUR de la actualidad (dos castellanos y una catalana, seamos políticamente correctos, y fieles a los dos centros de poder de España, no vaya a ser). Estos tres personajes, interpretados por Nacho Fresneda, Aura Garrido y Rodolfo Sancho, respectivamente, se dedican a luchar (junto a los veteranos y a los dirigentes del Ministerio) contra la alteración histórica. Precisamente mantener el rumbo de la historia pase lo que pase es la premisa fundamental sobre la que se asienta tanto el propio Ministerio, como la serie en sí misma. Pero... ¿y si nuestra historia es una mierda?

En los dos primeros capítulos, o unos villanos intentaban alterar la historia en su propio beneficio y/o esta sufría el riesgo de transformarse al ponerse en riesgo relevantes y beneficiosos acontecimientos del pasado (como el Siglo de Oro). Lo cual nos dirigía hacia un esquema en el que los buenos pretenden mantener el status-quo y los malos, aprovecharse de la manipulación de la historia. Sin embargo en este tercer episodio (centrado en los nazis y la reunión en Hendaya entre Franco y Hitler), muy superior a los anteriores y uno de los mejores que ha producido la ficción televisiva española, este esquema se vuelve más complejo. En una secuencia fabulosa entre Aura Garrido y Natalia Millán (una "enemiga" recurrente de los protagonistas), se plantea un nuevo escenario. ¿Y si hay gente que quiere cambiar la historia por el bien común? ¿Fue bueno para España, como recuerda el personaje de Millán, ganar la Guerra de Independencia (que centraba el primer episodio) contra Francia, permitiendo el regreso de los Borbones al poder? Fernando VII derogó la Constitución de Cádiz y volvió a sumir al país en el absolutismo. ¿Qué hubiera sido de España si no hubiera sido asesinado Prim? ¿Y si Franco hubiera muerto antes del alzamiento militar? ¿Y si?

Obviamente todo ello son teorías dentro de una historia que no pasó, y más allá de que El Ministerio del Tiempo juegue con estas ideas, la mera reflexión en torno a la idea de cambiar nuestra historia es interesante. ¿Por qué los humanos estamos tan orgullosos de nuestra historia, cuando la misma está bañada en sangre y destrucción (entre nosotros y del planeta)? Pero la cuestión va mucho más lejos. Más allá de la ciencia ficción, ¿no vivimos una constante reformulación de nuestra historia? Miguel-Anxo Murado publicó en Debate un libro muy interesante a este respecto titulado La invención del pasado: verdad y ficción en la historia de España. En este libro, Murado, disecciona la historia de España, o más bien, la historia que nos han contado de España, y descubre cómo la misma está alterada y manipulada a través de acontecimientos y discursos producidos en los dos últimos siglos, de cara a crear una historia unitaria de España que no tuvo lugar. Historiadores, pintores o literatos han contribuido a fijar en el imaginario colectivo acontecimientos que o no ocurrieron (la rendición de Breda) o han sido manipulados o idealizados (la propia existencia de España como una nación y un estado unitario desde los Católicos). La cultura es un arma muy poderosa, crea verdades, fija conceptos. La propia El Ministerio del Tiempo, cambiará para algunas personas la historia, aunque su premisa sea la no-alteración de la misma, básicamente porque al contárnosla, al reflexionar sobre ella (gracias TVE por llevar a cabo por fin una de tus labores como servicio público), estará generando un discurso producido desde un determinado punto de vista. Es lo hermoso, mágico y terrible que tiene la historia: cada uno la contamos según nos conviene ("cada quen fala da feira segundo lle foi nela", que diría mi abuela). Por eso El Ministerio del Tiempo más allá de ser una serie divertidísima, bien hecha, bien interpretada, con diálogos brillantes, y una clara apuesta por poner en valor nuestra cultura, es una serie tan interesante, e incluso relevante, más allá de su calidad como ficción televisiva y como entretenimiento de primera.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Los tres combates de Frank Underwood

