martes, 28 de enero de 2014

Con una pistola en cada mano

GIRLS


Una de las secuencias más espeluznantes que he visto en mucho tiempo

El 3x04 de Girls, Dead Inside, cierra un primer tercio de temporada que ha servido como presentación de la situación en la que se encuentran las protagonistas. Una fotografía del fango. Esos dos terribles minutos finales de dicho capítulo son, desde ya, la primera cumbre de esta entrega de la serie, pero conociendo a Lena Dunham el recorrido por la montaña rusa acaba de empezar, las anteriores temporadas de Girls ya fueron de menos a más, y esta empieza a tomar ese tono también. Este cuarto capítulo escrito a pachas entre Dunham y Judd Apatow es uno de los más agrios que recuerdo haberle visto a la serie. Sin tregua. Con una pistola en cada mano dispararon a dar tanto a Hannah, como a Marnie, como a Jessa. Más que nunca la cara que nos enseña Girls es la cara oscura, de ellas, de nosotros.

Es la eterna dinámica malsana (y fascinante) en la que nos sumerge Girls: identificación-odio-miedo. Cuando Hannah dijo en el primer episodio de la serie “quiero ser la voz de mi generación” lo que Lena Dunham nos quería decir es “quiero ser la voz que saque a la luz la mierda de mi generación”. Y está cumpliendo metódicamente con el plan. Lo interesante de este cuarto capítulo es que toca algo que hasta ahora la serie no había tocado, la muerte, la relación con la muerte, y lo hace con una frialdad terrible. Terrible por ser cierta. Terrible por su banalidad. Terrible porque incide en un mensaje fundamental en Girls: a veces somos tan banales en nuestra propia autoconsciencia…

Quizás este año la serie ha agudizado su deriva dramática, con estallidos de humor cada vez más residuales, como si ese Nueva York hipster estuviera oscureciéndose a un ritmo acelerado. Incluso el road trip (3x02) de Hannah, Adam y Shoshanna (el único alivio cómico de la serie) tenía un color otoñal, muerto, que daba un poco de miedo. Hannah ha cumplido 25 años. Empieza el camino hacia la treintena y el recorrido se avecina sinuoso, laberíntico. En tres años ninguno de los personajes ha avanzado ni un metro. Una generación a la deriva, no solo laboral, sino sobre todo emocional.

En realidad esta serie es una puta pesadilla. Es como ir al psicólogo y descubrir cuanta mierda cargas contigo, cuán miserable puedes ser. Porque cuando Hannah ante la muerte reacciona pensando en sí misma parece, desde fuera, repulsivo, censurable, pero… ¿no somos nosotros un poco así también? Cuando Marnie se dice a sí misma (no nos engañemos, sólo ella misma se escucha) que está preparada para aspirar a grandes trabajos ¿no está verbalizando lo que a veces pensamos muchos veinteañeros desde nuestro egocentrismo y autocompadecimiento? Es como si Dunham nos estuviera gritando ¡moved vuestros gordos culos sino queréis acabar así! Si no queréis  ser eternamente esa generación que cree que la anterior le robó su futuro.

Girls ha vuelto como siempre, fiel a sí misma, densa, aterradora. Televisión de autor. Sí, tiene sus momentos más flojos, sus tramas que no acaban de funcionar (Jessa siempre es pólvora mojada), sus valles, sus cimas, pero sigue siendo tan interesante como el primer día. Y cada vez me revuelve más el estómago. Me da miedo ser como Hannah y Marnie. Me da miedo porque sé que hay un Luis dentro de mí que es así, y que muchas veces toma el control. Sí, esta serie es mi terapia gratuita. Psicología para gente sin dinero y sin trabajo a base de pistoletazos que apuntan a dar.

domingo, 26 de enero de 2014

Volviendo al carril

THE MINDY PROJECT


Ahogando los problemas en merengue y mantequilla

Cuando el año pasado en otoño vi el piloto de The Mindy Project me entusiasmé. Un poco. Pero me entusiasmé, porque me pareció algo fresco y me convenció su intención de coger las comedias románticas clásicas americanas y rebozarlas en el humor patético-desquiciado de Mindy Kalling (The Office). Un género que en los 80-90 alcanzó su cima (Nora Ephron que estás en los cielos) actualizado para un tiempo distinto, más descreído, menos inocente. Sin embargo, lo que comenzó siendo una gran presentación de producto evolucionó hacia una sitcom esquizofrénica, que un capítulo era de una forma, y tenía unas intenciones, y al siguiente mutaba, tornándose su formato, a priori tan claro, en algo completamente inestable.

