lunes, 31 de marzo de 2014

Sólo te quería a ti

THE GOOD WIFE - The Last Call



Me pasé el día persiguiéndote por la ciudad. Cazando a un fantasma, acariciando momentos que me había perdido. Intentando completar el puzle de tu marcha. Juntando las piezas, haciéndolas cuadrar aunque al ensamblarse me desgajaran como a una naranja. A mitad de camino sentí que te había perdido antes de que te fueras. Un dolor terrible. El dolor de saberse culpable, de arrepentirse, de perder un trozo de tu vida. Por la ambición profesional y el pragmatismo familiar sacrifiqué mi amor por ti. Cuando las puertas del ascensor se cerraron no estabas tú, sosteniéndome, empujándome hacia territorios salvajes, peligrosos. No estaba tu boca, ni tu aliento, ni tus manos. No estaba tu voz, que siempre me enredaba en tus juegos. No estabas tú. Cuando por fin había asumido la derrota, supe la verdad sobre el final. O creí saberla. Al final, tú me encontraste a mí. A la idea de nosotros. A la necesidad de nosotros. Eso significaba la última llamada que me hiciste. Ese mensaje que casi no me llega, que casi se esfuma en tu partida, esas últimas palabras que no llegaste a pronunciar. Esa ostia de la vida. Cruel. Me agarraré a mis sentimientos para no hundirme. Había un futuro para nosotros dos, después de todo. Sí, ahora sé, que en el fondo, sólo te quería a ti.

viernes, 28 de marzo de 2014

Dancing on my own

GIRLS - Tercera temporada


Los restos del naufragio (y una maleta de leopardo)

Spoilers por aquí y por allá de la season 3 de Girls
Cuando el lunes por la noche terminé la tercera entrega de la Girls de Lena Dunham lo que me invadió fue una viscosa soledad. Al final, sólo nos tenemos a nosotros mismos. En el capítulo 3 de esta crónica de una generación a la deriva, Dunham ha optado por agudizar la vertiente dramática de la serie. Las explosiones de humor han sido contadas, la disgregación del grupo ha avanzado hasta convertir a las Girls en amigas sin amistad, únicamente pegadas entre sí por la soledad que las rodea. En Girls la amistad ya no es un sentimiento puro, es un estado de sitio gobernado por la mera conveniencia. Tras Beach House (3x07) que será el capítulo que más recuerde de esta temporada (no es mi favorito, que conste, creo que la introducción del grupo gayer (no puedo con Elijah y Andrew Rannells, la marica mala definitiva, simplemente no soy capaz) le restó mucha fuerza dramática y catártica) y todo el tsunami de mierda que desató poco queda de amor entre estas cuatro. Demasiada mugre. Ahora no son más que islas que forman un archipiélago desarticulado. La secuencia del Dancing on my own de Hannah y Marnie ya no se puede ni vislumbrar por el retrovisor.

Las otras girls
Que el foco de la serie se colocara aún más sobre Hannah también ha ayudado a crear esa sensación. Si hay una pega que le pongo a esta temporada, que (quizás debí haber empezado por aquí) me parece la mejor de las tres que ha tenido la serie hasta ahora, es como Dunham ha arrinconado a ese personaje tan fascinante y palpable llamado Marnie (Allison Williams, esa puta diosa). Y aún así, aún sin trama principal clara, robando minutos de aquí y de allá, Marnie sigue siendo esa máquina de escupirnos nuestro egocentrismo a la cara. Soy demasiado buena para esto. Tengo muchos sueños y se cumplirán porque soy importante. Puedo ser yo la que use a los hombres. Estos son algunos de los razonamientos mentales de Marnie. Pero la verdad es: no, no eres demasiado buena para tu trabajo, no hay una conspiración mundial contra ti, Marnie. Tus sueños no se cumplirán porque eres una persona destructiva, te destruyes a ti y destruyes todo lo bueno que te pasa porque no eres capaz de medir las consecuencias de tus actos. Y no, no usas a los hombres, buscas cobijo en ellos, y te auto-engañas por el camino. Frente a la imagen que busca proyectar, Marnie es una persona que lo único que quiere es sentirse protegida y aceptada. El problema es que cuando encuentra a alguien capaz de quererla, de ver lo mejor en ella (Desi), lo estropea (dinamitando la actual relación de él). Un terrible auto-boicot. Es jodido saber a dónde quieres llegar pero ser incapaz de seguir el camino.

Más allá de Marnie (creo que ha quedado claro ya que es mi personaje favorito, por eso le doy tanta cera, darle cera a ella es darme cera a mí), Jessa sigue siendo la personificación de la nada. Frente a Marnie o Hannah que fracasan pero intentan avanzar, Jessa hace tiempo que tiró el ancla al mar decidida a disolverse en su pose. Por muchas vueltas que le demos Jessa no es más que pose. Una persona sin ideas, ni deseos, ni objetivos, una mujer que vive por vivir. Lo cual hace que su trama de final de temporada con la fotógrafa suicida fuera mucho más divertida y clarividente. No es que Jessa no esté bien desarrollada como personaje. Todo lo contrario, su banalidad está perfectamente buscada… y encontrada. En cambio Shoshanna es un personaje que podría dar para mucho y se queda en máquina de soltar one-liners. El giro final que pega en el teatro pidiéndole desesperada  a Ray que vuelva con ella hubiera tenido sentido si se la hubiera visto evolucionar a lo largo de la temporada ese deseo, esa sensación de estar emocionalmente a la intemperie, sin embargo no fue así. Da la sensación de que Dunham y su equipo recuerdan que existe como personaje cada X episodios y le escriben un twist para que avance, aunque sea a trompicones. No funciona. Shosh es muy divertida como chiste con patas (y altavoz de alguna que otra verdad) pero carece de profundidad, y no porque no la pueda tener, simplemente porque no se la construyen. Algo a mejorar de cara al año que viene.

Hannah, la muerte y la ambición

Yo mi me conmigo

Mucho se ha hablado sobre la presencia de la muerte en esta temporada de Girls. Dos personas próximas a Hannah murieron a lo largo de la temporada y se criticó a la serie haber tratado el tema a medio gas. Difiero. No es que la muerte esté tratada superficialmente en esta temporada de Girls, es que Hannah es así. Para Hannah los sentimientos de los demás son satélites de sus propios sentimientos. La primera muerte de la temporada se abordó desde el punto de vista más egoísta y superficial posible. No hubo duelo, sólo incertidumbre. Dicha historia tuvo su punto y final con la que para mí es la secuencia de la temporada, Hannah contándole una pequeña mentira tralará a Adam sentados ambos en las escaleras en Dead Inside (3x04). Terrible. De esos momentos negrísimos de plena lucidez creativa.

