lunes, 6 de octubre de 2014

Esto se acaba

Jódete y baila


Algunas de las series más influyentes y relevantes del último lustro han terminado o terminarán a lo largo de la actual temporada televisiva. En verano echaron el cierre True Blood, convertida en un circo desde hace 4 años, pero aún así una serie de peso sobre todo en sus 3 primeras temporadas; y The Killing, una de las primeras víctimas insignes del arte del hate-watching. Antes de navidad, Sorkin nos enseñará los 6 últimos capítulos de The Newsroom, esa serie que no pudo ser. Y en la primavera de 2015 se despedirán dos de mis series favoritas, una tal Mad Men, quizás hayan oído hablar de ella, y esa obra de autor mayúscula que es Louie. Además de estas ficciones ya emitidas o por emitir, hay dos que están en antena ahora mismo, los dramas criminales Boardwalk Empire de HBO y Sons of Anarchy de FX. Con ellas se termina, en cierta forma, una 2ª generación de series (y autores) de lo que se ha venido en llamar la 3ª Edad de Oro de la Televisión (americana).

Si la 1ª generación fue la de David Chase (The Sopranos), David Simon (The Wire), David Milch (Deadwood), Alan Ball (Six Feet Under) o Shawn Ryan (The Shield). Esta 2ª generación combinó:
 - Nuevas series de los creadores de la 1ª generación: Simon con Treme, Ball con True Blood, Ryan con Terriers, Milch con Luck, Kohan (Weeds) con Orange is the new black
- Series creadas por guionistas curtidos en las cocinas de las grandes ficciones de la 1ª generación. Como Weiner (Mad Men), Kessler (Damages) y Winter (Boardwalk Empire) que salieron de The Sopranos. O como Kurt Sutter que fue guionista en The Shield.
- Creadores que habían crecido artística y profesionalmente en importantes dramas de networks (al igual que pasara con los autores de la 1ª generación). Gente como Vince Gilligan (Breaking Bad) o Gordon y Gansa (Homeland).
- Creadores recién llegados al medio. Desde el matrimonio King (The Good Wife) hasta el tándem Benioff-Weiss que dirige la nave de Game of Thrones, pasando por la polémica (y brillante) Lena Dunham de Girls o el showrunner de la adaptación USA de House of Cards, Beau Willimon.

Brett Martin en su libro Difficult Men, llama “los herederos” a los principales representantes de esta segunda oleada televisiva dentro de la 3ª Edad de Oro. Si tenemos en cuenta que las dos principales ficciones de esta ola, Breking Bad y Mad Men, han terminado o están a punto de hacerlo, y que lo mismo pasa con otras dos de las más influyentes como Sons y Boardwalk, que ya están en su recta final, nos encontramos con que quizás haya que empezar a hablar del final de esa segunda generación y el salto hacia una tercera.

Dos series sacudieron la burbuja seriéfila a principios de año (en la recta final de la temporada televisiva pasada, por lo tanto), y mucho se ha escrito sobre ellas, desde la HBO, True Detective, y desde FX, Fargo. Ambas, dos series antología (cada temporada cuenta una historia cerrada e independiente), escritas por un único guionista (Nic Pizzolato y Noah Hawley, respectivamente), y que cuidaban el plano formal hasta extremos pocas veces vistos en televisión (quizás, sólo en Breaking Bad). Es posible que el estreno de ambas ficciones haya supuesto el pistoletazo de salida para esta nueva tercera generación y que no seamos capaces de discernirlo con claridad hasta dentro de unos años. Nadie, cuando AMC estrenó las series de Weiner y Gilligan, sabía que estaba abriendo una segunda fase en la revolución televisiva del cable que se iba a distinguir por la brutal diversificación de la oferta (y el talento).

Destino final: Sangre
Como hemos dicho, actualmente están en emisión las últimas temporadas de Sons of Anarchy y Boardwalk Empire. La primera ha completado ya su primer tercio y la segunda ya ha sobrepasado el ecuador. Ambas se han limitado a preparar el terreno de las guerras que vendrán. En la primera todo girará en torno a la familia, mientras que en la segunda lo hará en torno al poder. Han llegado quizás un poco exhaustas a la línea de meta. En el caso de la serie de Sutter, me atrevo a quitarle el “quizás”. A pesar de los golpes de genio (que los sigue teniendo), a Sutter se le ha ido la serie de las manos, demasiados capítulos para una historia que no requería tantas temporadas. Dice Martin en su libro que “la filosofía de Sutter podía resumirse en no utilizar nunca una simple pistola si puedes utilizar una granada”. Esto en Sons, no es aplicable sólo a cómo se plantea la violencia. Si no que va más allá. Esa frase resume en sí misma la forma de escribir de Sutter. ¿Por qué ir sembrando las tramas como harían, por ejemplo los King de The Good Wife, si puedes tirar de explosiones narrativas salidas de la nada? Los giros bruscos e enrevesados de la serie son su principal seña de identidad, su principal herramienta para crear adicción en el espectador, pero también su principal debilidad, lo que ha hecho que la serie se fuera diluyendo y estrellándose en callejones sin salida.

En cambio el declive de Boardwalk Empire, que desde luego es mucho menos acentuado que el de la serie de Sutter, no se ha debido a errores a la hora de plantear el discurrir del relato. La serie de Winter siempre ha tenido un problema a la hora de construir sus temporadas. Exigía al espectador soportar una primera mitad tibia, incluso pesada, para después ofrecerle una segunda mitad hasta arriba de dinamita. Esta dicotomía en la estructura le ha planteado siempre muchas críticas. Pero a nivel macro del relato en su conjunto, el problema de Boardwalk Empire ha residido en que de los tres protagonistas que tenía en un principio ha llegado al final sólo con uno de ellos. Y que además la historia cuenta el declive de dicho protagonista. De la Atlantic City frenética de la primera temporada poco queda ya. Ahora, llegados a la quinta, nos encontramos con una ciudad paralizada, flotando sobre una balsa que se hunde poco a poco. No es casual por lo tanto, que el 4º capítulo, haya sido el mejor. Por un lado ha tenido mucho peso uno de los personajes principales de la serie que se había diluido en el relato. Y por otro, la acción se ha partido entre Atlantic City (y Cuba) y Chicago. Si Boardwalk Empire cuenta el declive de Nucky Thompson (y Atlantic City), también narra el ascenso de Al Capone (y Chicago). He tenido varias conversaciones en Twitter con seguidores de la serie, y todos nos hemos puesto de acuerdo en pedir un spin-off centrado sólo en el bueno de Al.

Más allá de todo lo dicho, lo importante es dilucidar si la televisión está preparada para el final de estas ficciones, si hay proyectos que recogerán el testigo. Series como las ya mentadas True Detective y Fargo, hacen creer que sí, que la 3ª Edad de Oro de la televisión seguirá viva y expendiéndose hacia nuevos territorios (tanto en temáticas y estilos como en lo referente a nuevos medios). Habrá que ver si están al nivel de sus predecesoras. 

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