Por todo eso, cuando llegó el parón de invierno la dejé. No como una decisión meditada, simplemente la dejé, aunque tenía momentos que me gustaban no acababa de conectar, y el esfuerzo no acababa de aportarme lo necesario para seguir con ella. Sin embargo le fui siguiendo la pista a Mindy, gracias sobre todo a mi amiga Ana que aprovechaba cada quedada seriéfila que hacíamos entre doritos, vino blanco y chocolate de gordos para hacerme apología de la serie y, de paso, colarme algún capítulo en el menú. “Mindy sería tan mi mejor amiga” decía. Y yo, incrédulo, le contestaba “seríais las mayores attention whores de todo NYC”. Pasaron los meses, volvió la serie con su segunda temporada y sus desastrosas audiencias, y aunque empecé a leer cosas buenas sobre su evolución me mantuve firme y no me reenganché al tren.

Sin embargo, entre promesas de hacerme millonario e ideas para sitcoms tróspidas que venderle a CBS, acabé prometiendo, vía twitter, y por lo tanto públicamente, que le daría otra oportunidad a Mindy. Volví al carril a través de una colisión. Un crash enajenado, inesperado, rotundo. Y como soy un hombre de palabra, en estos días convulsos y grises de hojas por el suelo y por la cama me he puesto con The Mindy Project. Y la operación ha sido un éxito. Me he ventilado los 15 caps que no había visto de la primera temporada y estoy listo ya para ponerme al día con la segunda. La serie que me he encontrado a mi regreso es una sitcom más centrada, focalizada en torno a las excentricidades y los líos amorosos de Mindy y Danny Castellano (Chris Messina siempre cumple, siempre) y es justo en la relación entre ambos, a medio camino entre la amistad, el odio y el amor, en la que la serie ha encontrado su punto de equilibrio, su núcleo.

Da la sensación de que a mitad de temporada Mindy Kalling comenzó a tener claro qué serie quería hacer, una comedia a ratos patética a ratos tierna sobre una veinteañera de éxito egocéntrica, sumamente imperfecta, ingeniosa, egoísta, amable, que vive en una especie de burbuja romántica desde la que observa la vida discurrir entre hombres que van y vienen y que nunca terminan de ser el hombre adecuado. The Mindy Project es lo que sería Girls si fuera una sitcom y sus protagonistas tuvieran éxito en el terreno  laboral. Kalling ofrece, en cierta forma, su particular visión de una generación demasiado consciente de sí misma. Y lo hace construyendo tramas, comportamientos, actitudes, frases, dinámicas sociales en las que nos podemos ver identificados. Mindy se ríe de sí misma, y hace que nosotros nos riamos de nosotros mismos, de lo patosos que somos en nuestra vida, de lo ciegos que estamos, de lo errados que estamos. La doctora Mindy Lahiri me ha ganado, veo sus fallos, y sin embargo no puedo no quererla por ellos. Amor por error. Antes del crash no era capaz de identificarme en su humor y en las ideas y sentimientos que pululan detrás del mismo, ahora sí. The Mindy Project ha cambiado desde que nos dejamos de ver. Yo también. Y parece que el cambio nos ha sentado bien a ambos. 

jueves, 23 de enero de 2014

Un sí para el aquelarre

AMERICAN HORROR STORY. COVEN


Demasiadas zorras para tan pocas gallinas

Tras el entusiasmo inicial, muchos espectadores se sintieron decepcionados con el devenir de la tercera entrega de la antología American Horror Story, Coven (aquelarre). Si en Asylum cuanto más se sumergía uno en la historia más claro veía el plan maestro detrás del circo, en Coven pasó un poco como en la primera temporada, que la historia avanzaba a trompicones, como si las tramas fueran escritas sobre la marcha. Entiendo, por lo tanto, el desencanto de parte de la audiencia. Pero, yo he disfrutado tanto este recorrido lleno de baches y tramos cortados por obras, que no puedo negar que a mí Coven me entusiasma. Es obvio que no es Asylum, no tiene esa gravedad, esa entidad narrativa, esa complejidad, esa oscuridad malsana. Coven es puro hedonismo, diversión arrojada a calderos, duelos de zorras multirraciales (gracias), sangre y agujeros de guion muchas veces insalvables (las brujas a veces son muy poderosas y otras veces parece que no tienen ningún tipo de poder). Ah, y Jessica Lange reafirmándose en su título de GMILF definitiva.

Teniendo en cuenta esta vocación ligera, a veces incluso banal, no se le puede negar a Coven que ha sabido salpimentar los múltiples asesinatos y resurrecciones wtfuckeros con alguna reflexión interesante sobre el empoderamiento de la mujer, la aceptación (y la negación) de la muerte y la importancia de las tradiciones socio-culturales. Coven viene a profundizar en esa construcción audiovisual del sur de Estados Unidos como un lugar mágico y tenebroso, de tradiciones arraigadas, quizás frente a un norte carente de un poso tradicional marcado, industrial, urbano.

