martes, 11 de marzo de 2014

Quemas

LOOKING - Primera temporada


He estado ahí

Inicio este análisis dividiendo la primera temporada de Looking en dos mitades simétricas y emocionalmente antagónicas. La primera mitad, la toma de contacto, se caracterizó por vacilar en sus intenciones y sobre todo en la construcción de sus personajes. Dibujó a su protagonista, Patrick (Jonathan Groff), de forma muy superficial, hasta banal diría, un diseñador de videojuegos constantemente al borde de ser un drama queen y un attention whore. Flotando en un mundo irreal en torno a su ego. No digo que no haya gente así, tan alejada emocionalmente de los demás que es incapaz de descubrir los sentimientos de los otros. Gente vacía. Relacionarnos con los demás es lo que nos llena, porque cuando llegamos a este mundo no somos nada más que recipientes vacíos. Lo más destacable de esta primera Looking eran sus explosiones de humor negro y zafio. Y el dibujo de la crisis de la mediana edad que hacía a través de Dom (Murray Bartlett).

Cada vez más el cine y la televisión exploran la deriva emocional en la que se encuentran los hombres cuando rondan los 40. Ahí está esa maravilla que es Una pistola en cada mano (Gay, 2012). Sin embargo, tener como animal de experimentación a un hombre homosexual es novedoso. Los personajes homosexuales que recrea la cultura audiovisual suelen ser veinteañeros que buscan conocerse o se conocen ya muy bien. Siendo su sexualidad el epicentro de sus conflictos emocionales, de tal forma que el hecho de envejecer se muestra como un drama en tanto en cuanto condiciona la vida sexual. Un planteamiento cimentado sobre tópicos. Así, la crisis existencial de Dom que comienza siendo sexual (“ya no follo tanto como antes” “soy viejo para los niñatos”) evoluciona, en la segunda parte de la temporada en algo más profundo, en una crisis existencial total: profesional, económica, emocional, afectiva, y obviamente también sexual, el sexo es importante, simplemente quiero incidir en que no lo es todo. Y justamente me gusta de Looking su forma de abordar el sexo, tanto la forma naturalista en que está dirigido (en casi todos los caps) por Andrew Haigh (sí, el hombre detrás de Weekend) como en la forma en la que está descrito a través de los diálogos y de las caras de los actores. Estoy hablando del sexo en torno al protagonista, no de la trama sexual de Agustin (Frankie Alvarez), la gran mancha de fuel que ensucia los logros de la serie.

No tenía pensado hablar de Agustin, quería comenzar a engañar a mi memoria sobre su existencia, pero no puedo. Agustin es el vacío, un vacío además irritante. Un artista sin arte. Un amigo sin piedad. Un novio sin respeto. Un error. Mucho van a tener que trabajar en la trastienda Michael Lannan (el creador del invento) y Andrew Haigh perfilándolo de nuevo si no quieren que este personaje lastre también la segunda temporada de la serie. En él, el sexo es puro artificio, porno rodado con clase, pero hueco, muy hueco. Dom fue siempre un personaje interesante, Patrick comenzó siendo una caricatura (perfilada con brocha gorda queriendo construir un personaje tipo Girls, y fracasando estrepitosamente) pero a partir del capítulo 5 se convirtió en una persona con la que era capaz de conectar, con sus errores y con sus aciertos, con sentimientos.

Ha sido la vía emocional la que ha permitido que Looking al final se convirtiera en una serie con algo que decir, con voz propia. La exploración de los sentimientos de unos personajes que luchan por no estar solos en el mundo se convirtió en el epicentro de la serie, convirtiéndola en algo relevante. Looking no es una serie de autor, no es, volvamos a la dichosa comparación, Girls, no tiene que ser sarcástica y punzante, no tiene el ingenio en la escritura necesario, su medio y su fin deben ser las emociones. Por eso el capítulo 5, el mini-Weekend, es tan bueno. Porque gira todo el rato sobre los sentimientos de los protagonistas. No hablan de nada especialmente relevante, no reflexionan sobre cosas sesudas, simplemente son dos hombres desnudándose emocionalmente uno frente al otro, poniendo su pasado sobre la mesa para alumbrar su presente. Un hermoso acto de valentía y madurez sentimental. Al quinto día, la serie encontró el tono, y pudo por fin definir sus coordenadas, construir a su protagonista, ese Patrick interpretado con tanta candidez por Jonathan Groff. Y los tres capítulos que siguieron supieron mantenerse en esas coordenadas (a pesar de las tramas de Agustin, su novio y su puto). Por un lado tenemos a Dom y sus crisis de la mediana edad, por otro a Patrick y el inexorable precipicio de los 30, ese precipicio lleno de miedo a la soledad, en el que las fiestas dejan de ser tan divertidas y tener una pareja a la que abrazar y una película en el ordenador parecen el plan más apetecible del mundo.

Y también he estado ahí

Con el tren hacia la madurez sobre las vías del AVE (el de verdad, no el de Galicia), el sexo no se presenta como algo juvenil, fresco, divertido, ingenuo (como la secuencia de cruising que abre la serie) sino que torna mucho más denso, más viscoso, más real, más palpable (como en la secuencia de sexo de la season finale), más trascendente. Las conversaciones en torno al sexo de Patrick y Richie (Raúl Castillo) nos suenan también más cercanas. Ya no es tanto ensayo-error como en el inicio de la vida sexual. Con el paso del tiempo, y sobre todo con la madurez emocional, el sexo se vuelve un acto más oral, eso que nos han dicho desde niños de que “los adultos resuelven los problemas habando”. Y a mí, que hablar con la otra persona me gusta, que hablar en la cama me parece el salto sin red desde más altura que puedo realizar, este sexo hablado me gusta, este sexo que más que fricción entre cuerpos es un baile entre entrañas de dos personas distintas. Me gusta. Y por eso me gusta cómo la serie aborda la relación de Patrick con el sexo, ese juego de deseo y miedo que se ve condicionado por los sentimientos que se pueda sentir por la otra persona. A veces estamos dispuestos a que nos haga daño un desconocido pero no nos queremos arriesgar a que nos haga daño alguien al que queremos. La secuencia de sexo de la finale y la última conversación entre Patrick y Richie cierran el mensaje lanzado desde el capítulo 5. Puedo joder lo que no me importa, pero no quiero joder lo que sí lo hace. El amor duele. Ouch. Pero aún nos queda el futuro.

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