martes, 29 de abril de 2014

Los lunes primaverales son un puto placer

GAME OF THRONES / THE GOOD WIFE / MAD MEN








Desde hace 3 semanas en Estados Unidos se emiten la misma noche mis tres dramas favoritos de la televisión actual (sin contar a Breaking Bad que aún es una serie de esta temporada televisiva que se acaba en poco más de un mes). En HBO, Game of Thrones, ese movimiento de masas. En AMC, Mad Men, esa joya de paso tranquilo. En CBS, The Good Wife, ese drama en estado de gracia constante. Para los seriéfilos los lunes son durante todo el año el día grande de la semana, el día de las series más potentes. Un día feliz aunque sea el peor para el resto de la humanidad, cuando aún el siguiente fin de semana queda lejos en el horizonte y el anterior muy fresco en la memoria. Un día llamado pereza. Sin embargo, cuando suena el despertador no pienso en todo lo que tengo que estudiar, sino en todo lo que tengo que bajar. Sobre todo en estas tres series.

Game of Thrones me obsequia con la hora más efímera de mi semana. En ningún otro momento de la misma los minutos se precipitan a esa velocidad. Me obnubila. También es la que genera más polémica. Todo el mundo ve esta serie. Seriéfilos y no seriéfilos, es quizás la serie que más se comenta ahora mismo. La serie del amor en masa. También es la ficción con dos tipos de espectadores más claros. Por un lado, los que han leído los libros. Por otro, los que no. Ayer por la noche tuve una discusión bastante fea con una persona a la que quiero mucho a cuento de la serie, que el domingo emitió el cuarto capítulo de su cuarta temporada. Él, que ha leído los libros, observa el tablero del amigo George R. R. Martin (y de Benioff y Weiss, los jefes del cotarro televisivo) desde arriba, dándole a todas las tramas importancia, porque todas son importantes de cara al discurrir final de esta historia de hielo y fuego. Yo, en cambio, tengo una filosofía al sentarme a verla más en la línea del partido a partido del Cholo Simeone. No pienso en “hacia dónde vamos” sino en “dónde estamos”, tengo una visión a corto plazo, me acurruco a los pies del rey (vamos, Tywin Lannister) esperando en cualquier momento el jaque mate.

La consecuencia de todo esto es que para mi amigo es importante el equilibrio entre tramas en cada capítulo, en cambio yo quiero que tengan más minutos las historias con las que disfruto más, las del sur, frente a las del norte, más desconectadas ahora mismo, pero obviamente trascendentales de cara al futuro. A mí la trama de Bran no me gusta mucho, lo cual no quiere decir que no la disfrute, que no valore sobre todo cómo han conseguido dotarla de una atmósfera malsana y lúgubre fascinante. En cambio a él le gusta mucho porque sabe que la vertiente mágica de Bran es trascendental para el relato. Es un pensamiento macro, frente a uno micro. Son dos formas de ver la serie, diferentes sobre todo en las expectativas de cara a los capítulos, pero igual de válidas. Al final, lo importante cuando ves una serie es disfrutarla, que te haga feliz. Y a mí me hace muy feliz Game of Thrones siempre, aunque me guste más ver a la matriarca Tyrell presumiendo de que era una fiera en el sexo cuando era joven, que a Arya (que es puro carisma, ojo) y el Perro sobreviviendo en un campo de batalla post-bélico muy peligroso, de vientos del norte gélidos y enigmáticos.

En cambio, The Good Wife es la serie del consenso y de un tipo de espectador mucho más homogéneo. Como es una serie infinitamente más minoritaria, los que la vemos somos talifanes, no muy numerosos, pero sí muy ruidosos. Abrir twitter un lunes por la noche es ver una retahíla de piropos hacia la serie de los King. Muchas veces no necesitas escribir nada porque todo lo que piensas está ya dicho. The Good Wife navega esta temporada a velocidad de crucero, con esa elegancia que tienen las series grandes cuando están en la cima de su calidad artística. Da igual que sea un capítulo de puñaladas internas como el anterior, o uno mucho más procedimental y de ritmo frenético como el último, Tying the Knot (5x19), dirigido con energía y pulso narrativo por Josh Charles. Si Game of Thrones me da la posibilidad de hablar con mis amigos sobre ella y me hace pasar la hora más breve de la semana, The Good Wife me permite talifanear por twitter y me obsequia con los 43 minutos más divertidos de mi semana, esos que espero como un niño la llegada de los Reyes Magos.

Don Joker Draper

En último lugar, Mad Men, y la primera parte de su última temporada. Los 47 minutos semanales de la obra de Matthew Weiner son los que más paz interior me producen. Simplemente le doy al play y veo a esos personajes que conozco tan bien y que a la vez tienen tanto oculto tras sus fachadas, moverse, hablar, pelearse. Me abstraigo de la vida real, me bajo de mi mundo para subirme al de la serie. Como si nada más pasara a mi alrededor. No pierdo la noción del tiempo como con Game of Thrones, viendo Mad Men siento todos y cada uno de los minutos pasar, simplemente, no me importa. Mi personaje favorito de la serie es Peggy, que ha comenzado el curso bastante maltratada por Weiner, sin embargo el motor del relato más que nunca está siendo Don Draper, ese hombre consciente por fin de sus errores, que resignado intenta arreglar lo estropeado durante años. El viaje que nos propone Weiner este año, este viaje de redención tras la caída, es interesante y emotivo, y funciona, porque está escrito con precisión y cariño, pero no con benevolencia.

En mi opinión, y haciendo balance de estas tres semanas de Cersei Lannister, Diane Lockhart y Joan Harris reunidas en una misma noche, diría, sólo a modo de juego, que las tres semanas ganó The Good Wife, teniendo, eso sí, a su favor que está en la recta final de su temporada, mientras las otras dos no han llegado ni al ecuador de la misma. La primera semana, Game of Thrones con el capítulo de la Boda Púrpura (The Lion and the Rose, 4x02) se impuso claramente a la tibia season premiere de Mad Men (tibia más por el estado de sus protagonistas, arrinconados, que por la serie en sí, es decir más por cuestiones internas del relato que por otra cosa). Pero en la segunda y en la tercera semana, yo, particularmente (o in my opinion que mandaría decir una juez de The Good Wife) disfruté más de los publicistas que del caos de poder de Westeros. Pero lo realmente importante es que las tres me han hecho muy feliz, las tres, juntas o por separado, hacen que mis lunes de esta primavera invernal (winter is here), sean un puto placer.

domingo, 27 de abril de 2014

El poeta del espacio como trampa mental

ROMAN POLANSKI


Las puertas que se van cerrando sobre el protagonista en Venus Fur

Ayer vi Six Degrees of Separation (1993), adaptación de una obra de teatro a cargo de Fred Schepisi, que bucea en los secretos, mentiras y banalidades de la clase alta neoyorkina, ya se sabe esos poderosos profesionales liberales (médicos, abogados…) cuya vida consiste en un continuo salto de fiesta en fiesta. Hoy vi en cambio Rosemary’s Baby (1968). Quizás la película más emblemática de Roman Polanski, ese hombre llamado pecado. En el último mes he visto además, Death and the Maiden (1994) y su último film, Venus Fur (2013). Las tres son unos thrillers psicológicos increscendo construidos en base a escupir las miserias del ser humano. Y los tres discurren casi (el primero tiene más escenarios) en torno a un único espacio. En Rosemary’s Baby el edificio diabólico, en Death and the Maiden, la casa perdida en un país latinoamericano post-dictadura, en Venus Fur, un decrépito teatro parisino. Nadie maneja la puesta en escena en un espacio cerrado y asfixiante como Polanski. Ni tampoco nadie se mueve tan bien como él en las aguas turbias de la maldad humana.

Volviendo a Six Degrees of Separation, me pasé las dos horas de película, sobre todo la primera de ellas, la mejor, la del discurso más claro, pensando, ¿qué hubiera hecho Polanski con este material? Hubiera hecho algo más oscuro, enfermizo e hipnótico. Le falta a la película mucha personalidad, también un protagonista (Will Smith haciendo de torturado joven psicótico gayer sensible e inteligente, no, simplemente no) creíble en su ambigüedad, y dirigir la trama directamente hacia el final (la subtrama con Heather Graham es un error). Six Degrees of Separation punza, pero no hiere. En Carnage (2011), Polanski, en único espacio (con homenaje incluido a El ángel exterminador  de Luis Buñuel), un piso de un matrimonio de clase media-alta, ponía negro sobre blanco la crisis de la burguesía (otra vez Buñuel), del matrimonio y la familia como instituciones a la deriva, del clasismo y la condescendencia con la que cierta clase de hombres pululan por el mundo. Todo eso en único espacio. Y la película era sobre todo, fluidez. Nadie mueve la cámara como Roman Polanski entre las cloacas del alma. Ni nadie es capaz de lograr que el espacio psicológico que se va estrechando en torno a los personajes, haga que nos olvidemos de que nosotros también estamos atrapados en único espacio, finito y limitado. El mensaje que vomita su cámara al final es: no hay prisión más angustiosa que la mental.

