LOS OSCAR 2014 / 1
Estados Unidos está viviendo en
el último año un extraordinario e inquietante rebrote del racismo. Policías
blancos asesinando a negros en circunstancias muy turbias. Grandes jurados con
mayoría de blancos absolviéndolos. Voraces protestas callejeras. Hay en Estados
Unidos, como en todo el mundo occidental, una desigualdad creciente que recorre
el país de costa a costa, pero sobre todo en sus ciudades, cada vez más
bipolares. Y allí, el país multirracial y de inmigrantes, la tierra del sueño
americano, esta desigualdad torna en racismo. En este convulso contexto social
(y político y económico), el ninguneo a Selma
en las nominaciones de los Oscar (sólo mejor película y mejor canción) y el
hecho de que los 20 intérpretes nominados en las categorías de interpretación sean
blancos, han caído como bombas, provocando un gran ruido mediático.
Hemos
pasado de la posibilidad de ver a la primera mujer afroamericana nominada al
Oscar a la mejor dirección (Ava DuVernay) a una cosecha muy pobre para esta
minoría. Sin embargo, no es la única minoría que debería sentirse infrarrepresentada
en estos Oscar. Más preocupante que la poca diversidad racial de los premios,
es el hecho de que por primera vez desde 2005 ninguna de las películas
nominadas en la categoría reina esté protagonizada por una mujer. Algunos
sostendrán que The Theory of Everything
está coprotagonizada por una, la mujer de Stephen Hawking, interpretada por la
nominada al Oscar, Felicity Jones. Sin embargo el film gira en torno a él. Ella
es un apoyo, toda su construcción como personaje gira en torno a su marido (o
en torno al personaje de Charlie Cox).
Por lo tanto, en estas 10 últimas
ediciones de los Oscar, en 2 ocasiones no ha habido ningún film protagonizado
por mujeres en la categoría de mejor película (2005 y 2014). En el caso de los
afroamericanos ha pasado en 4 ocasiones (contando a Crash, un film sobre el racismo, como film protagonizado por negros),
aunque sólo una de ellas tuvo lugar desde que la categoría se amplió a más de 5
nominadas (2010, el año de The King’s
Speech). Testeemos ahora la representación de otras minorías, dejando claro
que hablamos de minorías en lo relativo al (ejercicio del) poder, no a la
cantidad de personas que forman parte de las mismas. Los homosexuales también
han protagonizado alguna película nominada a mejor film del año en 5 años de
los últimos 10, si bien en 2014 esa película es The Imiatation Game, justamente acusada de restarle importancia al
hecho de que Alan Turing se suicidara tras ser condenado por homosexual. Los
latinos ni una sola (aunque en Babel y
Crash andan por el medio). Los
asiáticos han protagonizado varias películas nominadas, e incluso una ganadora,
Slumdog Millionarie, sin embargo
siempre estamos hablando de asiáticos en Asia, no en Estados Unidos (o en otro
país occidental). Por su parte, los ancianos (un colectivo cada vez más
numeroso), más allá de The Queen, Benjamin
Button y Frost/Nixon, dónde se nos muestran a ancianos que no tienen una
vida de ancianos, sólo han estado en mejor película en las dos anteriores
ediciones, 2012 (Amour) y 2013 (Nebraska y Philomena). Mientras que en lo que respecta a la infancia/juventud
casi todos los años hay películas protagonizadas por niños o menores de 30
años, nominadas, en 2014, Boyhood y Whiplash. Lo cual tiene bastante sentido
porque los jóvenes son una minoría en el terreno del poder, pero el principal
público objetivo de las industrias culturales.
En un país que ha elegido dos
veces a un presidente afroamericano gracias al apoyo de las minorías (mujeres,
negros, latinos, jóvenes, homosexuales), frente a la mayoría que siempre ha
ostentado el poder (el hombre blanco heterosexual de clase media o alta), es
paradójico ver como esto no tiene un reflejo adecuado en su producción cultural
de masas, ejemplificada aquí en los premios de la Academia de Cine. Claro está
que no es que los Oscar discriminen a las minorías, es la propia industria y
el propio público los que lo hacen. Los Oscar son un mero reflejo de un hondo problema sistemático.
Obviamente algo está cambiando,
sobre todo en la televisión. Los dos estrenos de lo que va de temporada
televisiva con mejores audiencias han sido dos series protagonizadas por mujeres
negras (How to get away with murder y Empire). Sin embargo sigue siendo difícil
ver grandes películas (ya sea en cuanto a calidad o en cuanto a dimensión)
protagonizadas por mujeres, por afroamericanos, por homosexuales, por ancianos
o por latinos. Muy curioso resulta el último caso, teniendo en cuenta que cada
vez hay más latinos en USA, cada vez viven mejor, cada vez tienen más poder y
por lo tanto cada vez consumen más. Quizás por ello, Jane the Virgin ha
levantado tanto entusiasmo entre críticos, redes sociales y premios (no así
entre la audiencia), y quizás también por esto mismo se están preparando cada
vez más series protagonizadas por latinos y orientadas al mercado latino.
No creo que de estas nominaciones
a los Oscar haya que extraer un mensaje de alarma, pero desde luego es un toque
de atención. Estos Oscar no reflejan la diversidad actual de las sociedades
occidentales, ni tampoco (pero de eso hablaré en otro post), la diversidad y
efervescencia de las industrias cinematográficas, tanto la americana como las
extranjeras. En 2010, 4 de las 10 películas nominadas al Oscar al mejor film
estaban protagonizadas por mujeres: Black
Swan, The Kids are all right, Winter’s Bone y True Grit, es decir, una bailarina con una enfermedad mental, dos madres
de familia, una lesbiana y la otra bisexual, una chica white trash y una niña en el salvaje Oeste. Pero incluso en aquel
interesantísimo año tanto en el aspecto extra-cinematográfico como en el
puramente cinematográfico (con Fincher, Aronofski y los Coen nominados en mejor
dirección), no hubo diversidad racial (aunque sí social) y al final el Oscar lo
ganó una película sobre un Rey británico y su director recién llegado se impuso
a 4 (o 3, sí consideramos a los Coen como una unidad) de los cineastas
americanos más relevantes de las últimas décadas.
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