La segunda muerte, mucho más cercana se abordó en esa pequeña joya que fue Flo (3x09), mi episodio favorito de la temporada junto con Role-Play (3x10) y su secuencia de naufragio sexual pero sobre todo sentimental (escrito al igual que el ya mencionado 3x04 entre Dunham y Judd Apatow). Volviendo a Flo, cómo no disfrutar de Girls convertida en un gozoso drama familiar de mujeres embotellado. Ya le gustaría a August: Osage County haber estado tan bien escrita. El capítulo fue quizás un gran empujón a la madurez, y lo que terminaría desencadenando el tramo final de la temporada. En cierta forma la muerte, y el conjunto de reacciones y disputas familiares que desencadenó, mostraron a Hannah que estaba viviendo una vida que no quería. El problema de Hannah es esa ambición desmedida de querer ser ese alguien idealizado que construyó desde su adolescencia. Por eso se deshace de un buen trabajo y boicotea inconscientemente su relación con el de repente actor de éxito (WTF?) Adam (Adam Driver, un monstruo) con la inestimable ayuda de Patti LuPone y sus consejos envenenados, por cierto ¡qué gran guest star!. La vida es corta y no quiero tirar mi creatividad por la borda, prefiero la intemperie de la incertidumbre que la seguridad del estancamiento artístico. Marnie persigue la seguridad y fracasa, Hannah la aventura, y por el camino se lleva por delante todas sus conexiones personales. Con lo que al final volvemos al inicio, Girls además de poner en el disparadero lo peor de nosotros mismos, estos veinteañeros perdidos, se ha convertido en un retrato de la soledad, de cómo las relaciones degeneran, de cómo la vida nos lleva… por caminos raros (en esta caso, hacia Iowa).

martes, 25 de marzo de 2014

Un golpe seco

THE GOOD WIFE


No entraba en mis planes volver a hablar de The Good Wife hasta el final de su quinta temporada. Claro, que yo no sabía que me iban a obligar a hacerlo. A partir de aquí, un mar de spoilers para hablar sobre lo que ha pasado en el 5x15.


Si con el memorable Hitting the fan (5x05), The Good Wife había mutado de forma para captar el mismo fondo, en este Dramatics, Your Honor (5x15), la serie del matrimonio King vuelve a estirar el formato, la clave estará en si tras tanto giro de calado acabará por romperse el juguete. Si la primera vez se había producido la ruptura entre Alicia-Cary y Will-Diane, ahora ha pasado algo de mayor profundida emocional y de carácter irreversible. Will Gardner ha muerto. Constantemente mueren personajes en las series, pero Will no era un personaje más, era el segundo personaje más importante de esta serie tras Alicia. Desaparecido él las dos tramas de fondo de adquirirán un rumbo nuevo. ¿Y cuáles son esas tramas? Por un lado el plano emocional de Alicia Florick, por otro su progresivo empoderamiento nadando en un mundo de tiburones. En ambas dimensiones Will era una pieza fundamental, por un lado encarnaba al amor insostenible y por otro al mentor convertido en rival, y que además estaba situado en el epicentro de la actual trama política (el amaño de las elecciones). Todo eso se ha ido. Ni Alicia ni su vida volverán a ser las mismas. Hemos sobrepasado ya el punto de no retorno, o nos mantenemos en el aire rumbo a nuestro destino o nos estrellamos nada más despegar, no hay más escenarios posibles.

Ayer tras acabar el capítulo todos nos hicimos, aturdidos, dolidos, la misma pregunta ¿Por qué? ¿Por qué ha muerto Will Gardner? Josh Charles les dijo hace un año a los King que quería dejar la serie. Hay veces que desde fuera no se pueden entender algunas decisiones personales que se toman. Me da rabia que Charles se vaya, pero tendrá sus motivos y al final trabajar en una serie no deja de ser eso, un trabajo, por muy relevante que sea la dimensión artística del mismo (que en este caso lo es, Will y The Good Wife es lo mejor que le ha pasado y que ha hecho en su carrera). Rodar una serie de 22 capítulos de 40 minutos por temporada no es fácil. Es una ardua tarea que consume una inmensa cantidad de tiempo vital. Dicho esto, surgen dos preguntas, ¿por qué lo han matado? y ¿por qué ha sido tan repentino? Si seguir o abandonar una serie es una decisión personal, decidir hacia donde conduces tu obra también lo es. En el comunicado que hicieron público Michelle y Robert King tras la emisión del capítulo hablan de como todo el mundo a lo largo de su vida experimenta la muerte de cerca y que querían abordar la cuestión en su serie, porque no creen que haya sido tratada suficientemente en televisión hasta el momento. Las creaciones artísticas son parte de sus autores y por eso están preñadas de sus ideas y sentimientos.

Contestada la primera pregunta, nos queda la segunda, por qué ha sido tan repentino, ¿tan a quemarropa? Porque la muerte muchas veces surge de esta forma, tan repentina, tan inconcebible segundos atrás. Antes de que el personaje interpretado por Hunter Parrish (ay Silas Botwin, con lo que yo te he querido…) le disparara, Will bromeaba distendidamente con el juez y el fiscal. ¡Qué jodida es esta vida nuestra, qué jodida y qué endeble! De todas las cosas que oí y pensé en el peor día de mi vida hay una frase que me dijo mi tía que me quedó marcada en la cabeza “siempre creemos que estas cosas sólo le pasan a los demás”. Es verdad, sabes que las cosas malas ocurren, pero sorprendentemente nunca esperas que te ocurran a ti, nunca está uno preparado para estos golpes… secos. La muerte de Will Gardner puede parecer a primera vista un acontecimiento narrativo artificial, nada orgánico, y sin embargo… ¡qué real es, qué palpable! Al final la vida no es más que un cúmulo de coincidencias que se agolpan unas sobre otras. En palabras del matrimonio King "es terrorífico como un perfecto día normal y soleado puede de repente explotar por una tragedia". Pudieron construir la marcha de Josh Charles de la serie de otra forma, y sin embargo, lo hicieron así, con esta rotundidad gélida. Cuando digo que la muerte fue repentina no quiero decir que fue improvisada. No es normal en The Good Wife que un caso quede en el aire, suspendido y proyectado hacia un futuro incierto. Por eso el caso que protagonizó Hunter Parrish en The next week (5x07) (por cierto vaya manejo de la duda) resultaba tan extraño. Esa falta de cierre en una serie que se caracteriza por atar todas las tramas y a todos los personajes tan bien en el relato central sí que resultaba abiertamente artificial. Sembraron la trama, crearon la identificación y la cercanía personal entre asesino y víctima, y en el momento adecuado, cuando Will y Alicia habían terminado la guerra tras el Hitting the fan, echaron la bomba. Ahora sí, trama cerrada.