Si en la cinta de Schepisi se observa, desde la ironía, a sus personajes con cariño, con piedad, podríamos decir, en las películas de Polanski que he mencionado pasa todo lo contrario. Los personajes que las habitan están podridos por dentro porque dejan que sus miedos o sus más bajos instintos los gobiernen. Son una amenaza que Polanski nos arroja a la cabeza. Estos podéis ser vosotros. Podéis dejaros llevar por el sexo más enfermizo como en Bitter Moon (1992) o por la ambición de poder más desmedida como en The Ghost Writer (2010). El mal habita en todos nosotros. A veces incluso, literalmente, como en Rosemary’s Baby. Y no hay escapatoria. Por eso los personajes de Carnage no pueden llegar más allá de la puerta del ascensor, o por eso Mathieu Amalric se ve forzado a hacerle la audición a Emmanuelle Seigner en Venus Fur. Somos prisioneros de nosotros mismos, y eso lo traduce Polanski a imágenes a través del espacio físico, entablando una poderosa conexión entre la psique humana y el mundo exterior. Al final, todo es una representación. En su cine el angustioso espacio no es más que la plasmación del terror que tenemos encerrado en nuestras almas.

Pd1: Me faltan muchas películas de Polanski por ver, ojalá vea todas pronto.
Pd2: Para la mayor fan de Roman que conozco.

jueves, 24 de abril de 2014

Episodio V: Dan Harmon contraataca

COMMUNITY – Quinta Temporada


¿Quién dijo meta?

Tras su airado despido al final de la tercera temporada, Dan Harmon, creador y showrunner de la sitcom más meta y referencial de la televisión, Community, volvió a tomar los mandos de la misma tras el descalabro que supuso la cuarta entrega. Estos 13 nuevos episodios rodados bajo el mando de Harmon, han devuelto la serie a sus esencias y la han reconciliado con los fans decepcionados con la cuarta temporada. Harmon ha hecho borrón y cuenta nueva, sin por ello dejar de lanzar pullas al hiato que supuso su ausencia. Si Amy Sherman-Palladino aseguraba que ella no había visto la última temporada de Gilmore Girls, que se rodó tras su marcha de la serie, no has quedado claro que el badass de Dan Harmon si vio la season 4 de Community y no le hizo ni puta gracia. Community era y vuelve a ser una serie de microhistorias embasadas en 20 minutos (a veces 40), no una serie de personajes. Los responsables de la cuarta temporada decidieron que, visto que no iban a poder seguir haciendo la serie de Harmon sin Harmon, que no podían jugar en su personal y caótico mundo, la llevarían hacia una sitcom de personajes. No era a priori una mala solución, el problema es que los personajes de Community no son entrañables, ni te puedes identificar con ellos ni tienen una gran dinámica grupal. Es una sitcom de autor, de tramas, de ideas, no de personajes, de sentimientos.

El contraataque de Harmon en su regreso triunfal ha consistido en eliminar a la oposición interna (su relación con Chevy Chase era terrible) y olvidar las tramas centradas en personajes para volver a las tramas sustentadas sobre conceptos. El resultado ha sido volver al formato natural de la serie en la que se mezclan, a lo largo de la temporada, tres clases de capítulos. Por un lado, los mediocres, puro relleno que aburre a cualquiera. De esos hemos tenido 3 o 4 este año. A medio camino, los interesantes, como los de Dragones y mazmorras o G.I. Joe (5x10 y 5x11) que sin ser brillantes, son capítulos notables, sustentados sobre buenas y originales ideas. Y en el otro extremo, los brillantes, esas pequeñas obras maestras del humor, edificadas sobre la vasta cultura audiovisual americana. Este grupo estaría formado por el capítulo de homenaje-parodia (ese eterno binomio que eleva a esa ficción) al cine de David Fincher (Basic Intergluteal Numismatics, 5x03), el de la lava (Geothermal Escapism, 5x05), el de la aplicación social (App Development and Condiments, 5x08) y la season finale, culmen de la identificación Greendale-Community (Basic Sandwich, 5x13). De todos ellos, el de Fincher y el de la aplicación formarían parte de mi selección de capítulos favoritos de la serie. El primero, en parte porque como fan del cine de Fincher me lo pasé como un enano con la investigación inconclusa sobre un criminal que se dedicaba a poner monedas en las rajas de los culos. Y el segundo porque esa distopía a lo Black Mirror me pareció que está fantásticamente escrita y que tiene un discurso que sin ser nada complejo sí que es muy interesante. ¿Y si Charlie Brooker y Dan Harmon hicieran una serie juntos? ¿Implosionaría el planeta de juntar tanta mala ostia y tanta pluma bien afilada?

La trama de fondo de la temporada (en la que además de Chase se fue Donald Glover) fue la necesidad de salvar a Greendale, evolucionando el grupo de estudio en un grupo de salvamento. Dicha premisa adquirió peso en los dos últimos capítulos, en que tras por fin conseguir que la universidad cumpliera unos mínimos estándares de calidad tuvieron que hacer frente a su venta. El mensaje fue claro. Harmon volvió a la quinta temporada para reformar su serie (tituló ni corto ni perezoso, a la season premiere como Repilot), que estaba en ruinas tras la cuarta, y tras lograrlo quiere que NBC le dé la deseada sexta temporada. Cumpliendo el famoso grito de guerra #SixSeasonsAndAMovie. Con un capítulo que nos ha dejado un gran sabor de boca, con el ingenio (pero también la irregularidad) de su creador intacto, con la cadena en crisis y con la posibilidad de sindicar a la serie en el horizonte, la renovación no parece imposible. Sí, sus audiencias son malas, pero es que NBC más allá de The Voice, The Blacklist y el fútbol americano no tiene en su parrilla de prime-time ningún programa que arroje grandes datos de audiencias. Habrá que esperar para ver cuál es el veredicto, pero ojalá, ojalá, ojalá, tengamos más Community en 2015.

martes, 22 de abril de 2014

Diversos matrimonios

PARENTHOOD – Quinta Temporada


El precipicio

El viernes echó el cierre la quinta, y no sabemos aún si última, temporada de Parenthood, el drama familiar de Jason Katims (Friday Night Lights) que emite la siempre a la deriva NBC. En la ruleta rusa que es esta serie, que tan pronto tiene temporada larga como corta, se emite en midseason, en otoño o durante toda la temporada regular, este año hemos tenido una entrega de largo recorrido con 22 capítulos. Posiblemente un error. A Parenthood le sienta mejor la concentración en 15 capítulos, eliminando tramas de relleno y marcando más claramente las líneas maestras de la temporada. Eso se ha notado en que más allá de la trama de Julia y Joel y la de los abuelos, el resto de personajes, o micro-familias ha tenido un discurrir a trompicones. Precisamente la primera de esas tramas ha sido el hilo conductor de esta entrega, la que ha llevado el corazón de la serie, al igual que en la cuarta fue el cáncer de una de sus protagonistas.

A partir de aquí, si no has visto el descacharrante comeback de Haddie, no sigas leyendo
Si el año pasado Katims and Associates supieron tratar con delicadeza, cariño y tacto el tortuoso camino por el cáncer de un personaje tan irritante como Kristina Braverman (Monica Potter, una actriz solvente), este año el principal atractivo de la serie, pero también su gran resbalón fue la trama central, la crisis matrimonial de Julia (Erika Christensen ha estado muy bien este año) y Joel (Sam Jaeger). El problema es que mientras la trama del cáncer evolucionaba orgánicamente, de forma muy natural, muy sentida, esta debacle sentimental se movió a trompicones. Mientras podías entender a Kristina y Adam (Peter Krause, lejos de sus mejores trabajos), y mira que no son odiosos constantemente, comprender a Julia y Joel fue más complicado. A ella al inicio, cuando su estatus de mujer desesperada que bebe una copa de vino a media mañana porque no tiene nada que hacer se le hizo demasiado y comenzó a auto-boicotearse. A él al final, cuando demostró no tener el corazón en su sitio y actuar a golpe de orgullo de macho herido. Esto mismo, que narrativamente fue un error y marcó la temporada, de cara a que el público se sintiera interesado fue un gran gancho, y así estuvimos en twitter lanzándonos #teamJulia o #teamJoel en función de cual cavaba con más intensidad el foso. Lo interesante hubiera sido poder comprender a los dos a lo largo de toda la crisis, sentirnos identificados, lastimados. Jason Katims escribió en Friday Night Lights (cuán larga es tu sombra) el que posiblemente sea el matrimonio más palpable de toda la televisión, los Taylor, pura verdad. Sin embargo, aquí se ha pasado de frenada. Todas las parejas tienen crisis, unas más hondas que otras, y por ello es fácil de identificarse con una relación ante el precipicio, pero en esta ocasión no han sabido escribirla desde las entrañas, todo es demasiado artificial, ambos son demasiado estúpidos, no hay naturalidad en este relato. Ha sido interesante (salvo hacia el final en el que estábamos en un bucle), nos ha entretenido, pero no, tenían la ocasión de abordar el tema desde la cercanía y la cotidianidad, a tumba abierta, y no fueron capaces, primó lo artificioso.