HOUSE OF CARDS - Tercera temporada

Spoilers del tercer baile con la muerte del matrimonio Underwood
Combate 1: Frank Underwood vs. Viktor Petrov (aka Vladimir Putin)
Rounds: 3 // Ganador: Petrov (Putin) por KO en el tercer asalto

Dada la actual situación de tensión entre Rusia y Occidente (básicamente USA, Alemania y nosotros, sus acólitos) por la guerra civil en Ucrania (y en general por el papel de USA en lo que Rusia considera su área de influencia), abordar las relaciones entre las dos potencias mundiales era casi un deber para House of Cards. Y he de decir, que los tres enfrentamientos entre los dos presidentes fueron quizás lo más divertido y lo que mejor le ha funcionado a la serie este año. Al plantear esta trama, Beau Willimon y su equipo tuvieron varios aciertos de partida. Primero, no disimular lo más mínimo que el presidente Petrov es Vladimir Putin: ególatra, pérfido, sucio. Lo cual facilita la tarea de construirlo como un rival a la altura (en maldad) de Frank Underwood (Kevin Spacey, esa bestia), a la vez que lo hace más palpable, al vincularlo abiertamente con su referente real, de tal forma que lo único que les faltó es haberlo llamado Putinov. El segundo acierto fue plantear el enfrentamiento no sólo entre Frank y Petrov, sino darle mucha importancia a la figura de Claire (Robin Wright, otro año, espléndida). El tercero, salpicar el relato de secuencias en las que se enfrentaran casi al oído, entre susurros, aspavientos y puros. Y el cuarto, estructurarlo, básicamente, en tres actos.

Así, vemos el enfrentamiento inicial, en Washington (3x03), en el que se impone Underwood obligando a Petrov a volver con el rabo entre las piernas a Rusia. El segundo asalto (3x06), en Moscú, en el que por un lado vemos a los dos presidentes y por el otro a la primera dama luchando contra las convicciones de un activista gay americano encarcelado por los rusos. En dicho asalto Claire humilla públicamente a Petrov y desata la guerra entre ella y su marido, al tirar por tierra todos los esfuerzos de éste, de cara a la obtención de la paz en Oriente Próximo. Y el tercer asalto, en territorio neutral, el Valle del Jordán, que se ha convertido en un polvorín, dentro del plan de venganza de Petrov contra los Underwood. Quizás sea el enfrentamiento menos lucido, sobre todo porque es el más breve y el más sencillo visualmente. En él, Underwood cae definitivamente en la tela de araña que le ha ido tejiendo un Petrov que logra todo lo que perseguía, frente a un líder americano derrotado. Petrov/Putin vence por KO.

Combate 2: Frank Underwood vs. Josiah Bartlet
Rounds: 2 // Ganador: Bartlet a los puntos

Comparar a House of Cards con The West Wing es una de esas trampas en las que ha caído todo el mundo desde el estreno de la primera. Sobre todo para decir lo diferentes que son. Si una es perversa, la otra idealista, si una es trágica y solemne, la otra está salpicada de humor, si una es pesimista, la otra es optimista. Pero ambas son igual de poco realistas. Esta temporada en la que la serie de Willimon ha dejado gran parte de su armazón de thriller para volverse más política, los puntos de encuentro han aumentado exponencialmente. Varias de las tramas exploradas por House of Cards este curso ya fueron tratadas anteriormente en The West Wing: la vacante (o no) en el Tribunal Supremo, la relación con Rusia, la campaña electoral en Iowa, la pseudo-seguridad social americana (en TWW se buscaba su sostenimiento a largo plazo, en HoC su demolición) y la paz en Oriente Próximo. Precisamente en este último terreno es dónde las comparaciones tornan inevitables.