Interesante resulta también como trata la cuestión del arrepentimiento. En el penúltimo capítulo, Go to Hell (3x12, esa puta locura) Madame LaLaurie (que es un personaje histórico real) escupe que el arrepentimiento no existe, que las personas que dicen arrepentirse sólo se arrepienten de que las hayan pillado haciendo lo que no debían. Sólo se arrepienten de su propia estupidez. Es una visión muy oscura del ser humano. American Horror Story construye (como únicamente la lapidaria Black Mirror de Charlie Brooker diría yo) el retrato de una humanidad condenada a sobrevivirse a sí misma, a sus más bajos instintos. Atrapada en un círculo sin fin de fatalidad (aquí es dónde se viene a situar la cuestión racial y la esclavitud). Es imposible no ver el “la historia es una pesadilla de la que intento despertar” de James Joyce en esas pobres almas atrapadas en su propia inmortalidad.


Helen Mirren, I WIN

Volviendo al inicio, sí, Coven no ha sabido muy bien qué hacer con sus personajes, cómo dirigirlos, o más bien simplemente dirigirlos, ha jugado demasiado la carta del deus ex machina, ha dado la sensación de quedarse ensimismada en su propia mitología, atascada. Pero ha sido un producto divertidísimo, lleno de locura, muchas veces frívolo, sí, pero no hueco. Yo no me he aburrido ni un solo capítulo y en todos me he reído unas cuantas veces. El The Name Game de Asylum apuntaba a que AHS tenía mucho humor en sus cimientos que explotar. Y lo ha hecho, desde la secuencia de la motosierra a la paródica aparición de Stevie Nicks, pasando por Madame LaLaurie viendo Raíces. Ha sabido ser elegante y burda a la vez, gracias a sus actrices (todas extraordinarias, sí, hasta Precious) y a un trabajo de dirección que ha forzado una vez más los límites de la lógica visual. No sé como nadie le ha dado aún a Alfonso Gomez-Rejón una película de terror o un thriller psicológico en Hollywood para que lo dirija. Si a alguien le quedaba alguna duda de su talento, Go to Hell (el golpe sobre la mesa que necesitaba Coven para reafirmarse como un producto de primera) deja claro que Gomez-Rejón aún no ha tocado techo, o tierra, porque sus planos nunca nos dejan ver dónde tiene los pies... y la cabeza. 

domingo, 19 de enero de 2014

Sólo había humo

MOB CITY


Con tabaco y neones, media serie hecha
Cuando vi Chinatown (Polanski, 1974) me quedé fascinado, pegado a la pantalla durante dos horas viendo a Jack Nicholson remar en un lago lleno de cocodrilos. Los Angeles de los gangsters, las femmes fatales, los detectives privados y los policías corruptos (y los incorruptibles, y los que sobrevivían en la escala de grises). Polanski no solo sabía captar la atmósfera (pocos directores hay que estén a su nivel en eso) sino que contaba una historia de hechuras clásicas llena de misterio y de tensión, y lo hacía con personalidad. Y justamente ahí es donde Mob City, la miniserie de qualité que encargó TNT para meterse en el mundo de los premios, fracasa. No solo es impersonal, que es algo malo pero a lo que sobreviven muchas películas o series, sino que además es lo peor que puede ser una obra sobre gangsters, aburrida. Coge los códigos del género y los mezcla en la batidora esperando a que el producto que de allí salga funcione, pero no lo hace, es una serie sin alma, sin tensión, formalmente irrelevante, protagonizada por un reparto, capitaneado por el insulso Jon Bernthal (The Walking Dead), con poco talento. La miniserie gira entorno a una historia central muy menor, muy pequeña, muy intrascendente, en la que se mezclan los gangsters más peligrosos de la ciudad, un policía traumatizado de moralidad laxa y su ex – mujer amenazada por los primeros. Pero, oh, el noir no es esto. No puede serlo. No puede ser solo fachada, y por encima una fachada de ladrillo, desnuda.

Las expectativas generadas a su alrededor tampoco ayudan a la hora de construir mi visión sobre la miniserie. Tengo que reconocer que seguí el proceso de producción y que le tenía ganas. Muchas. Y que la decepción al encontrarme con un producto tan flojo puede haber cegado mi impresión. Puede que sea injusto con la nueva creación de Frank Darabont. Eh, espera, ¿Frank Darabont? Sí, el mismo. O más bien no, porque el Darabont de The Shawshank Redemption (1994), The Green Mile (1999) y el piloto (sólo eso) de The Walking Dead es otro tipo, uno con talento, un narrador de primera, con un estilo clásico que le vendría como un guante a la hora de levantar una miniserie con esta temática. Pues no. Ese tío ya no está, o aún sigue anclado en The Walking Dead empeñado en demostrar que puede hacer televisión, que tiene un proyecto grande en su cabeza. El que aquí figura es un tío que es una decepción constante. En esta ocasión ni siquiera arranca entregando algo soberbio, el primer capítulo de Mob City es ya un producto blandito, salvo la secuencia en el descampado.