El cariño

La otra trama constante este año fue la de los abuelos. Aquí en cambio creo que sí han sabido plasmar un conflicto vital interesante. Los abuelos Braverman (Craig T. Nelson y Bonnie Bedelia) inician ahora la recta final de sus vidas, la última etapa. Ella, que ha vivido para criar a su clan, quiere conocer mundo, él, seguir siendo el rey de su hogar, que nada cambie. Partiendo de posiciones opuestas han sabido llevarlos hacia un punto común, hacia el amor y el respeto que se tienen el uno al otro tras tanto tiempo juntos. Venden su casa, se mudan a una más pequeña y emplearán el dinero en viajar. Tiene sentido. Cuando pienso en mí mismo en la vejez, creo que pensaría y querría lo mismo que ellos, que ambos. Ante el final de mi vida desearía exprimir el tiempo para ver todo lo que no he visto, para vivir lo que no he vivido, pero también estar al lado de mi familia, disfrutar de mi vejez con la persona que quiero a mi lado. Esta trama empezó siendo floja, sobre todo porque costaba entenderla a ella, y sin embargo terminó siendo una historia preciosa sobre el amor en la vejez, sobre los sueños incumplidos y los recuerdos preciosos.

En cuanto al resto, Adam y Kristina tuvieron 2 tramas arco. La primera, hasta el parón de Navidad, la delirante carrera política de ella. Delirante porque nadie se puede creer que Kristina Braverman pudiera ser alcaldesa de una ciudad de 100.000 habitantes. Sería la Ana Botella americana. Sin embargo, la llevaron bastante bien, fue entretenida, la terminaron con clase y permitió enfocar el camino hacia su trama post-parón: la segunda, el colegio para niños con problemas como su hijo Max (Max Burkholder). Una trama que también puede resultar too much, pero que tiene sentido sabiendo cómo son ellos, y que vuelve a situar en el foco los problemas educativos en USA. Teniendo en cuenta que Parenthood pretende ser una antología de los problemas que acechan a los blancos de clase media, la educación tiene que ser un tema recurrente. Por eso creo que es un acierto, por muy irreal que parezca lo de montar un colegio de la noche al día.

En cambio, los otros dos hermanos Braverman han carecido de grandes tramas arco a lo largo de la temporada. Crosby (Dax Shepard tiene una muy buena vis cómica) se ha erigido en el gran alivio cómico de la serie. Con todo viento a favor, por fin le han encontrado su lugar, Crosby no un personaje con un gran poso dramático, así, ligero, más maduro pero también más gracioso, funciona. Mientras que Sarah (Lauren Graham se merece algo mejor) se ha movido por los márgenes del relato. Estabilizada por fin laboralmente, sembraron una trama amorosa que no fue a ningún sitio para al final redirigirla de nuevo hacia un Hank (no soporto a Ray Romano) que ha descubierto que posiblemente tiene Asperger como Max. El problema de esta pareja es que no tiene química. No tiene ninguna química. No hacen buena pareja y no eres capaz de captar amor entre ellos, cariño sí, pero amor no. No funcionan juntos. Katims se equivoca al reincidir en este error.

Por su parte, los hijos de Sarah, Amber (Mae Whitman, una actriz de la que nunca tengo suficiente) y Drew, se dedicaron a gestionar sus embrollos amorosos. A Amber le explotó en la cara la bomba de relojería que era su prometido, Ryan (o como lo llamamos Seño, mi fiel compañera en el visionado de esta serie y yo: Veterano), mientras que Drew (Miles Heizer) se vio como joven latin lover (WTF?) en medio de un triángulo amoroso entre dos perras maliciosas como son su ex del instituto y su rollo universitario. Ninguna de estas dos tramas resultó especialmente interesante, aunque la de Amber tuvo sus picos dramáticos y la de Drew sus risas involuntarias. En cambio si hubiera tenido más chicha ver cómo hubieran desarrollado el descubrimiento de la identidad sexual y emocional por parte de Haddie (la hija universitaria de Kristina y Adam, apartada de la serie en los últimos 2 años). Haddie (Sarah Ramos) vuelve a la ciudad para las vacaciones de verano y trae consigo a su “amiga especial” (sic) en un giro descacharrante nivel Shonda Rhimes. Con faldas y a lo loco. En la larga lista de problemas de los blancos yankees en la que Katims se dedica a hacer check sobre cada uno de los ítems faltaba clamorosamente el de la homosexualidad. Por si acaso no la renuevan, se lo quitó de encima en 40 minutos. Sin desarrollo alguno, puro fuego de artificio. Eso sí, las reacciones de Kristina y Adam sí estuvieron bien escritas. Con mucho cariño y normalidad. Pena que detrás no hubiera una trama, sólo el giro. Ruido en vez de sustancia.

Dicho todo esto, y a pesar de todos sus fallos, de sus problemas de ritmo, de sus momentos de odio general, acabo contento con esta temporada de Parenthood, no, no ha sido ni mucho menos la mejor, pero han logrado desarrollar tal grado de empatía con este familia que simplemente es un happy place de relaciones humanas. No veo esta serie porque sea brillante, la veo porque me entretiene, porque de vez en cuando me hace reír (cuando los hermanos están juntos, borrachos y bailando generalmente) y más a menudo de lo que me gustaría admitir me emociona. Es una serie sencilla, nada más que eso, no se la recomendaría a casi nadie, pero yo me la quedo. Ojalá haya renovación.

lunes, 21 de abril de 2014

She is the scandal*

SCANDAL - Tercera temporada


Actriz de raza










Terminó el pasado jueves en ABC, la tercera temporada de Scandal (Escándalo para los amigos y para Jimmy Kimmel), el The West Wing meets Gossip Girl de la todopoderosa Shonda Rhimes. Con 3.4 en los demográficos logró el mejor dato de audiencia de su historia y se confirmó como el drama (¿?) de network de moda entre las masas, y sobre todo entre las señoras de Omaha (equivalente yankee a la señora de Cuenca). Si la primera temporada fue un ensayo y la segunda una explosión (de wtfuckismo) esta tercera ha sido quizás la que se perdió en el bosque tras tomar el camino equivocado. En la disyuntiva entre campaña electoral y conspiración de agencia de seguridad, Rhimes escogió la segunda. Y como en los dibujos animados, eligió el camino tenebroso lleno de depredadores.

A partir de aquí spoilers a cascoporro
La trama política, o lo que de ella quedó
Iniciábamos el curso con las elecciones presidenciales al final del camino. Shonda fichó a Lisa Kudrow (la primera y por ahora única actriz de verdad que ha pisado esta serie) como una ambiciosa y carismática candidata a la nominación presidencial por el Partido Demócrata. Armó una trama interesante alrededor de ella, poniendo a Olivia Pope (Kerry Washington, dándolo todo, por desgracia) como su estratega de campaña. Lo lógico hubiera sido que a mitad de temporada Kudrow se deshiciera de Reston (candidato asesino nº 1) en las primarias y que Fitz (candidato asesino nº 2) hiciera lo propio con su propia y desertora veep, la desquiciada y cómicamente sublime Langston (candidata asesina nº 3). Dedicando los capítulos post-parón de Navidad a resolver cual de los dos sería el nuevo Commander in chief. Error. La trama de Kudrow se cerró precipitadamente con su retirada de las primarias con un trama de “mi hermana es en realidad mi hija” de por medio cutre hasta para esta serie. Y con ella se cerraron las puertas a la vía electoral. La campaña voló bajo el radar a pesar de que la incorporación de Langston (Kate Burton) le dio cierta vidilla. Pasó tan inadvertida que llegados a los últimos capítulos descubrí, ante mi asombro, que estábamos a 4 días de las elecciones, cuando yo pensaba que estábamos a cuatro meses. No hubo convenciones, casi no hubo sondeos, vimos 4 minutos de debate, Reston salió otros 4 en toda la temporada y no nos paseamos en bus de campaña por Ohio, Florida y Pennsylvania. No Ohio, no party.