Desde la creación de Israel, ha sido una obsesión de todos los presidentes de Estados Unidos (sobre todo de los demócratas) poner fin al conflicto israelí-palestino. Estados Unidos es el principal valedor internacional de los israelís, y ese papel cada vez le resulta más pesado, dada la deriva hacia la derechización y el enrocamiento de ese país, así como la situación de tensión permanente en la que está sumida la zona. Pues bien, Bartlet y Underwood no iban a ser menos, y ambos trazan ambiciosos planes para lograr la consecución de los dos estados. Bartlet sienta en Camp David a israelís y palestinos y al final logra el acuerdo entre ambos convirtiendo Jerusalén en un área controlada por una fuerza militar internacional. Mientras que Underwood pretende conseguir el apoyo de Rusia para alcanzar dicha paz, enviando también soldados al Valle del Jordán. Pero, obviamente, fracasa. Porque si ya es difícil poner de acuerdo a israelís y palestinos, añadir a la fórmula a los rusos es una quimera. Bartlet 1 – Underwood 0. Ambas aproximaciones son poco realistas, pero incluso teniendo en cuenta esto, la de The West Wing es bastante más compleja y tangible (si Israel no estuviera en manos de una derecha radical e intransigente).

Más allá de todas estas tramas comunes, generalmente abordadas con mayor profundidad por la serie de Sorkin (aunque muchas de ellas se desarrollaron post-Sorkin, como la de Oriente Próximo), el gran enfrentamiento entre Underwood y Bartlet tuvo lugar ante Padre, Hijo y Espíritu Santo. Para aquellos que no hayan visto The West Wing, su capítulo icónico por excelencia, aquel del que se dice que es sin duda alguna el mejor es Two Cathedrals (2x21). Vamos, el equivalente al The Suitcase de Mad Men o al Ozymandias de Breaking Bad. Y dentro de ese maravilloso, triste, hondo y desolador capítulo, hay una secuencia, la del enfrentamiento entre Bartlet y Dios en la catedral de Washington que pasará a la historia de la televisión. El punto exacto en el que Aaron Sorkin alcanzó su cumbre como escritor. Teniendo en cuenta este hecho, Willimon y la guionista del 3x04, Laura Eason, llevan al pérfido Underwood ante Dios, justo en el momento en el que su futuro presidencial se tambalea con más fuerza. ¿Y qué hace Underwood? Le escupe al cristo que hay en el altar y cuando intenta limpiarlo lo tira y éste acaba roto en mil pedazos. Es una imagen poderosa, sin duda. Pero, como siempre en House of Cards, exagerada. El principal problema de la serie es que carece de toda sutileza, está contada siempre en carne viva y a gritos. En la secuencia de The West Wing, tras enfrentarse a Dios, un dolido Josiah Bartlet apaga un cigarrillo en el suelo de la catedral y se va. Ese acto viniendo del católico Jed es de una sutileza desgarradora. No hace falta más. Es mucho más impactante ese pitillo estampado contra el suelo que la figura de Cristo convertida en polvo de cerámica. Bartlet 2 – Underwood 0.

Combate 3: Frank Underwood vs. Franklyn Delano Roosevelt y Lyndon B. Johnson
Rounds: 13 // Ganador: Lo veremos en la cuarta temporada

Los dos grandes referentes presidenciales de los demócratas son Kennedy y Roosevelt. De hecho es posible, que por mucho que se haya mitificado a JFK, Lincoln, Jefferson o Washington, Roosevelt sea el presidente más importante en la historia de Estados Unidos. Además de ser el líder que más tiempo estuvo en el cargo, Roosevelt cogió al país en plena Gran Depresión para dejarlo en la posición adecuada para convertirse en el Imperio Americano que sería en la segunda mitad del S. XX. Por el camino, los Aliados ganaron la II GM, se sentaron definitivamente las bases de lo que sería el Partido Demócrata en el plano ideológico y se implantó el New Deal, y con él un pobre Estado del Bienestar en USA. Aún a día de hoy, el New Deal es el programa político más ambicioso en la historia de Estados Unidos. Teniendo en cuenta todo esto, es muy curioso que House of Cards haya decidido abordar la figura de Roosevelt, y la de Lyndon B. Johnson, para hacerles una enmienda a la totalidad. Y más cuando su protagonista es un demócrata. Claro, que Frank Underwood no responde a ideologías, sólo a las artimañas del poder. De mantener el poder en este caso. Y la gran idea de Underwood para mantenerse en la presidencia es poner en marcha America Works, un amplio programa legislativo que, básicamente, dejará sin fondos a Medicaid, Medicare (los programas que garantizan la sanidad a los pobres y a los ancianos, respectivamente) y demás programas sociales, para destinar esa ingente cantidad de dinero a dar empleo a los 10 millones de parados que hay en USA (en realidad en la América de Obama, hay 9 millones). Obviamente tanto demócratas como republicanos se oponen, unos porque destroza la seguridad social y por tanto la protección a los más débiles, los otros porque supone aumentar el papel del Gran Gobierno como principal benefactor del ciudadano. Ante la parálisis del Congreso, vemos a Frank mintiendo a sus ciudadanos, forzando la Constitución y las leyes, manipulando las funciones del Gobierno y, en última instancia, asociando su campaña electoral con la implantación de America Works. Demagogia, autoritarismo e ilegalidad. El combo perfecto. 