Para saber si el salto mortal que ha dado la serie será un éxito habrá que ver los próximos capítulos, habrá que ver de qué forma tratan la muerte, la hondura con la que nos presenten el tema. Pero sobre todo habrá que ver hacia donde gira el relato, hacia dónde va Alicia Florick, ahora que todo ha cambiado para siempre. Habrá que ver como encajan el golpe Diane y Kalinda y el crecimiento de Cary tras ser elevado a personaje masculino con más peso de la serie. Y sobre todo tendremos que observar si una nueva Alicia puede dinamitar la calma chicha en la que se encontraba en su plano emocional y cómo la trama política cada vez más sucia evolucionará a partir de ahora… cabe esperar que poder y sentimientos se fundan aún más entre ellos. ¡Qué golpe más seco! Y cuántas nuevas posibilidades nos abre… The Good Wife, la serie que no se cansa de crecer.

viernes, 21 de marzo de 2014

Gozosa melancolía

THE GRAND BUDAPEST HOTEL



El cine de Wes Anderson es en cierta forma una celebración de lo melancólico, del descubrimiento, de la aventura, de la infancia como tierra fértil para cultivar lo más asombroso. Y la infancia la articula Anderson en pasado, vista desde el presente adulto, gris. La niñez es una explosión de colores, de saltos, carreras, escondites. Por eso sus películas son como un juego infantil, consisten en correr hacia la victoria, siempre escapando de algo o de alguien. En The Grand Budapest Hotel el lujoso hotel no es más que la “casa” de los juegos infantiles, ese punto en el comienza y termina el juego y dónde todos los jugadores pueden estar seguros. Ese gran tronco de árbol en el que cuentas hasta 10 antes de abrir los ojos. Lejos de quedarse en el hotel, la cámara de Anderson persigue la simetría constante y embarcada en un ritmo frenético a través de esa Europa imaginaria de la época de la Gran Guerra. Irreal, peligrosa, misteriosa y jodidamente hermosa.

Mientras otros autores han ido vendiendo trozos de su mundo, sí, estoy hablando de gente como Tim Burton, Wes Anderson se ha dedicado a protegerlo contra viento y marea. A protegerlo y aumentarlo. The Grand Budapest Hotel es una orgía visual más desenfrenada, una obsesión por la composición más enfermiza, un diseño de producción más grandilocuente y pomposo, una música aún más atrevida en su belleza (si la partitura de Desplat para Mr. Fox era una maravilla, esta para Budapest no se queda atrás, bendita creatividad), un reparto aún más grande (ha encontrado en Ralph Fiennes al actor perfecto para su cine, puro carisma), una aventura con aún más escenarios. Más. Lejos de recular, Anderson está en plena expansión. Quiere más, quiere llevar su poesía sobre la melancolía a nuevos niveles, jugar en nuevas ligas. The Grand Budapest Hotel no llega a la sensibilidad de Moonrise Kingdom, ni a la diversión de Fantastic Mr. Fox, pero es en cambio es más completa (que no mejor), porque se luce en ambos terrenos. También es más accesible que sus primeras películas (Life aquatic era demasiado freak, pensada demasiado hacia adentro) y está dotada de un mayor sentido del espectáculo.

Lo maravilloso del mundo fílmico de Wes Anderson es que toda la pompa y el colorido instagramero, están al servicio de las ideas que lo sustentan, no es un envoltorio vacío, lo que hay tras todas las capas estilísticas es un muy sano afán de emocionar y maravillar al espectador. Las películas de Anderson me hacen sentir vivo, recordar una infancia de playmobils y legos, de cuentos y películas de dibujos. De aventuras que solo tenían lugar en mi cabeza mientras estaba sentado en el suelo moviendo muñecos. Una apología de la imaginación como uno de los mayores dones que tiene el ser humano a su disposición. Las infinitas posibilidades que ofrece la imaginación. El juego entre pasado-juventud-auge del hotel y presente(narrativo)-vejez-caída del hotel, hace que nos preguntemos ¿y si al hacernos viejos también nos volvemos grises? ¿nuestras ideas caen como las hojas de los árboles al llegar el otoño? Y así volvemos a la melancolía, pero lejos del dramatismo, en el cine de Wes Anderson la melancolía se plantea desde el optimismo, si sentimos melancolía es porque tenemos preciosos recuerdos de momentos valiosos, para añorar es necesario haber vivido antes. Quizás la melancolía no sea algo malo, simplemente la constatación del fluir vital del ser humano. Celebrémosla manteniendo intactas las ansias de aventura.

jueves, 20 de marzo de 2014

10 películas anglo en las que quiero creer en 2014

La respuesta a ¿de qué puedo escribir? es siempre ¿por qué no una lista eh, por qué no? Y aquí está, 10 películas anglófonas para este 2014, no incluyo a Lars Von Trier porque ya he visto lo que ha hecho (cuán travieso eres Lars) ni a Boyhood de Linklater porque ya se vio y ya nos han dicho que es buena, y la gracia de esta lista es ver cuantas ostias me meto a final de año. Tampoco está Malick, básicamente porque con él nunca se sabe si se puede o no contar. Ni ninguno de los tres directores daneses que profundizan sus carreras en la maquinaria yankee: Vinterberg, Scherfig y Bier. He dejado fuera al cine de habla no inglesa porque tampoco hay mucha información por ahí suelta, habrá que esperar a Cannes, pero este año vuelve Kusturica, los Dardenne regresarán a la costa azul por primavera y mi chico, Xavier Dolan, tiene otra peli. 25 años, quinta película señores. ¿Y el cine español? Creo que se merece lista propia, pero para ir abriendo boca, estrenan directores como Rosales, Rodríguez o Monzón, en Austin han hablado maravillas de 10.000 km y yo me muero de ganas de ver Magical Girl de Carlos Vermut.

10. Foxcatcher

¿Soy un actor serio ya? ¿Y ahora? ¿Y ahora? ¿Falta mucho?

Dir: Bennett Miller
Rep: Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo
¿Qué? La historia pivota sobre un luchador profesional medalla de oro en los Juegos de Los Ángeles y un multimillonario amigo suyo. De fondo, el asesinato del primero.
¿Por qué? Bennett Miller tiene en su haber dos dramas tan sólidos como Capote y Moneyball, el tráiler pinta bien y puede ser el salto definitivo de Steve Carrell a las grandes ligas interpretativas. La fotografía es de Greig Fraser, el hombre detrás de la fabulosa fotografía (¡la secuencia nocturna del asalto a la casa!) de Zero Dark Thirty

9. Big eyes

¿Dónde te has metido Amy? ¿Y qué animal llevas en la cabeza?

Dir: Tim Burton
Rep: Amy Adams, Christoph Waltz, Krysten Ritter, Jason Schwartzman
¿Qué? La historia real de una gran pintora fotógrafa cuyas obras son firmadas por su marido
¿Por qué? Todas las informaciones sobre este proyecto apuntan a que puede ser el regreso de Tim Burton a las grandes ligas después de que su carrera haya ido artísticamente a la deriva en los últimos años. Un drama sólido con dos de los actores del momento y ¡GRACIAS! sin Johnny Depp. Parece ser la gran apuesta de la Weinstein para la próxima carrera de premios. La música obviamente será de Danny Elfman y la fotografía de Bruno Delbonnel, nominado aún este año al Oscar por Inside Llewyn Davis.

8. Maps to the stars

¡Vísceras! ¡Más vísceras!

Dir: David Cronenberg
Rep: John Cusak, Jualianne Moore, Robert Pattinson, Mia Wasikowska, Olivia Williams
¿Qué? La película gira en torno a un escritor de libros de autoayuda, su familia camino a la perdición y una actriz neurótica
¿Por qué? Cronenberg dirigiendo un drama psicológico es un seguro de vida. Que su protagonista sea John Cusak un serio peligro, que estén en el reparto Julianne Moore y Olivia Williams dos seguros de vida.