Aún así, los mejores momentos de la temporada vinieron por este lado, lo cual corrobora la idea de que Shonda falló al planear la gira de su Freak Show este año. En primer lugar, nos dio la mejor secuencia de la serie, esa en la que Olivia hablando con el jefe de gabinete, Cyrus (Jeff Perry, la coca hecha actor)  se da cuenta de lo que dijimos antes, los tres candidatos a presidente son unos asesinos. Autoconsciencia pura. Parte del encanto trash de Scandal reside en que su equipo cree estar haciendo un solvente drama político cuando en realidad están haciendo trashismo televisivo metanfetamínico. ¿Cómo coño va a ser esta serie un producto de calidad? No, no lo es y esa secuencia demuestra que muy en el fondo ellos también lo saben. Scandal es puro delirio. En segundo lugar, nos dio esa maravillosa y demencial trama en la que el jefe de gabinete de la Casa Blanca empuja a su marido periodista a seducir al marido de la ultra-cristiana vicepresidenta, para destruir la posible carrera presidencial de la misma, trama que termina con ésta matando a su marido y el susodicho jefe de gabinete tapando el crimen. Esto sólo puede pasar en Scandal. El drama cómico definitivo. Y en tercer lugar, fue muy divertido como Shonda jugó, desde su propia visión oligofrénica, con la política USA. Por un lado lanzando a una vicepresidenta contra su jefe en la carrera por la reelección, cosa que no pasa desde el inicio de la Unión. Por otro, mostrando a su manera el magma ideológico que es el GOP (el Partido Republicano). Mientras Fitz (Tony Goldwyn) representa lo que en la vida real es el GOP moderado y pro-negocios (en Scandal en realidad Fitz es un peligroso comunista que ama a los inmigrantes, la educación, los gayers y la sanidad), Langston ejemplifica al GOP cristiano radical (no confundir con el Tea Party o los libertarios, igual de locos, pero que son otras facciones extremistas). En el Juego de Tronos de Scandal, los ultra-cristianos están locos (y son unos asesinos), los republicanos moderados son unos viciosos (y son unos asesinos) y los demócratas son simplemente unos asesinos. Bien. La mirada al mundo de la política americana de Shonda Rhimes es algo así como la secuencia en infrarrojos de Kill Bill. Cambiando la katana de La Novia por un pene de plástico.

La gran conspiración
Sin embargo el eje de esta temporada de Scandal fue el B-316, esa agencia gubernamental secreta (y que se finanza gracias a un algoritmo: guau) que tiene lo peor de la NSA, lo peor de la CIA, lo peor del Ejército y lo peor del FBI. Todo en uno. El mal definitivo. Así, nos movimos todo el rato en el peligroso terreno de la conspiranoia con personajes tan desatados como el padre de Olivia, todopoderoso comandante de la agencia, que tras caer en desgracia monta su propio plan de asalto al poder a lo House of Cards, la enajenada terrorista madre de Olivia, con una agenda criminal tan esquizofrénica como ella misma o “el otro hombre” de Olivia, ascendido a comandante de la agencia que supuestamente le destrozó la vida. El problema de todos estos mimbres no es lo absurdos que resultan, sino lo poco graciosos que terminan siendo. Este juego de ajedrez de atentados y amagos no acaba de cuajar no por ser completamente surrealista, sino porque no es divertido, porque esta gente no habla sobre gladiadores con traje o el six pack de líder del mundo libre. Se supone que son gente seria, pero sólo son gente aburrida.

About Mellie y el thriller psicosexual  definitivo
Filosofía americana
Mi personaje favorito de la serie, por ser la más fiel representación del público objetivo de la misma es Mellie (Bellamy Young y sus caras de crazy bitch 500 pueblos más allá de un ataque de nervios), esa primera dama puteada por su marido que nos tiene que caer mal porque le gusta mucho el poder, dice Shonda. Como si no fuera suficiente con que tu marido te aborrezca y tenga a su amante metida todo el día en su despacho, para que uno se pueda apiadar de esta pobre alma en suplicio, enferma de ambición, y reina del estilismo y el verbo más trash al otro lado del charco, nos han dado una historia para perdonarla. Sí, para perdonarla. En una serie de asesinos, terroristas y golpistas tenemos que perdonar a Mellie. ¿Y cuál es esa historia? Pues que su suegro la violó en el inicio de la carrera política de su marido y ha vivido todos estos años sin saber quién es el padre de su hijo. Guau. A Shonda Rhimes le pasa en Scandal lo que a Ryan Murphy en Glee, no tiene ningún problema en irrumpir como un elefante en una cacharrería en temas profundamente serios, tornándolos con su estruendoso paso en algo descacharrante. Uno no se puede tomar en serio a Mellie porque Mellie no es un personaje serio. Porque Scandal no es una ficción seria.

Si todo lo dicho hasta ahora parece escrito desde la oficina de Jordan Belfort en The Wolf of Wall Street o la de Paco Marhuenda en La Razón, me he guardado para el final la trama más enajenada de la televisión de los últimos tiempos: el thriller psicosexual de Huck (Guillermo Díaz, el peor actor que he visto jamás) y Quinn (Katie Lowes). Descrita en una palabra: babas. Babas por todas partes, dos tipos asquerosos escupiéndose y babándose y fornicando. Una trama sucia hasta la nausea. En primetime de una network propiedad de Disney. Gracias. De verdad, gracias, me he reído como creí que no era capaz de hacerlo. El futuro del drama psicológico era esto. Las femme fatale han pasado a mejor vida. Post-fatalismo. Post-fluídos. Post-todo.

En definitiva, una temporada mal planteada, que en vez de darnos política-fricción, que es lo que nos gusta, lo que hace a Scandal tan irreal y tan divertida, nos enredaron con una trama high-concept demasiado gris para una serie que si algo no es, o no puede ser, es monótona, seria, aburrida. Con esto no quiero decir que no me lo he pasado bien esta temporada, que no me he reído a mandíbula abierta, simplemente creo que pudo haber sido todo mucho más absurdamente gracioso. Scandal no es una buena serie, de hecho es como una droga dura, jodidamente mala, jodidamente adictiva.

* Título por obra y gracia de mi pequeña hermana

viernes, 18 de abril de 2014

Ha muerto un tipo inmenso


Ayer murió en Ciudad de México Gabriel García Máquez. En este blog hablo de series y películas, quizás esta entrada no tenga, por lo tanto, mucho sentido. Cierto es que estudiar como el cine ha destrozado la obra de García Márquez sería algo pertinente. Y desde que empecé a ver series tuve (hace un par de años que la abandoné) la machacona idea de que HBO debería adaptar Cien años de soledad en una miniserie de 8 capítulos. Me parecía una idea brillante. El director iba a ser Rodrigo García. Por suerte comprendí que no iba a salir nada bueno de aquello, que Cien años de soledad es inadaptable, porque hay metáforas que el plano no puede cazar. ¿Cómo describir el descubrimiento de un hombre ante el relato de su propia muerte? Pero mi historia con García Márquez empezó antes de todo eso. Antes de Mad Men, Breaking Bad, The Wire. Voy a llamarlo García Márquez porque lo de Gabo me parece extralimitarme, como cuando la gente llamaba a Mandela, Madiba. Yo no lo conocía. No le tengo cariño, le tengo admiración. La admiración de observar a un tipo que fue todo lo que muchos hubiéramos querido ser y no tenemos el talento para lograrlo. La voz de un continente. La letra de algunas de las historias más maravillosas jamás escritas.

Tengo en mi habitación de casa (aka la cueva original) un estante reservado para mis libros favoritos, para los que me han marcado mucho, para los que quiero con locura. Quiero dejar claro que yo no soy un gran lector. No es que me sienta orgulloso de ello, pero es la verdad. Prácticamente no leo. Es uno de los precios a pagar por mi severo problema de adicción a las series y a las películas. Y lo poco que leo son libros teóricos. No sé si tan siquiera llego a leer una novela al año. Aún así, en alguno de mis libros he derramado mis entrañas. Hay páginas que me han marcado el cuerpo formando estrechos surcos. Que han hecho sangre al deslizarse entre los dedos. Esos libros los guardo en mi estantería especial. En la esquina derecha, al final de la hilera de libros, está Cien años de soledad porque es mi novela favorita.

Cuando pienso en aquel yo de 17 años acurrucado en la misma cama en la que estoy ahora devorando el libro en un fin de semana siento muchas cosas, sobre todo ganas de llorar. Pero no serían unas lágrimas tristes, quizás melancólicas sí, cargadas de esa melancolía estúpida que genera el paso del tiempo. Me enternece recordarme a mí descubriendo el mundo de los Buendía. Cautivado por algo de una belleza y de un hipnotismo que nunca había visto. Significó mucho para mí este libro. Digo este porque lo tengo ahora mismo en mi regazo, separando el portátil de mis piernas. Valió 9 euros. Los 9 euros que mejor ha gastado mi madre en su vida. Es una edición comentada y tiene la letra muy pequeña. Recuerdo que ese hecho, y el terrible dibujo de la portada, me asustaron la primera vez que lo vi.