La asociación America Works – primarias demócratas a la presidencia, es el hilo conductor de esta temporada. De ahí que el enfrentamiento entre el delirante (e inviable) plan de Underwood y los restos de las políticas sociales impulsadas por Roosevelt y Johnson se extienda durante los 13 capítulos. Es curioso, además, que Underwood enmiende a estos dos presidentes porque quizás sea a ellos (y a Nixon, delictiva y pérfidamente brillante; y a Clinton, sureño centrista incapaz de contenerse, a todos los niveles) a los que más se parezca. De Roosevelt tiene cierta dimensión autoritaria que busca reducir a cenizas la separación de poderes, la ambición de controlarlo todo y una compleja relación (de poder) con su mujer. Desde luego si Claire Underwood se parece a una primera dama es a Eleanor Roosevelt (y un poco a Hilary Clinton, claro). De Johnson tiene la ambición, la capacidad de conspirar en las sombras y la obsesión por no verse eclipsado, el trauma de ser un eterno segundón. A lo largo de toda la temporada vamos viendo como los Underwood se enfrentan a su pasado y al pasado de su país, intentando sobrevivir en un mar cada vez más convulso. Entre los enemigos exteriores (Rusia) y los interiores (el Congreso, la rival de Frank en las primarias demócratas, Heather Dunbar), van desgarrándose para seguir en pie. Al final de la temporada, Frank vence por los pelos en los caucus de Iowa, pero Claire lo deja plantado en "su" Casa Blanca. Ejercer el poder, trae consigo un alto precio.

martes, 3 de marzo de 2015

Un hombre (que no era) para la eternidad

WOLF HALL


Si no sabes qué fue de Ana Bolena, no sigas leyendo, spoilers históricos

En 1966, Fred Zinnemann dirigió A man for all seasons, traducida al castellano como Un hombre para la eternidad, una mirada compleja al reinado del político Henry VIII desde la perspectiva de Thomas More. Cogiendo el testigo de aquel excelente film (que ganó 6 Oscar, incluido el de Película), el director Peter Kosminsky y el guionista Peter Straughan, vuelven a lanzar una incisiva mirada hacia los Tudor en la miniserie de BBC, Wolf Hall, aproximándose a ellos otra vez a través de un subalterno, en esta ocasión Thomas Cromwell. La ficción narra el tramo temporal entre el divorcio de Henry VIII (Damien Lewis, fabuloso) de Catalina de Aragón y la condena a morir en el patíbulo de Anne Boleyn (Claire Foy, a la vez dura y delicada). Todo ello abordado desde la perspectiva de Cromwell, que pasa de ser mano derecha del caído en desgracia cardenal Wosley (Jonathan Pryce, siempre un placer) a brazo ejecutor del propio Henry VIII, mientras tiene que lidiar primero con los opositores al divorcio real, liderado por More (Anton Lesser, entre cínico y sincero) y con el propio clan Boleyn, que ocupa las principales estancias de poder mientras Anne es reina consorte.