7. The imitation game

Posando en la premiere de The Fifth Estate

Dir: Morten Tyldum
Rep: Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Charles Dance, Mark Strong
¿Qué? Biopic sobre el brillante matemático Alan Turing, clave para vencer a los nazis y procesado tras la contienda por Gran Bretaña acusado de ser homosexual.
¿Por qué? Tyldum da el salto del cine islandés al cine británico para contar la historia de uno de los personajes de los que más se ha hablado en los últimos tiempos, uno de los grandes cerebros del S. XXI. ¿Nazis, gayers, Cumberbatch, Tywin Lannister? Apesta a Oscars. Si se sale del puro academicismo y ofrece una mirada personal puede ser una muy buena película. La música es del habitual de Aronofsky, Clint Mansell y la fotografía del español Oscar Faura (Lo imposible)

6. Trash

Let Bartlet be Bartlet

Dir: Stephen Daldry
Rep: Martin Sheen, Rooney Mara
¿Qué? Una historia con tintes de realismo mágico con niños desamparados, un cura y una trabajadora de una ONG.
¿Por qué? A pesar de los palos (muchos de ellos merecidos, otros no tanto) que recibió Extremely Loud and Incredibly Close, Daldry sigue siendo uno de los cineastas más relevantes de las últimas décadas. Los niños se le dan bien, Martin Sheen es uno de los más grandes actores vivos y la carrera de Mara está en claro ascenso. Puede salir de aquí un drama blandito y vacío al estilo Slumdog Millionarie, pero aún así, estará mucho mejor rodado.

5. Interstellar

Hoy, el jardín, mañana, el espacio

Dir: Christopher Nolan
Rep: Matthew McConaughey, Jessica Chastain, Anne Hathaway
¿Qué? Viaje a través del espacio, agujeros de gusano mediante
¿Por qué? Porque aunque Nolan es muy criticable sus películas son divertidas. Es verdad que lo de construir personajes no es lo suyo, pero sorprender con high-concepts cada vez más high sí. Lo rodean tres de los actores más en forma del cine actual. La música corre a cargo del atronador Hans Zimmer, como no, pero en la fotografía no estará su mano derecha, Wally Pfister que dirige Trascendence, el otro high-concept del curso, sino el brillante Hoyte van Hoytema.

4. A most violent year

DIOSA

Dir: J.C. Chandor
Rep: Oscar Isaac, Jessica Chastain, David Oyelowo, Albert Brooks
¿Qué? Una familia de inmigrantes en medio del mar de corrupción y violencia que era el New York de los años 80.
¿Por qué? Chandor es junto con Jeff Nichols (que es posible que estrene este año, aunque no es seguro, por eso no lo incluí) el director americano joven con mayor proyección de la actualidad. Tras Margin Call y All is lost, A most violent year puede ser el film que lo sitúe en las grandes ligas. La historia parece bastante ambiciosa y el reparto es muy sólido. Ojalá no me equivoque, porque tengo muchas ganas de ver esta película.

3. Carol


Dir: Todd Haynes
Rep: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler
¿Qué? La historia de amor entre una mujer madura y casada y una chica joven en la América de los años 50
¿Por qué? El melodrama fue uno de los grandes géneros del Hollywood clásico y sin embargo ha caído en desgracia. Por suerte aún hay algún osado dispuesto a rescatarlo del ostracismo. Y el que mejores resultados ha logrado en las últimas décadas es Todd Haynes en cine con Far from Heaven y en tele con Mildred Pierce. Espero un drama desaforado lleno de claroscuros con interpretaciones increíbles. Y creo que espero bien. La fotografía corre a cargo de su habitual Edward Lachman y la música del notable Carter Burwell.

2. Inherent Vice

Simplemente JAJAJAJA

Dir: Paul Thomas Anderson
Rep: Joaquin Phoenix, Josh Brolin, Benicio del Toro, Sean Penn
¿Qué? Un detective, una femme fatale, un crimen, Los Ángeles corroídos de corrupción de los años 60.
¿Por qué? El enorme Paul Thomas Anderson adaptando a Thomas Pynchon, buceando en el noir a golpe de cinismo y con Joaquin Phoenix a su lado. No hay más que añadir. Paul Thomas Anderson puede refrescar a un género a la deriva desde L.A. Confidential, y expandir su arte hacia nuevas fronteras, además de que pocos cineastas han demostrado moverse tan bien entre el drama-thriller y la comedia. El director de fotografía es Robert Elswitt que ganó su Oscar con la brillante fotografía de la andersoniana There Will Be Blood.

1. Gone Girl

Ben Affleck de risas con David Fincher.
Sí, es posible, sí sí estos dos, de risas, sí, no es una invención de vuestra cabeza
... o a lo mejor sí

Dir: David Fincher
Rep: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris
¿Qué? Una mujer desaparece el día de su aniversario de boda y su marido es señalado como el principal sospechoso.

¿Por qué? David Fincher dirigiendo un thriller criminal basado en un libro del que la gente habla maravillas (además de un giro final muy sorprendente por lo visto). Eso es todo amigos. Un servidor no necesita nada más, ¿cómo no confiar en el hombre que me regaló Zodiac, Seven, The Game, Fight Club y Millenium? Nadie construye las intrigas como él. Nadie. El principal peligro es un reparto que podríamos calificar como ecléctico. A bordo, el mismo equipo que lo acompañó en The Social Network (obra maestra) y Millenium. Jeff Cronenwth, molas.

martes, 18 de marzo de 2014

Una serie para mostrarles a mis hijos lo inmenso que es el universo

COSMOS: A SpaceTime Odyssey


El científico ante la inmensidad

Es muy habitual que los padres quieran que sus hijos sean médicos (“siempre es bueno tener un médico en la familia”) o otras profesiones bien vistas socialmente, y muy útiles para la familia como institución que todo lo coloniza. Se comenta mucho aún hoy en día como Urgencias (ER) fomentó en la juventud americana de los 90 las ganas de dedicarse a la medicina, la vocación de curar a otros. Cosmos (1980), la original, la de Carl Sagan, enganchó a muchos niños en los últimos años de la guerra fría a eso tan maravilloso llamado ciencia. Uno de esos niños, Neil deGrasse Tyson, es el maestro de ceremonias de la nueva Cosmos (subtitulada A SpaceTime Odyssey), la de 2014 que estrenó hace 2 domingos FOX en prime-time. Una serie para crear científicos. Yo, que tengo complejo de chico de letras, lo que quiero es que mis hijos sean científicos, que lleguen más lejos de lo que llegué yo, que sus cabezas sean capaces de concebir cosas que la mía no es capaz ni de atisbar.

La nueva Cosmos es una maravilla que todo el mundo con un mínimo de curiosidad debería ver. Como ya dije soy un tipo de letras que cuando escucha a amigos de ciencias puras hablar se pierde a los 10 segundos en la conversación. El gran éxito de Cosmos es ser a la vez accesible y didáctica pero no ser en absoluto condescendiente o facilona. No es Ciencia para dummies. Es un producto televisivo cuidado hasta el mínimo detalle, visualmente fascinante y narrativamente muy bien planteado siempre oscilando entre lo macro, las grandes ideas, y lo micro, los ejemplos que hacen que entendamos esas grandes ideas. En un mundo televisivo de locos (muy locos) chromas, da gusto ver la factura de Cosmos, que exprime todos sus recursos (imágines reales, recreaciones por ordenador, hasta dibujos animados) hasta destilar un relato audiovisual que te coge en el segundo uno y no te suelta hasta el final del episodio, con objetivos claros, apasionante.