Aquel año pre-universidad. Pre muchas cosas. El año de los descubrimientos. Leí otros dos libros de García Márquez. Memorias de mis putas tristes que encontré cogiendo polvo en el salón y Crónica de una muerte anunciada. Para el selectivo aquel año eran de obligada lectura tres libros: la novela española era La verdad sobre el caso Savolta, la obra de teatro, La fundación y la novela latinoamericana, Crónica de… Me imagino a un David Fincher adaptándola  de nuevo al cine (Francesco Rosi hizo una versión olvidadísima en los 80), o quizás a un Jeff Nichols o a un Cary Fukunaga, dándole cancha a nuevos directores con pulso y sentido del espacio y la atmósfera. Es una novela maravillosa. Un suspiro, o más que un suspiro, una taquicardia.

No soy un gran estudioso de la obra de García Máquez, lo admiro porque no se puede ser periodista en castellano y no hacerlo. Te lo inoculan en la carrera. Yo ya lo traía metido debajo de mi piel recordándome el poder de la palabra. No el poder en el sentido de dominación de voluntades, el poder de impresionar. La belleza y la potencia de la palabra. La gran belleza. Cien años de soledad no puede ser una miniserie porque aunque haya en ella guerras, magia, familias o incesto, no es un juego de poder como Game of Thrones, es otra cosa. Cien años de soledad es un río de sangre y locura que atraviesa todo un continente pero sobre todo es el más crudo retrato de la decadencia, de la tristeza, de la más honda de las soledades. Mucho se hablará estos días de García Máquez, pero se seguirá hablando de él cuando todos nosotros no seamos  más que polvo. El ser humano no puede ser inmortal, pero sí eterno.

"...pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."
(García Márquez, 1967)

jueves, 17 de abril de 2014

18 películas en busca de la Palma de Oro

CANNES 2014



Hoy por la mañana se anunció la programación del Festival de Cannes 2014. El Festival. El sueño de cualquier cinéfilo, tener concentrados a lo largo de 10 días a algunos de los cineastas más importantes del mundo. Varias de las mejores películas del año se estrenan el Cannes. El año pasado, por ejemplo, se vieron en la pequeña ciudad francesa, La vie d'Adèle, La grande bellezza, Nebraska, Inside Llewyn Davis o Like father, like son. Si Toronto es la gran puerta de entrada al mercado norteamericano de otoño-invierno y a la carrera por los Oscar, Cannes es el gran escaparate del cine de autor. Lanzados todos los piropos y dejando claro que me ofrezco un año más a cualquier medio para ir a Cannes a cubrir el Festival a cambio de una habitación mohosa y dinero para bocadillos, vamos a hablar de las 18 películas que competirán en una Sección Oficial que abrirá el 14 de mayo Grace of Monaco. Están ordenadas en tres grupos, dentro de los grupos en orden descendente en función de mis expectativas y en verde las 6 (un tercio de la tarta) películas que espero con más ganas.

El imperio anglo


Una Puta Diosa

Maps to the stars de David Cronenberg
Foxcatcher de Bennett Miller
Jimmy’s Hall de Ken Loach
The Homesman de Tommy Lee Jones
Captives de Atom Egoyan
Mr. Turner de Mike Leigh

Si hace dos años se habló mucho del desembarco de los novísimos americanos, aunque no fueran varios de ellos yankees, con autores como Nichols, Hillcoat o Domenick, este año nos encontramos entre los cineastas de países anglófonos a 6 directores consolidados. Desde el otro lado del charco llegan: David Cronenberg, un clásico del festival y uno de los cineastas más relevantes de las últimas décadas, con otra turbia incursión en la psique del ser humano. Visto el tráiler ya, parece que Maps to the stars, un vistazo a las cloacas de Hollywood, tendrá un tono similar al de Cosmopolis. Atom Egoyan, que presentará Captives, un thriller que tiene como punto de partida la desaparición de una niña. El tráiler apunta hacia una Prisoners (Villeneuve, 2013) hiperbólica que cambia la lluvia de la cinta de Villeneuve por la nieve como elemento atmosférico fundamental. Bennett Miller, que tras convencer a crítica y premios con sus dos anteriores filmes, Capote y Moneyball, llega a Cannes por primera vez para contarnos, en Foxcatcher, la historia del asesinato de un luchador olímpico (Channing Tatum), con su mecenas y amigo (Steve Carell) en el foco de atención. Y Tommy Lee Jones, que vuelve a la Croisette con su segunda película como director tras haber triunfado ya en 2005 con la primera, The Three Burials of Melquiades Estrada (mejor actor y mejor guion). Su The Homesman es un western crepuscular protagonizado por él mismo y Hillary Swank.
Completan el grupo dos cineastas británicos que ya cuentan con sendas Palmas de Oro en su haber. Mike Leigh, que venció en 1996 con Secrets and lies, llega con Mr. Turner, biopic sobre el pintor romántico inglés J.M.W. Turner, protagonizado por el veterano Timothy Spall. Mientras que Ken Loach, que se alzó con el máximo galardón en 2006 con The wind that shakes the barley, estrenará Jimmy’s Hall, la historia de un líder comunista irlandés de los años 30. Si Leigh parece alejarse de sus clásicos dramas socio-familiares, Loach pisará terreno seguro, con la política e Irlanda como telón de fondo.

La bande à part francesa (o en francés)


La maternidad, esa nebulosa

Mommy de Xavier Dolan
Two days, one night de Jean-Pierre y Luc Dardenne
Clouds of Sils Maria de Olivier Assayas
Adieu au langage de Jean-Luc Godard
The Search de Michael Hazanavicius
Saint Laurent de Bertrand Bonello
Timbuktu de Abderrahmane Sissako

Empecemos por Olivier Assayas, uno de los cineastas franceses más relevantes de las últimas décadas presentará  Clouds of Sils Maria, rodada en inglés, con Juliette Binoche, Kristen Stewart y Chlöe Moretz, un drama psicológico ambientado en el mundo del teatro que puede tener reminiscencias del cine de John Cassavettes. Otra película francesa rodada en inglés es The Search, la primera película de Michael Hazanavicius desde su eclosión en el panorama cinéfilo mundial con The Artist, que justamente empezó su campaña triunfal de premios en Cannes (dónde ganó mejor actor Jean Durjardin). Poco se sabe de este proyecto más allá de que será una relectura de la olvidada película homónima de Fred Zinnemman (1948), cambiando Auschwitz por Chechenia, y que sus cabezas de cartel son Annette Bening y Bérénice Bejo. También se podrá ver en Cannes, Timbuktu del mauritano Abderrahmane Sissako, film que gira en torno a una joven pareja lapidada en el 2012 en una ciudad del norte de Mali por no estar oficialmente casados. Muy lejos de ese terrible mundo se moverá Saint Laurent de Bertrand Bonello, biopic del famoso diseñador con un reparto que incluye a Gaspard Ulliel, Louis Garrel (<3), Léa Seydoux, Valeria Bruni Tedeschi y Jérémie Renier.

Por otro lado, volverá a Cannes Jean Luc-Godard, que no competía por la Palma de Oro desde 2001 con Éloge de l’amour. Lo hará de la mano de Adieu au langage, la historia de una pareja sumida en una crisis de comunicación cuyo perro de repente comienza a hablar. Seguramente será incluso más marciana de lo que suena. El que tuvo retuvo. Hay ganas de volver a ver al último estandarte en pie de la Nouvelle Vague jugando de nuevo en las grandes ligas. Otros que vuelven, pero sin haberse nunca ido son los hermanos Dardenne, los únicos cineastas que participan este año en la Sección Oficial que pueden presumir de tener 2 Palmas de Oro en su haber por Rossetta y L’enfant. Lo hacen con Deux jours, une nuit, drama social, protagonizado por Marion Cotillard, que bebe de la actual crisis que atraviesa Europa: una mujer debe convencer a sus compañeros de trabajo a que renuncien a una prima para que así ella pueda mantener su puesto. Si los belgas vencieran se convertirían en los primeros cineastas en ganar 3 veces en Cannes, deshaciendo el empate que tienen con Coppola, Imamura, August, Kusturica y Haneke. En cambio, será la primera vez que Xavier Dolan compita en la Sección Oficial tras estrenar su primera película en la Quincena de realizadores y la segunda y la tercera en Un certain regard. Poco se sabe de Mommy, su quinto largo, pero conociéndolo será un drama bastante turbador. Con sólo 25 años, el quebequés ya juega con los mayores. No sé si esta selección le hace más ilusión a él o a mí, que lo quiero como a un hermano.