Volviendo a la comparación con A man for all seasons, uno de los discursos más interesantes que hila la miniserie, viene a ser una enmienda a la totalidad a la beatificación que la historia ha hecho de Thomas More. No es que el More de Wolf Hall no sea un hombre brillante de rígidas convicciones como aquel “hombre para la eternidad”. Si no que su retrato se vuelve mucho más complejo, con más aristas, situándolo debidamente en un panorama de intrigas y luchas de poder encarnizadas. More tiene una agenda, lleva a cabo una estrategia política, no es ningún santo, es otro actor más inmerso en las catacumbas del poder. Si hasta ahora nos habían dicho que Thomas More era bueno y Thomas Cromwell malo, esta miniserie, que adapta un libro homónimo, sostiene que ambos eran hombres sumidos en la espiral enfermiza del poder, que intentaban conciliar sus intereses (su propia supervivencia) con sus creencias y sus valores. Con esto no estoy diciendo que el enfoque de Wolf Hall sea el adecuado, de hecho ha despertado controversia en UK, porque muchos historiadores denuncian que efectivamente Cromwell era un monstruo. Pero desde luego, esta aproximación histórica es refrescante.

Podríamos, a partir de este conflicto entre More y Cromwell, decir que la serie, narrada siempre desde los ojos entre cansados y escépticos del segundo, se mueve en función de las interrelaciones del mismo. Entre el cardenal Wosley, Anne Boleyn (y todo su clan), Thomas More y Henry VIII van construyendo la personalidad de un hombre convertido en enigma histórico. Jhomas Cromwell era eso que en nuestras democracias representativas actuales se llama “hombre de Estado”, un titiritero en las sombras del poder. Astuto, inteligente, complejo y práctico. Buscaba conciliar lo que él consideraba que eran los intereses de Inglaterra con su propio progreso personal, primero, y su propia supervivencia, después.

Al respecto del poder, Wolf Hall nos dibuja un mundo en el que cuanto más alto subes más probable es que te vengas a bajo y que más dura sea la caída. Decía Wenceslao Galán en El fuego en la voz que “poder es poder matar, por eso la amenaza es siempre amenaza de muerte”. Cuanto más poder amasa Cromwell, más cerca está su final, más enemigos tiene y es más posible que el rey al que sirve le dé la espalda por miedo a dicha acumulación de poder. Por eso el Cromwell de Wolf Hall es un personaje condenado de antemano. Si retrocede lo devoran, si avanza, terminará por precipitarse hacia el vacío.


Soy consciente de que hasta este momento no he mentado al actor que interpreta a Thomas Cromwell. Creía que se merecía algo más que dos palabras. Mark Rylance, uno de los hombres más importantes del teatro británico de las últimas tres décadas, es el encargado de dar (una lacónica) vida a Cromwell. Firma una de las interpretaciones más perturbadora y estremecedoramente contenidas que haya visto jamás. Un ejercicio interpretativo abrumador. Sin levantar la voz. Sin hacer aspavientos. Arrastrándose por la escena hasta impregnarlo todo con su mirada y su gesto desconfiado, descreído. Mark Rylance es el pilar central que sostiene esta  mayúscula obra audiovisual. Pero no menos brillantes son una puesta en escena cuidadísima (hay primeros planos de Rylance que son narrativamente brutales, la secuencia del patíbulo desprende una frío insano acojonante); y una brillante y precisa labor de escritura, plagada de diálogos finísimos y crudos. Wolf Hall, dibuja una época, reflexiona sobre el poder y se constituye en un entretenimiento de primera que cuece las intrigas a fuego lento y capta lo peligroso que era vivir en la corte de un rey que un día parecía un niño (febril, enloquecido, embobado) y al siguiente un monstruo (colérico, dictatorial, paranoico). Dado que la historia de Cromwell queda sin terminar (no hemos visto su caída), ojalá BBC decida (en un movimiento 100% marca de la casa) darle una segunda temporada que cierre el relato sobre un hombre al que la historia ha pretendido negar  la eternidad.