Estamos ante una serie que puede atrapar tanto a gente muy joven como a adultos. Sobre todo porque es una serie que apela al intelecto, que te reta a saber, a conocer, a descubrir, pero que a la vez está hecha con mucho corazón, salpicada de pequeñas dosis de emotividad. Funciona así muy bien la secuencia en la que Neil deGrasse Tyson cuenta como conoció a Carl Sagan siendo un niño y como este le insufló las ganas ya no de ser un gran científico, sino de ser una gran persona. Y también lo hace la secuencia final del segundo capítulo cogida directamente de la Cosmos original, que a través de dibujos narra en 40 segundos la evolución del ser humano hasta llegar a ser lo que es hoy en día. La sombra de Sagan es alargada, y en lugar de tener que luchar contra ella, la emplean con mucha inteligencia. Al fin y al cabo la ciencia es el producto de un trabajo común desarrollado por miles de investigadores durante siglos. Sabemos de dónde venimos, indagamos sobre quiénes somos e intentamos descubrir hacia dónde vamos. Cosmos es un regalo, un regalo que ojalá algún día pueda compartir con mis hijos y ver sus caras cuando descubran cuán inmenso es el universo, tan inmenso, que más que de universo debemos hablar de multiverso, de infinidad de universos infinitos.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Oír y escuchar

THE GOOD WIFE


No es el botox, es el vértigo a la caída

Puede haber algún que otro spoiler hasta el 5x13
Tras un largo parón de invierno (que quizás no fue tan largo, pero que se nos hizo eterno) ha vuelto The Good Wife, esa serie que iba sobre una buena esposa, madre y abogada, y que ahora va sobre cómo de bien esa misma señora se mueve por el fango de las corruptelas, las traiciones y los embustes. Lo ha hecho con un capítulo, Parallel Construction, bitches (5x13), centrado fundamentalmente en colocar las fichas sobre el tablero en el que los protagonistas se jugarán su futuro en el tramo final de la temporada. Para seguir con las comparaciones con Game of Thrones que se iniciaron con Hitting the fan (5x05), la famosa Boda Roja de TGW, podríamos decir que en el juego de poder de Chicago, you win or you die. Y que Alicia, Cary, Will, Diane y el resto de personajes van a tener que prepararse pronto para una serie de batallas previsiblemente cruentas. Si en la primera parte de la temporada teníamos que elegir entre #teamLockhartGardner y #teamFlorickAmos, en esta segunda que comienza ahora se caracterizará por ser un sálvese quien pueda.

La relevancia del capítulo de cara a introducirnos en la recta final de la temporada se ha notado en lo poco cuidado que ha estado el caso. Es más, diría que en 5 años de serie ha sido uno de los más flojos, una mera excusa, algo a lo que Michelle y Robert King no nos tienen acostumbrados, sí, lo importante son las tramas de fondo, pero los casos siempre resultan interesantes. Pero esta vez no, de hecho el caso se presenta y desarrolla en cuatro pinceladas, y se finiquita en una y media. Lemond Bishop y sus drogas se emplean solo como el detonante para que lo que ha estado de fondo durante mucho tiempo salte al primer plano narrativo de la serie: las escuchas de la NSA. Y justo aquí era dónde yo, que amo al matrimonio King como sólo un devoto convencido puede hacer, también quería llegar.

Estamos bastante acostumbrados a que el audiovisual americano ponga su foco de atención, y a veces incluso también su bisturí, sobre la CIA y el FBI. Son las dos agencias del entramado de seguridad americano que conocemos desde siempre. Sin embargo, en los Estados Unidos post 11-S, la NSA (National Security Agency) ha adquirido un papel fundamental como el ojo que todo lo ve y sobre todo como el oído que todo lo escucha. Las democracias europeas post II Guerra Mundial se cimentaron sobre la libertad y la igualdad, manteniendo ambas un complicado equilibrio. Mientras que en Estados Unidos su democracia siempre ha pivotado en torno a la libertad del individuo (de ahí por ejemplo la oposición a las reformas sanitarias). Creen que son la tierra de la libertad y que por ello su presidente es “el líder del mundo libre” (en Scandal lo dicen 5 veces por episodio, y cada vez resulta más desternillante). Por todo esto, que el gobierno escuche a sus ciudadanos valiéndose muchas veces del embuste y las tropelías tiene una gran relevancia ideológica en el país, ya que pone en tela de juicio al propio sistema democrático estadounidense. De ahí que la trama de la NSA en The Good Wife sea tan relevante.

La serie de los King siempre se ha caracterizado por estar al pie del cañón, pegada a la actualidad de su país y del mundo como ninguna otra. Buceando por las aguas de la corrupción con bastante osadía y explorando los límites del sistema judicial americano hasta sus últimas consecuencias. Pero la trama de la NSA eleva la apuesta sociopolítica de la serie. La NSA distorsiona sus propias reglas y cede información a otras agencias del gobierno aunque esto supere su radio de actuación legítimo. Así nace la construcción paralela, bitches, o cómo agencias como la DEA construyen vías de investigación artificiales en las que vierten la (a priori confidencial) información conseguida vía NSA sin revelar la actuación de la misma, salvaguardando las escuchas. La coartada de la seguridad nacional frente al terrorismo globalizado ha devenido en una monstruosa organización destinada a controlar a sus ciudadanos. El conflicto entre seguridad y libertad que ha presidido la política americana de la última década está próximo a saltar por los aires, el caso Snowden sólo fue un primer aviso.

La valentía de la serie al presentar los peligros derivados de las actuaciones muchas veces arbitrarias de la NSA es digna de ser aplaudida. The Good Wife no es un producto independiente, una pequeña película financiada con un par de millones de dólares. Es una serie de network que se emite en el prime-time de los domingos. Pero más allá de la valentía a la hora de abordar este problema, voy a destacar otras dos cosas. En primer lugar, la gama de grises en la que siempre se mueve la serie se traslada también a esta cuestión. No nos encontramos con un discurso de “pobre Alicia por ser escuchada, es una víctima inocente que sobrevive en medio de la podredumbre que la rodea”, no, Alicia no es inocente, no es una víctima, lo fue en algún momento, al inicio de esta aventura  que es The Good Wife, pero ya no. Que las triquiñuelas de la NSA vulneren la libertad de los ciudadanos no excusa a esos mismos ciudadanos de los crímenes cometidos. "Pobre Alicia, está siendo espiada a través de una distorsión de la legalidad", sí, pero no es una víctima inocente, ella sabe que durante las elecciones que ganó su marido hubo cambiazo de urna. Llegamos a un punto en el que los grises son cada vez más oscuros, y en lugar de hablar de buenos y malos, víctimas y verdugos, la serie presenta a una serie de actores intercambiándose golpes en un juego de poder, en un juego de tronos.