Y otras chicas del montón


Alguien no cuadra en esta foto

Still the water de Naomi Kawase
Leviathan de Andrei Zvyagintsev
Kis uykusu de Nuri Bilge Ceylan
Relatos salvajes de Damián Szifrón
Le meraviglie de Alice Rohrwacher

Para el final quedan una película italiana, una rusa, una turca, una japonesa y una argentina. Pequeñas gotas internacionales que se han colado en un año bastante francés, una panorámica por otras cinematografías del mundo. Desde el más lejano oriente llegará la directora japonesa Naomi Kawase que ya logró el Gran Premio del Jurado en 2007 con Mogari no mori. Sorprende, y mucho, ver reducida a una sola película la representación asiática en esta edición. Su película, Still the water, gira en torno a una joven pareja adolescente que encuentra un cadáver flotando en el agua. En una edición con sólo dos directoras a concurso, teniendo en cuenta que ha rozado el premio gordo y que la presidenta del jurado es Jane Campion, si gusta puede ser una firme candidata. Desde la otra punta del mundo llega una de las grandes sorpresas de la programación y única representante del cine latinoamericano (este año no hay ninguna película mexicana a concurso), la argentina Relatos Salvajes de Damián Szifrón, producida por El Deseo, una relectura de la miniserie americana de los 80, Amazing Stories, dividida en 6 episodios con tonos y géneros diferentes. En cambio, el nuevo film de Nuri Bilge Ceylan, Kis uykusu, era un fijo en todas las quinielas. El cineasta turco, que ha rozado la victoria ya tres veces (ha ganado ya en Cannes dos Gran Premio del Jurado y uno a mejor director) presenta un drama de más de 3 horas de duración ambientado en un pequeño hotel de Anatolia regentado por un actor retirado. Juega a su favor como en el caso de Kawase, no haber ganado aún y que a Campion le puede gustar su recreación en el paisaje.

Nadie dudaba tampoco de que el ruso Andrei Zvyagintsev presentaría su Leviathan en la Sección Oficial. Cineasta de culto desde que su ópera prima, Vozvrashchenie (The Return), se alzara con el León de Oro en Venecia, Zvyagintsev es otro de cineasta con muchas opciones, siempre y cuando su película sea buena, claro está. Cierra este pequeñísimo repaso a la Sección Oficial de Cannes 2014, Le meraviglie, segundo largo de Alice Rohrwacher, uno de los pocos riegos que ha corrido este año la organización. El film, protagonizado por Monica Bellucci y la hermana de la directora, Alba, es un drama familiar y de autodescubrimiento centrado en una joven que ve cambiar su pequeño mundo en la Toscana con la llegada de un chico alemán.

Cuando hice mi lista de las 10 películas españolas del 2014 que más ganas tengo de ver dije que ojalá Jaime Rosales lograra entrar en la Sección Oficial de Cannes. No ha podido ser, su filme que ahora se llama Hermosa Juventud, en vez de Jirafas, Rinocerontes e Hipopótamos se podrá ver en Un certain regard, una sección dónde el Festival se permite arriesgar mucho más. No es un logro pequeño, pero no deja de ser preocupante la incapacidad del cine español de entrar en la Sección Oficial más allá de Pedro Almodóvar. Habrá que esperar a mayo para ver que ofrece el Festival, a priori, estamos ante una edición que no parece que vaya a ser muy recordada. Se esperaban a cineastas como Paul Thomas Anderson o Terrence Malick, que parece ser no han llegado a tiempo o no han querido ir a la Costa Azul. Pero a veces las apariencias y las expectativas engañan. ¿Quién nos hubiera dicho a estas alturas el año pasado que La vie d’Adèle iba a ser la obra maestra que resultó ser? Antes de sentenciar, hay que ver y escuchar. Sobre todo, hay que querer al cine.

martes, 15 de abril de 2014

Dos mujeres que se asoman al precipicio...

SILK - Tercera temporada / MY MAD FAT DIARY - Segunda temporada



… Y una de ellas se inclina hacia adelante y la otra da un decidido paso hacia atrás.

El mismo día, el 1 de abril, terminaron en UK dos series, quizás ambas para siempre. Dos series protagonizadas por sendas mujeres complejas, con 1000 y un matices, con 1000 y un problemas a sus espaldas. Esas series son Silk (BBC1) y My mad fat diary (E4). Muchas veces nos quejamos de la poca visibilidad que tienen aquí las series británicas. Más allá de Skins y Misfits antes, y Sherlock, Downton Abbey y Black Mirror ahora, pocas series alcanzan cierto grado de conocimiento y seguimiento. Eso, paradójicamente, ha hecho que se mitifique a la producción televisiva británica, comparándola con la nuestra. Sobre todo comparando BBC con TVE. La cuestión es que en UK también se hace mucha basura. La diferencia es que allí además de basura hacen series ya no sólo buenas, sino arriesgadas. Mientras E4 emite My mad fat diary, Cuatro programa Dreamland. No es demagogia barata, bueno un poco sí, pero es que no puedo no decirlo. El problema ya no es que tengamos una televisión mala, el problema es que tenemos una televisión cobarde. Saliendo de la digresión, es una pena que no se hable más de estas dos series, de estos dos dramas monumentales. Silk ha terminado su tercera y última temporada con un final muy abierto, mientras que My mad fat diary ha puesto fin a su segunda entrega con uno muy bien atado, lo cual hace creer que no habrá season 3. Han sido dos series con evoluciones diferentes este año. El drama judicial de BBC fue de más a menos, terminando por enredarse en dos capítulos finales con una trama central surrealista. El drama juvenil de E4 en cambio ha ido de menos a más hasta terminar con dos capítulos maravillosos, cosidos con el sentimiento que le faltó a los de Silk. A partir de aquí, por partes.

Silk

Os mataréis en la caída

Para los que no saben que es Silk, es un drama judicial que sigue a una abogada, Martha Costello (Maxine Peake, una actriz espectacular), especializada en defender a acusados de todo tipo y clase, y que se sumerge enfermizamente en su trabajo. La gracia de entrada reside en que desconocemos completamente como funciona la justicia en UK, más allá de lo del common law. Y la justicia en el país de su majestad, funciona de una forma muy peculiar. Al principio de la serie uno tiene que esforzarse para no perderse. Pero cuando logramos situarnos en el mapa descubrimos un mundo muy peculiar, gobernado por tiburones y puñaladas traperas. También con mucha pompa pero con mucho cinismo y dramatismo. En Reino Unido la justicia es un poco teatro. Una representación. Un baile de máscaras. Ahí reside el encanto de Silk, ahí, en la construcción de un personaje femenino tan sólido, cuya vida gira única y exclusivamente en torno a su trabajo, y su capacidad para captar los temas candentes en la sociedad occidental actual.

Spoilers sobre Silk Season 3
Así, en los 4 primeros capítulos de esta tercera temporada, los casos que ha tenido Martha Costello en sus manos han girado en torno a los siguientes temas: un policía que muere en una manifestación (3x01), la homofobia en el fútbol (3x02), la eutanasia (3x03) y el terrorismo islámico (3x04). Cuatro cuestiones de candente actualidad tanto a nivel social, como político y como judicial. Pero la relevancia no está sólo en el qué trata, sino como lo trata, con sus giros de thriller, su tacto pero también su vehemencia. Esto se debe a que Martha Costello, esa mujer frágil en su vida personal y dura como una roca y machacona como un reloj de cuco en la esfera laboral es una mujer vehemente, obsesiva hasta la locura. Estos dos detalles, sus problemas personales, incluso psicológicos (justo aquí es dónde ella y la protagonista de la siguiente serie se encuentran) y su entrega sin barreras a los casos en los que trabaja, son los puntos sobre los que los guionistas construyeron los dos últimos capítulos de la serie, el final de Martha Costello. La temporada estuvo partida en dos partes, los primeros 4 caps, que siguieron el molde tradicional de la serie. Y los dos últimos, centrados en un caso protagonizado por un ex-novio de Martha. Así, cuanto más avanzaba el juicio y más claro iba quedando que era culpable, más caía ella en una espiral de negación que la fue empujando poco a poco hacia el abismo. Al final se derrumbó, dejó escapar las elecciones para elegir al nuevo jefe del bufete, su estabilidad emocional voló por los aires y su vida laboral entró en coma. Esa secuencia final con ella perdida en medio de Londres, mirando al Támesis desde el borde de un muro es trágica. Tras tanto recorrido, pudieron los monstruos frente a los ángeles. El problema de los dos últimos capítulos no es la decisión de llevar a Martha hacia el cataclismo, los problemas fueron de otra índole. El caso no era interesante, el protagonista del mismo tampoco, la trama conspiranoica que armaron alrededor menos. Aún así, Silk es una serie que merece mucho la pena, con una protagonista maravillosa, arriesgada en el tratamiento de los casos y en la construcción de su personaje central. La recordaré siempre.

My mad fat diary

Todo va a salir bien

Esta serie narra en primera persona, a través de su diario personal, la vida de una adolescente, Rae (Sharon Rooney, brillando en un papel tan difícil) en la década de los 90 en Inglaterra. No una adolescente cualquiera. Una chica atormentada por su sobrepeso y su compleja relación con su madre (Claire Rushbrook lo borda tanto en la comedia paleta como en el drama familiar descarnado) que tras intentar suicidarse y estar en ingresada en un psiquiátrico, vuelve a su vida intentando construirla de nuevo. Esta es la premisa. Lo que a partir de ella hacen es magia. Una catarata de sentimientos buenos y malos, temores y esperanzas. De vida. Es ante todo una serie palpable. Ayuda que el drama se salpica con ese humor inglés tan negro y tan sucio. La maravillosa banda sonora plagada de todos esos clásicos del rock british de los 80-90 que aún en día hoy amamos. Mi momento musical favorito es el final de 2x03 a golpe de Roads de Portishead, tanto por la utilización de la canción narrativamente, como porque es una de mis canciones favoritas. Y también es importante el empaque visual, con los dibujos del diario cruzándose con las imágines. Penes peludos sobre la boca de Rae, o la telaraña de rallas que se va tejiendo sobre su cabeza cuando se siente al borde del colapso.

Spoilers de My Mad Fat Diary Season 2
La segunda temporada de la serie ha tenido una especie de estructura circular. Empezó y terminó en lugares cálidos, embarrada en esperanza. Pero tuvo un corazón muy oscuro. Primero el instituto y la imposibilidad de llevar a buen puerto su relación con Finn (Nico Mirallegro es puro encanto). Después la soledad. Más tarde el egoísmo. Y al final, la expiación de los pecados y sí, la fe en que el ser humano puede cambiar, que no estamos condenados a vivir en un bucle emocional. Mientras Silk termina siendo pesimista, My mad fat diary nos ofrece un futuro mejor. Una pone punto y final con una condena y la otra con una promesa. Con ese Wonderwall que no había sonado en toda la serie porque, siendo Rae talifana de Oasis como es, estaba destinado a cerrarla. You’re my wonderwall. Lo que nos dice esta serie es que todos somos egoístas, pero que eso no implica ser malas personas. Muchas veces Rae hace daño a los demás siendo consciente de que lo hace, siendo consciente del acto pero no tanto de las consecuencias del mismo. Esa voracidad destructiva. Esta serie me quema. Me quema mucho. Me asuste porque puedo ver cosas mías en ella y sus amigos. También me enternece. Me cala hasta los huesos. Porque en su forma de luchar contra sus errores también me veo a mí. Al final, nuestra vida no es más que una lucha constante contra lo peor de nosotros mismos. Al final, sólo queremos ser queridos. Porque la soledad… la soledad asfixia incluso más que el miedo.

viernes, 11 de abril de 2014

Un año disperso

JUSTIFIED - Quinta Temporada


Spoilers sobre lo que se ha cocinado este año en Kentucky

Este martes terminó en FX la quinta y penúltima entrega de Justified, ese drama policial white trash ambientado en un metanfetamínico Kentucky (sobre todo en Lexington y en el condado de Harlan). Ha sido una temporada impar y llegados a este punto ya sabemos que significa eso. Nuestro marshall badass favorito, Raylan Givens ha tenido un año de que sí que no, disperso, perdido entre varios malos, ninguno de ellos con las suficientes entidad y carisma, con la trama de su antogonista, el gran Boyd Crowder (Walton Goggins es un animal interpretativo) desconectada de la central hasta el final, y con otra trama que se cayó con todo el equipo, el drama carcelario de Ava (Joelle Carter), muy mal dibujado. ¿Todo esto quiere decir que ha sido una mala temporada? No, Justified no es capaz de firmar una mala temporada, simplemente ha tenido demasiadas aristas este año. Como ya pasó en la tercera temporada y en la demasiado procedimental primera, no ha tenido esa redondez en el relato que sí tuvieron las temporadas pares.

La temporada empezó fuerte, sobre todo con esa maravilla de capítulo que fue Shot all to hell (5x05), el de Art (siempre tenemos poco de Nick Searcy) y la espectacular secuencia en la cafetería. Sin embargo Detroit no nos dio lo que prometía y México resultó ser muy flojito, sin ir más lejos en la propia FX en The Bridge que es una serie muy por debajo de la liga de Justified presentaron un mundo del narcotráfico mexicano mil veces más perturbador e interesante. El tramo central se enredó en las cuitas familiares de los Crowe capitaneados por ese Daryl (Michael Rapaport), con un código moral interesante sí, pero un tipo no lo suficientemente carismático para ejercer de gran villano, y así acabamos enredados en Whistle past the graveyard (5x08), el capítulo de la búsqueda de Kendall (Jacob Lofland, el mejor amigo de Tye Sheridan en Mud, un chaval a seguir), un capítulo hueco. Justified puede fallar, pero entregar un episodio sin ningún tipo de intención dramática, sin nervio, sin frases embarradas en dobles sentidos y malicia paleta no. Por suerte, la recta final con todos los protagonistas al borde del precipicio y las tramas paralelas caminando hacia el punto de encuentro se elevó unos cuantos tonos. Sí, los últimos 3 capítulos funcionaron la mar de bien. Sobre todo gracias al Raylan de Timothy Olyphant (vaya actorazo) un tipo cada vez más denso, más trágico, más cansado.

El pasado es una pesadilla de la que estoy intentando escapar

Puesto ya el dedo sobre las llagas, quiero hablar ahora de lo bueno de esta temporada claramente de transición de cara a la última en la que por fin se dirimirá el duelo entre Raylan y Boyd. Lo que mejor ha funcionado en esta entrega han sido las relaciones personales de Raylan. En primer lugar, su relación con Art, siempre tan interesante y siempre tan en segundo plano, terminó por saltar por los aires en forma de puñetazo. El baile de miradas desafiantes y palabras masculladas que se han marcado ha sido una delicia. En segundo lugar, la relación sexo-emocional de este año de Raylan ha sido interesante porque su partenaire no tenía un pelo de inocente, y ha profundizado en esa soledad y en esos impulsos autodestructivos que siempre han caracterizado a Raylan, el marshall para el que el fin siempre justifica los medios, y que tanto unos como otros se mueven en una escala de grises muy oscuros. Y en tercer y cuarto lugar dos relaciones espejo. La primera, proyectada hacia el futuro en el agente Miller de Memphis con el que Raylan trabaja (el notable 5x09) y en el que en su alcoholismo e imprudencia podemos ver a un Givens otoñal, solo, muy solo. La segunda en cambio mira hacia el pasado, hacia las raíces del protagonista, hacia su infancia pisoteada por su padre Arlo. El joven, astuto pero en el fondo inocente (esos cola-caos de la máquina…) Kendall no deja de ser una especie de Raylan Givens cuando era niño. Daryl es a él lo que Arlo a Raylan. Tipos abrasadores en su vida de delincuencia y autoritarismo familiar. Si Miller es una amenaza de cómo puede ser su futuro si sigue por este camino, Kendall es un recordatorio de su pasado. Una jodida maravilla narrativa.

Más de esto, señalar en el apartado del debe, la terrible infrautilización de esos dos interesantísimos personajes que son Rachel (Erica Tazel) y Tim (Jacob Pitts). Cada vez que abrieron la boca, estuvieron maravillosos, vamos, como siempre, personajes construidos en torno a frases (y tiros) letales. En el haber, Dewey Crowe (Damon Herriman) como el alivio cómico definitivo. Se pasó toda la temporada saltando de estercolero en estercolero para terminar como siempre siendo la burla de todos. Podría ser un personaje plano, y sin embargo Dewey es el perfecto retrato de un tipo de hombre, bueno para nada, que habita en esos parajes turbios, corrompidos de Harlan. La season finale, Restitution (5x13) deja claro la vocación de prólogo de esta temporada y coloca las piezas sobre la mesa para la batalla final. Ava, tan perdida en el naufragio presidiario será fundamental en la partida entre Raylan y Boyd. Wynn Duffy (Jere Burns), con menos chispa que de costumbre y sin mucho rumbo este año, también lo será. Estamos todos. La sexta temporada de Justified será un polvorín, las expectativas son altas, un drama de su pegajosa densidad tiene que acabar por todo lo alto. En la serie de Graham Yost, no hay número par malo.

martes, 8 de abril de 2014

Y todos nos pusimos tristes

SHAMELESS - Cuarta Temporada


El domingo Showtime emitió el último capítulo de la cuarta temporada de Shameless, ese drama familiar que hace de la miseria white trash amor y risas. Sin duda la entrega más dramática de los Gallagher. Titubeó en los primeros capítulos, con un mar demasiado en calma y el viento soplando a favor. Alcanzó su primera cima a mitad de temporada con la explosión de Fiona. Tuvo algún capítulo de entretiempo que sí que no en el ¾, para al final del partido pisar el acelerador y entregar dos de los más brillantes y desoladores episodios de la serie, esas pequeñas maravillas llamadas Emily (4x11) y Lazarus (4x12).