La trama espejo

La otra cuestión que me fascina de esta trama de la NSA es de características meramente narrativas, de mecanismo de guion. Dicha trama podría haberse presentado en la serie de forma solemne, con esa gravedad que maneja por ejemplo House of Cards, sin embargo los King la implantan en la narración tirando de comedia. El manejo del humor y la ironía siempre ha sido uno de los fuertes de The Good Wife, y aquí lo demuestran una vez más. Vemos el devenir de las escuchas de la NSA a través de los ojos y oídos de dos analistas de la NSA que tras meses de escuchas, observan a los personajes que por ellas pululan como si de personajes de ficción se trataran, preocupándose por sus vidas, sobre todo por la de Alicia.

Por un lado la trama es un El Show de Truman en los USA post 11-S, incidiendo una vez más en la cuestión de la libertad del ciudadano. Y por otro lado, la serie logra incluirnos a nosotros, los espectadores, en la propia trama. Estos dos analistas freaks y alocados somos nosotros, eso espectadores que llevamos 5 años viendo como Alicia Florick se zambulle en esa espiral de mierda que es la lucha de poder en la eternamente mafiosa Chicago. El asunto torna tan meta que parece escrito por el Dan Harmon más inspirado (Troy and Abed in the Government). Pero no, son los King los que están detrás de este ingenioso (hasta el aplauso) mecanismo de narración, que ayuda a descongestionar una serie que se precipita hacia una negrura cada vez más asfixiante. Sí, The Good Wife sigue siendo la serie con los guiones más punzantes y medidos de la televisión. Una barbaridad, una maravillosa obra televisiva. Gracias por volver a nuestras vidas.

martes, 11 de marzo de 2014

Quemas

LOOKING - Primera temporada


He estado ahí

Inicio este análisis dividiendo la primera temporada de Looking en dos mitades simétricas y emocionalmente antagónicas. La primera mitad, la toma de contacto, se caracterizó por vacilar en sus intenciones y sobre todo en la construcción de sus personajes. Dibujó a su protagonista, Patrick (Jonathan Groff), de forma muy superficial, hasta banal diría, un diseñador de videojuegos constantemente al borde de ser un drama queen y un attention whore. Flotando en un mundo irreal en torno a su ego. No digo que no haya gente así, tan alejada emocionalmente de los demás que es incapaz de descubrir los sentimientos de los otros. Gente vacía. Relacionarnos con los demás es lo que nos llena, porque cuando llegamos a este mundo no somos nada más que recipientes vacíos. Lo más destacable de esta primera Looking eran sus explosiones de humor negro y zafio. Y el dibujo de la crisis de la mediana edad que hacía a través de Dom (Murray Bartlett).

Cada vez más el cine y la televisión exploran la deriva emocional en la que se encuentran los hombres cuando rondan los 40. Ahí está esa maravilla que es Una pistola en cada mano (Gay, 2012). Sin embargo, tener como animal de experimentación a un hombre homosexual es novedoso. Los personajes homosexuales que recrea la cultura audiovisual suelen ser veinteañeros que buscan conocerse o se conocen ya muy bien. Siendo su sexualidad el epicentro de sus conflictos emocionales, de tal forma que el hecho de envejecer se muestra como un drama en tanto en cuanto condiciona la vida sexual. Un planteamiento cimentado sobre tópicos. Así, la crisis existencial de Dom que comienza siendo sexual (“ya no follo tanto como antes” “soy viejo para los niñatos”) evoluciona, en la segunda parte de la temporada en algo más profundo, en una crisis existencial total: profesional, económica, emocional, afectiva, y obviamente también sexual, el sexo es importante, simplemente quiero incidir en que no lo es todo. Y justamente me gusta de Looking su forma de abordar el sexo, tanto la forma naturalista en que está dirigido (en casi todos los caps) por Andrew Haigh (sí, el hombre detrás de Weekend) como en la forma en la que está descrito a través de los diálogos y de las caras de los actores. Estoy hablando del sexo en torno al protagonista, no de la trama sexual de Agustin (Frankie Alvarez), la gran mancha de fuel que ensucia los logros de la serie.

No tenía pensado hablar de Agustin, quería comenzar a engañar a mi memoria sobre su existencia, pero no puedo. Agustin es el vacío, un vacío además irritante. Un artista sin arte. Un amigo sin piedad. Un novio sin respeto. Un error. Mucho van a tener que trabajar en la trastienda Michael Lannan (el creador del invento) y Andrew Haigh perfilándolo de nuevo si no quieren que este personaje lastre también la segunda temporada de la serie. En él, el sexo es puro artificio, porno rodado con clase, pero hueco, muy hueco. Dom fue siempre un personaje interesante, Patrick comenzó siendo una caricatura (perfilada con brocha gorda queriendo construir un personaje tipo Girls, y fracasando estrepitosamente) pero a partir del capítulo 5 se convirtió en una persona con la que era capaz de conectar, con sus errores y con sus aciertos, con sentimientos.

Ha sido la vía emocional la que ha permitido que Looking al final se convirtiera en una serie con algo que decir, con voz propia. La exploración de los sentimientos de unos personajes que luchan por no estar solos en el mundo se convirtió en el epicentro de la serie, convirtiéndola en algo relevante. Looking no es una serie de autor, no es, volvamos a la dichosa comparación, Girls, no tiene que ser sarcástica y punzante, no tiene el ingenio en la escritura necesario, su medio y su fin deben ser las emociones. Por eso el capítulo 5, el mini-Weekend, es tan bueno. Porque gira todo el rato sobre los sentimientos de los protagonistas. No hablan de nada especialmente relevante, no reflexionan sobre cosas sesudas, simplemente son dos hombres desnudándose emocionalmente uno frente al otro, poniendo su pasado sobre la mesa para alumbrar su presente. Un hermoso acto de valentía y madurez sentimental. Al quinto día, la serie encontró el tono, y pudo por fin definir sus coordenadas, construir a su protagonista, ese Patrick interpretado con tanta candidez por Jonathan Groff. Y los tres capítulos que siguieron supieron mantenerse en esas coordenadas (a pesar de las tramas de Agustin, su novio y su puto). Por un lado tenemos a Dom y sus crisis de la mediana edad, por otro a Patrick y el inexorable precipicio de los 30, ese precipicio lleno de miedo a la soledad, en el que las fiestas dejan de ser tan divertidas y tener una pareja a la que abrazar y una película en el ordenador parecen el plan más apetecible del mundo.