A partir de aquí spoilers de todos los colores sobre la season 4 de esta jodida maravilla

Analizando la temporada en su conjunto nos encontramos con 5 grandes tramas, de las que intentaré hablar una por una:

1) Frank y su camino hacia la muerte
Empiezo diciendo que es la única gran trama que no compro de esta temporada. La batalla de Frank (ese monstruo de la interpretación llamado William H. Macy) por sobrevivir con un hígado a punto de explotar, tenía como trama dos problemas serios que la lastraron, por un lado credibilidad, por el otro emotividad. En primer lugar todos sabíamos que Frank no iba a morir, William H. Macy no se iba a ir de la serie y su personaje no iba a morir, salvándose, como así fue, sobre la bocina. En segundo lugar, y aún poniéndonos en el caso de que nos creyéramos que sí se moría, su muerte carecía de emotividad. Frank es un gran personaje, uno de los personajes más divertidos de la televisión actual, lleno de fuerza, un borracho mal padre y que actúa siempre con malicia al que deberíamos odiar pero que nos hace reír como pocos. Sí, amamos a Frank, pero no nos podemos implicar emocionalmente con él, es un puto bastardo, y por eso funciona como recurso cómico y fuente de males familiares, pero como ser al que amar con nuestro corazón, con el que sufrir, no. Es como si Tarantino pretendiera que en Inglorious Basterds nos importara en el plano emocional el coronel Lauda (Christoph Waltz). No, simplemente no. Me destroza más el corazón Fiona rompiéndose una uña que Frank muriéndose. La gracia de Frank, su constante hipocresía, su deliciosa malicia y sus sermones y chascarrillos demagogos han brillado por su ausencia. Una pena, por suerte sabemos que para el año volverá el Frank de siempre, esa maravillosa secuencia con Chicago al fondo y el lago congelado nos lo ha dejado claro. En el haber le reconozco que el personaje de Sammy me parece una buena incorporación (aunque fue de más a menos), que en el penúltimo capítulo cuando estaba confundido tras la operación su secuencia con la niña moribunda del hospital sí que me llegó al alma y que al final dio un sentido a Sheila, esa maravilla de personaje al que este año han maltratado (esto último es aplicable a V y Kev).

2) El paso a la adolescencia de Debbie (y Carl)
Arrancó la temporada con una Debbie (Emma Kenney está creciendo muy bien) sumida de lleno en la edad del pavo, insoportable, irreconocible. Decidieron lanzarse a una piscina llena de tiburones introduciendo en su trama un novio-no-novio mayor de edad, lo cual era perturbador para los espectadores y peligroso para el equipo de John Wells. Y lo que parecía que sería un cataclismo tornó a mitad de temporada en una trama muy interesante, arriesgada, pero interesante. Debbie ya no es una niña, posiblemente nunca lo fue, ahora es ya una mujer, de la tontuna hiper hormonada del arranque hemos pasado, sobre todo tras el crash de Fiona, a una Debbie mucho más madura que ha funcionado muy bien como segunda de a bordo de Lip en el manejo del hogar Gallagher, y que a la vez sigue siendo una adolescente embarrada en los celos y en esa complicada relación con un chico que simplemente no puede ser su novio porque es demasiado mayor. En cuanto a Carl, que, no nos engañemos siempre ha sido “el otro Gallagher” (sin contar el bebé multi-interpretado) pasó de ser el fiel escudero de Frank, una trama que le impedía evolucionar, a comenzar a descubrir su adolescencia también junto a una novia en una situación de desamparo aún mayor, una especia de Fiona adolescente.

Y con estas perlas de amor todo el puto cap, toda la puta temporada

3) Mickey e Ian
Terminamos la anterior temporada con Mickey (Noel Fisher tiene un gran futuro por delante) casado e Ian (Cameron Monaghan ha tenido menos ocasiones de lucimiento este año) suplantando la identidad de Lip para alistarse en el ejército. Por suerte a mitad de temporada recuperamos a Ian, o alguien a caballo de una euforia constante que se le parecía, y su compleja relación con Mickey, que se fue cocinando hasta el 4x11 cuando estalló para hacer que nuestro corazón saltara de la emoción. Si hay un personaje que ha evolucionado esta temporada es Mickey Milkovich. Si antaño se movía a caballo entre el amor por Ian y la homofobia, cuando creyó haberlo perdido, saltó hacia adelante. Si nos dicen que Mickey nos iba a dar alguno de los momentos más emotivos, sentidos y profundos de Shameless hace un año, no lo hubiéramos creído. Mickey ya no tiene miedo. Mickey quiere estar con Ian. Tras la euforia del 4x11 ha llegado la necesaria resaca de final de temporada. Tras ese estado de éxtasis constante en el que danzaba Ian, ha llegado la más honda depresión. La historia de amor entre estos dos, sube de liga, ya no es un problema de homofobia, ahora es un problema de salud mental. Ian puede haber heredado de su madre una bipolaridad psicótica que hace que pase de la euforia a la depresión. Si antes teníamos un drama de amor adolescente, ahora tenemos un drama adulto más típico de un matrimonio. Si siguen escribiendo esta relación tan bien como hasta ahora, podemos encontrarnos ante un tratamiento de la bipolaridad y del amor incondicional maravilloso.

4) La madurez de Lip
Antes del crash de Fiona teníamos a Lip (soberbio Jeremy Allen White) dejando atrás su cabezonería autodestructiva e intentando equilibrar su carrera estudiantil y su independencia económica. Tras el crash, Lip sumó a ese complicado cóctel el cargo de cabeza de familia. Si en la tercera entrega deseamos ir a Chicago a darle dos collejas y que espabilara y saliera de ese drama de mujeres al borde de un ataque de nervios en el que estaba metido entre Karen y Mandy, este año iríamos a darle un abrazo y agradecerle la estabilidad que nos ha aportado. Lip es definitivamente un hombre adulto. Su relación con Fiona ha sido quizás el pilar central de la serie este año. Tras el accidente con la cocaína que casi le cuesta la vida al bebé Gallagher, Lip fue extremadamente duro con Fiona. La forzó hasta el límite. La castigó. Y Fiona se merecía ser castigada. Pero tras el enfado inicial al final llegó la comprensión. Sin Fiona no habría clan Gallagher. Sin Lip tampoco. Ambos deben conducir a esta familia rodeada de miseria. Por eso que tras la decepción que se llevó Lip con Fiona llegara la reconciliación, el perdón y el cariño, el motor de esta familia, fue tan potente dramáticamente. En las orillas de este camino hacia la madurez de Lip, surgió su nueva novia, controladora hasta la locura y de clase bien que lo tiene a cuerpo de rey. La repetición de lo que vivió Fiona con Mike, un hombre por el que no sentía amor pero que le aportaba estabilidad económica. Al final los Gallagher son los Gallagher, y en lugar de dejarse guiar por lo que les conviene, terminan renunciando a ello por lo que en realidad desean. Eso significa la aparición de Mandy en la cafetería mientras él está rodeado por el grupo de amigos de su novia.

5) El camino a la perdición de Fiona
Fiona (un Emmy para Emmy Rossum, por favor) terminó la tercera temporada sin Steve-Jimmy pero con un nuevo hombre y un buen y estable trabajo. Todos sabíamos que eso no iba a durar porque volviendo a lo de antes, la estabilidad y la tranquilidad no están en el ADN Gallagher. Y no. Todo saltó por los aires cuando se metió por el medio el drogadicto hermano de Mike y Fiona pecó dos veces, una en el plano amoroso-sexual y la otra en el del consumo de drogas. Su camino a la perdición la llevó a que bajo su vigilancia su hermano pequeño consumiera cocaína y estuviera al borde de la muerte. No solo su relación y su trabajo, sino también su familia volaron por los aires. Pero sobre todo ella misma voló por los aires. Si Ian tiene sobre sí la larga sombra de la bipolaridad de su madre, Monica, Fiona tiene la de Frank, esa adicción a las drogas y a la autodestrucción sin ningún tipo de control de daños previo. Esta ha sido la trama que ha hecho que la temporada sea tan trágica. Fiona es el corazón de la serie, el motor principal que tira de ella. Si el motor se resiente, todos nos resentimos. Quería abofetearla y abrazarla a la vez. Es duro ver a alguien que quieres caminar inexorablemente al abismo. Tras romper la condicional, Fiona recuperó el amor de su familia pero perdió la libertad. Por suerte, como Dios aprieta pero no ahoga, la resolución (más o menos, porque el miedo a la adicción al riesgo sigue ahí, latiendo) de esta trama lanza un mensaje de optimismo. Tras su breve estancia en la cárcel, Fiona le dice a Lip que todos los errores cometidos no han sido culpa de la peligrosa herencia de Frank. Que ha sido culpa suya, que todos somos responsables de nuestro devenir, y que ha aprendido la lección.  Estoy tocada, pero no hundida. En la temporada más dramática y con menos estallidos de humor he terminado también yo estando tocado. Los Gallagher duelen, porque ante todo Shameless es una serie, que más allá de lo bien escrita e interpretada que está, te hace sentir. Es una serie construida sobre sentimientos.

PD1: Ojalá le vaya muy bien en los Emmy con el cambio (la Academia pasándose sus propias normas por el forro) a comedia en su temporada más dramática. Sobre todo, a Emmy Rossum, claro.
PD2: No voy a decir nada del cliffhangazo con el que nos obsequiaron en los créditos. Sólo, que es El Bien.