Y también he estado ahí

Con el tren hacia la madurez sobre las vías del AVE (el de verdad, no el de Galicia), el sexo no se presenta como algo juvenil, fresco, divertido, ingenuo (como la secuencia de cruising que abre la serie) sino que torna mucho más denso, más viscoso, más real, más palpable (como en la secuencia de sexo de la season finale), más trascendente. Las conversaciones en torno al sexo de Patrick y Richie (Raúl Castillo) nos suenan también más cercanas. Ya no es tanto ensayo-error como en el inicio de la vida sexual. Con el paso del tiempo, y sobre todo con la madurez emocional, el sexo se vuelve un acto más oral, eso que nos han dicho desde niños de que “los adultos resuelven los problemas habando”. Y a mí, que hablar con la otra persona me gusta, que hablar en la cama me parece el salto sin red desde más altura que puedo realizar, este sexo hablado me gusta, este sexo que más que fricción entre cuerpos es un baile entre entrañas de dos personas distintas. Me gusta. Y por eso me gusta cómo la serie aborda la relación de Patrick con el sexo, ese juego de deseo y miedo que se ve condicionado por los sentimientos que se pueda sentir por la otra persona. A veces estamos dispuestos a que nos haga daño un desconocido pero no nos queremos arriesgar a que nos haga daño alguien al que queremos. La secuencia de sexo de la finale y la última conversación entre Patrick y Richie cierran el mensaje lanzado desde el capítulo 5. Puedo joder lo que no me importa, pero no quiero joder lo que sí lo hace. El amor duele. Ouch. Pero aún nos queda el futuro.

lunes, 10 de marzo de 2014

Dos cadenas que buscan consolidarse y dos series que lo consiguen

THE RED ROAD, THOSE WHO KILL, HANNIBAL y THE AMERICANS


The Red Road nos demuestra que sin rebeca gris
no hay inestabilidad emocional que alguien se crea

Dos canales, dos nuevas apuestas
La temporada televisiva pasada se vio marcada por la irrupción de la plataforma Netflix en el mundo de la producción de ficción propia. Su llegada a lomos de House of Cards y el comeback de Arrested Development fue un vendaval que se ha visto confirmado esta temporada con el estreno de Orange is the new black y un millonario acuerdo con Marvel para producir series sobre superhéroes de la casa. Sin embargo, no fue el único actor en aventurarse en el cada vez más convulso panorama seriéfilo americano. Dos cadenas, Sundance Channel y A&E, también se lanzaron a la producción de ficción. La primera con la miniserie de Jane Campion Top of the lake, y el drama ¿existencial? Rectify, y la segunda con la precuela de Psycho, Bates Motel, y el policiaco ambientado en el medio-oeste Longmire. Mientras la primera tuvo más suerte entre crítica y premios, la segunda triunfó en audiencias. En esta temporada además de emitir las segundas temporadas de estas series han elevado la apuesta estrenando en los últimos días, The Red Road, Sundance Channel y Those who kill, A&E.

The Red Road es un drama actual ambientado en territorio indio en el que conflictos del pasado entre dos familias, una india y la otra blanca, tienen dramáticas consecuencias en el presente. Tiene como mayor logro, vistos sus dos primeros capítulos, una fantástica atmósfera, y como mayor reclamo a la ascendente (y magnífica, in my opinión) Julianne Nicholson (Masters of Sex, August: Osage County) interpretando a una madre deprimida entregada al alcohol y la histeria. El piloto lo dirige ni más ni menos que James Gray, uno de los grandes autores del cine americano de los últimos años, y su sello se nota en el ritmo lento pero denso del primer capítulo, casi plúmbeo, rocoso. La mente pensante tras la propuesta es Aaron Guzikowski, el guionista de la fantástica Prisoners (Villeneuve, 2013). ¿El pero? El resto del reparto (Jason Momoa incluido) no parece estar a la altura de lo que el drama va a exigir. Su primera temporada tendrá, como ya pasó el año pasado con la fantástica Rectify, solamente 6 episodios.

Si The Red Road me parece una propuesta interesante, capaz de capturar mi atención todo el rato, el piloto de Those who kill, dirigido por Joe Carnahan, se me hizo eterno. Esta serie, creada por Glenn Morgan (cuyo mayor mérito es haber escrito para X Files) es otra nueva adaptación de una serie danesa (esa raza de seres humanos superiores) que se centra en torno a una detective psicológicamente inestable (Chloë Sevigny, siempre maravillosa) y a un profesor universitario no menos desquiciado (James D’Arcy). El problema de la serie es que suena a ya vista, que los protagonistas no acaban de funcionar como pareja y que aún siendo malrollera no terminar de impactar. Pero sobre todo el enemigo está fuera, y se llama Hannibal, que jugando en la misma liga de asesinos en serie sádicos, le gana por goleada.

Hannibal y su visión mortífera del ser humano

Sophomores fortalecidas
La televisión post-Juegos Olímpicos nos ha traído de vuelta a dos de las series que más respaldo crítico tuvieron el invierno pasado. Hannibal, o el mejor drama que ha tenido NBC desde el final de The West Wing. Y The Americans, ese drama de espías (y matrimonios en crisis) en la era Reagan. Si en su primera temporada The Americans me conquistó, hasta el punto de incluirla entre lo mejor del curso televisivo, es verdad que con Hannibal no fui tan entusiasta. Sí, me fascinaba su salvaje y apabullante apuesta visual, pero muchas veces me dejaba demasiado frío, aunque es verdad que la serie fue de menos (el piloto no funcionaba nada bien) a más, como consecuencia de la vorágine psicótica en la que se iba sumergiendo su protagonista, Will Graham, el bueno de Hugh Dancy demostrando que tiene mucho talento.

Sin embargo mi escepticismo para con Hannibal ha saltado por los aires en el arranque de su segunda temporada. Lo único que tengo ahora es fascinación. Las dos secuencias que abren los dos primeros capítulos, dirigidos ambos por Tim Hunter, son brillantes. La tensión elevada a su máximo nivel. Llegué a pasarlo muy mal. El éxito de Hannibal reside en que aunque te repugne lo que ves no puedes dejar de verlo, en que aunque lo que te muestra es terrible no deja de ser hermoso, visualmente bello. Lo cual logra perturbarte intensamente. ¿Cómo puede parecerme apetitoso un trozo de carne humana? ¿Cómo puedo estar horrorizado y fascinado a la vez? Hannibal, además de un drama psicológico escrito con una precisión y unos diálogos sensacionales, es ante todo un tratado visual. Un tratado sobre la belleza del mal. Quizás sea la apuesta visual más salvaje de la televisión. Quizás no, seguro.

Frente a la serie de Bryan Fuller, está la The Americans de Joseph Weisberg, ante todo, sobria, pero no por ello menos asfixiante. Recorrido el camino inicial de este matrimonio de espías rusos que viven peligrosamente, ahora nos movemos en un estado de paranoia constante, con el cuchillo siempre cerca de la garganta de nuestros protagonistas. Cuanto más se acerca uno al precipicio para descubrir lo que hay al final de la caída, más cerca está de comenzar a caerse. Por lógica narrativa el cerco se irá estrechando cada vez más, y como pasa con gran parte de los grandes dramas del cable, al final de la partida, a los protagonistas les tocará perder. Tan interesante como el intercambio de golpes sordos entre la URSS y USA, resulta el rotundo análisis que hace la serie del matrimonio como institución social y de la familia como una crisis constante. Mantener una comunidad de vida compartida es inmensamente difícil, no sólo si eres espía o agente del FBI. No. Es difícil para todos.

sábado, 8 de marzo de 2014

Una vida sin anhelos

OH BOY


El cine nos ha enseñado que todo es más bonito en blanco y negro

Oh Boy, la prometedora ópera prima del joven Jan Ole Gerster es una aproximación en clave europea al movimiento americano mumblecore, que tiene en Andrew Bujalski a su principal autor (idelógico y material) y a Frances Ha (2012) de Noah Baumbach como máximo exponente. El film, la gran película alemana en los EFA de 2013, narra el libre fluir por Berlín de un veinteañero a la deriva, un niño de papá que se estrella una y otra vez contra su propia frustración. La frustración de no sólo no saber que quiere hacer con su vida, sino sobre todo no saber si quiere hacer algo con la misma, si su vida ha de dirigirse hacia alguna dirección o seguir sobrevolando la ciudad en círculos. Este tipo de protagonista, urbanita, moderno, egocéntrico, egoísta, desencantado y en cierta forma banal se ha ido propagando por películas y series en los últimos años al calor de la derrota de una generación, la mía. Oh boy, al igual que la Girls de Lena Dunham, por ejemplo,  nos escupe a la cara a algunos veinteañeros lo peor de nosotros mismos, el agotador deambular a través de esa estepa que es la nada profesional, sentimental, vital.

Lo mejor que se puede decir de Oh boy es que es una película sangrantemente actual, lo peor que le falta cinismo, más mala ostia. Frances Ha era una puñalada trapera salpicada de constante humor, en cambio esta película tira en lugar de por el camino del humor negro por el de la melancolía. En los pasos de su protagonista, Niko (un encantador Tom Schilling) hay un cierto nihilismo que recuerda a aquel Bresson otoñal de Le Diable probablement (1977). El retrato que hace el audiovisual americano de mi generación incide en los mil y un castillos en el aire que nos montamos en nuestra cabeza. En cambio esta película alemana, que quizás abra paso a una corriente fílmica en nuestro continente, apunta más que a la insatisfacción por las promesas y las esperanzas incumplidas, hacia la insatisfacción del alma, hacia el desasosiego. No es que Niko no pueda hacer lo que desea o lo que se le prometió durante toda su vida (el “si estudias encontrarás un buen trabajo” como paradigma), simplemente es que no tiene deseos ni cree en promesas, vive anclado al desencanto más absoluto.

Permanece atado a sí mismo en una ciudad que se presenta inhóspita. La vida urbana presenta múltiples oportunidades, pone a disposición del ser humano diversas y enriquecedoras experiencias. Sin embargo también se puede presentar como un muro impermeable de fatalidad. Así, Niko, vive en una constante “¡jo qué noche!” caminando a trompicones por unas calles que no le reconocen, y quizás no lo hacen porque su alma está dañada, porque ni siquiera se conoce él así mismo. Si no sabes cómo quieres vivir tu vida, cómo va la ciudad a permitirte vivirla. Si el espacio mental está cubierto entre tinieblas como no lo va a estar el espacio físico que habitas. Por eso Oh boy es una película dulce en su melancolía de un tiempo que quizás no haya existido nunca, el tiempo de los jóvenes, un tiempo irreal e ideal. Pero también es una película agria, porque al fin y al cabo es la crónica de una vida sin razón de ser, de una vida sin anhelos.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El fin de la carrera


Ganar mola

Con la entrega de los Oscar termina la carrera de premios cinematográficos de 2013. Todo el pescado está ya vendido. La bicefalia entre 12 years a slave y Gravity ha terminado siendo la tónica dominante. Se acabó el mambo hasta Cannes, en la Croisette se verá seguramente ya alguna de las películas llamadas a protagonizar la temporada de premios. Ojalá dentro de un año la Academia reconozca por fin a alguno de los grandes directores norteamericanos de los últimos 20 años. ¿Quién ha dicho David Fincher o Paul Thomas Anderson? Para poner punto y final a este cuento voy a soltar tres apuntes de cierre:

1. Liza, otra vez
Más allá de los memes sobre Leonardo DiCaprio (algunos de ellos obras maestras de la comedia negra) Liza Minnelli ha sido la gran sensación cómica de estos Oscar, desde las pullas de Ellen (“eres el mejor imitador de Liza Minnelli que he visto en mi vida”) a sus problemas de altura para colarse en el ya famoso selfie de record. Ocupó un lugar prominente en la ceremonia por el homenaje a The Wizard of Oz, la película que marcó para siempre la carrera de su madre, Judy Garland. Sin embargo su presencia fue una especie de presentimiento-recordatorio durante y después de los Oscar: la historia es un bucle del que estamos intentando escapar. Hace 41 años los Oscar fueron bastante similares a los de este año. La ganadora de mejor película obtuvo 3 estatuillas (como 12 years a slave, incluida también guion adaptado), la otra vencedora de la noche 8 (1 más que Gravity, y al igual que esta obtuvo mejor director, montaje y fotografía). Sus nombres eran The Godfather y Cabaret. Ambas han pasado a la historia del cine. ¿El otro factor en común? Liza Minnelli era la protagonista absoluta de Cabaret, la película que le dio su Oscar y la que marcó para siempre su carrera.

2. A movie for all seasons
Si las dos triunfadoras de 1972 han sobrevivido intactas al paso de los años, mi apuesta personal es que las dos grandes de 2013 también lo harán. A lo mejor me equivoco, pero no creo que 12 years a slave caiga en el olvido. Se rompería así una racha de ganadoras intrascendentes que se extendía desde 2007, año en que venció No country for old men de los hermanos Coen, cineastas fundamentales para entender el cine americano de las últimas décadas. ¿Quién se acuerda de The Hurt Locker, Slumdog Millionarie, The King’s Speech, The Artist y Argo? Nadie. Son películas que se agotan tras su consumo. The Hurt Locker era un bélico sin alma ni garra, Slumdog Millionarie un drama pseudo-social hipertrófico y hueco, The King’s Speech cine de entretenimiento de primera, dulce, divertida, pero nada más (ni menos), The Artist un bonito homenaje al cine mudo americano, pero que no aporta nada propio, y Argo era un thriller adulto jodidamente entretenido, pero también una película hinchada por el agravio a su director. En cambio creo que 12 years a slave se recordará con el paso del tiempo, tanto como recordamos por ejemplo al The Pianist de Roman Polanski. Es una película con intención de hacer historia, de marcar un punto de inflexión en la forma en la que el cine ha abordado la esclavitud en los Estados Unidos. 12 years trascenderá, al igual que lo hará Gravity, en este caso no por los temas que aborda sino por su virtuosismo técnico y la labor de exploración de los límites visuales de ese arte llamado cine que emprendió Alfonso Cuarón.

3. Un Oscar en diferido en forma efectivamente de simulación
El domingo pasado Cate Blanchett ganó su segundo Oscar y Matthew McConaughey, Jared Leto y Lupita Nyong’o su primera estatuilla. Pero dos de  los derrotados son en cierta forma ganadores. Ni Amy Adams ni Leonardo DiCaprio van a estar mucho más tiempo sin un Oscar. La quinta derrota de ella y la cuarta de él los acerca un poco más al premio. Ambos están en el mejor momento de su carrera, trabajan con quien quieren, como quieren y cuando quieren, y eso no va a cambiar en el próximo lustro. Este año no pudo ser, tanto Cate Blanchett como Matthew McConaughey eran rivales demasiado destacados desde el inicio de la carrera y ambos llegaron a la nominación tras un complicado recorrido. El mero hecho de terminar siendo las principales alternativas a los favoritos tras haberse colado por los pelos en sus ternas es un buen indicativo de las ganas que hay de darles el Oscar. Años mejores vendrán, y la deuda hacia con ambos empieza a ser demasiado clamorosa. Hay derrotas más dulces que otras.