Es curioso como Darabont no ha sido el único en estrellarse este último año a la hora de abordar el género, antes que él y centrándose en la misma época y en la misma ciudad (y con algún personaje compartido), Ruben Fleischer (Zombieland, 30 minutes or less) estrenó Gangster Squad, una película llamada a arrasar en los Oscar que se estrenó por la puerta de atrás a principios de año, lapidada por crítica y público e ignorada por su prestigioso reparto (Ryan Gosling, Emma Stone, Josh Brolin, Sean Penn…). El que iba a suponer el salto de Fleischer a las grandes ligas acabó siendo un despropósito. Darabont sobrevivirá a Mob City porque es un cineasta con prestigio, pero quizás sea el momento de darse por vencido en la televisión, de volver al cine, de entregar una historia adulta bien contada para un público adulto que está ahí, que demuestra que sigue dispuesto a ir al cine. Véanse las taquillas y las críticas de películas americanas adultas de este año como The Wolf of Wall Street, Captain Phillips o American Hustle.

jueves, 16 de enero de 2014

Protagonistas secundados

OSCARS


Pelucas, Señor, Jefazo, Chiwi, Slim Mateo

Hoy se dieron a conocer las nominaciones a los Oscars tras meses de especulaciones, premios, trapicheos, rumores y quinielas. Hemos llegado otro año más al borde de la locura pero aquí estamos, en la recta final. Estas nominaciones han sido un pequeño varapalo para 12 years a slave (se le han escapado nominaciones técnicas, sobre todo foto y música, que nadie esperaba que no tuviera) y un respaldarazo para American Hustle, que hizo pleno en las categorías interpretativas como el año pasado la anterior película de su director, David O’Russell, Silver Linings Playbook. Como tercera en discordia se mantiene Gravity, ese golpe de genio de Alfonso Cuarón. Más allá de las tres candidatas a batir, unas reforzadas The Wolf of Wall Street, Nebraska y Dallas Buyers Club (me sangran los ojos con su nominación en montaje), la reflexión sobre la soledad en la ciudad contemporánea de Spike Jonze, Her, la película british de rigor, Philomena, y una muy tocada Captain Phillips.

Cerrado el resumen, una de las cosas que más me han llamado la atención es ver que 4 películas han metido a su actor protagonista y a su secundario de más peso en las nominaciones. Ha apostado la Academia por tándems interpretativos masculinos. Así, por Dallas Buyers Club están nominados Matthew McConaughey y Jared Leto, por American Hustle, Christian Bale y Bradley Cooper, por 12 years a slave, Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender y por The Wolf of Wall Street, Leonardo DiCaprio y Jonah Hill. Esta situación es aún más curiosa si observamos que pudo darse el pleno, porque la gran ausencia en la categoría de actor protagonista fue Tom Hanks, cuyo principal respaldo en Captain Phillips, Barkhad Abdi sí se metió en secundario, y por otro lado, y viendo el respaldo de la Academia a Nebraska, Bruce Dern pudo verse acompañado en mejor actor de reparto por su hijo en la película, el chico SNL, Will Forte.

Pero lo relevante de este hecho es que las relaciones entre los personajes que interpretan estos actores son en gran parte el motor de sus películas. Esta reflexión se observa muy fácilmente en Dallas Buyers Club, película que se eleva cuando comparten plano McConaughey y Leto. Pero es válida para cualquiera de las otras tres. En 12 years a slave, el violinista esclavizado interpretado por Chiwetel Ejiofor encuentra en Michael Fassbender a su antagonista, a la colma de su zapato, a la peste definitiva en su desgraciada existencia. Por su parte, American Hustle se abre con una pelea entre Bale y Cooper, y la tensión constante entre ambos, cada uno a un lado de la ley, es en gran parte el motor de la película, y sus secuencias juntos suelen ser las que tienen más relevancia e interés. Y en último lugar, en The Wolf of Wall Street, el protagonista interpretado por DiCaprio encuentra en el personaje de Hill el perfecto aliado para sumirse en la espiral de drogas, sexo y dinero defraudado que plasma con maestría Martin Scorsese (desde hoy el segundo director más nominado de la historia, sólo por detrás de William Wyler).

Hambre, Coca, Dios, Paja Barbacoa, Dorian Grey

¿Qué consecuencias tendrá en los Oscar esto? ¿Los académicos votarán al pack o harán justamente lo contrario, evitando premiar a dos actores por la misma película? ¿Al ser trabajos tan interrelacionados sería injusto que un actor ganara pero su compañero no? De los 10 nominados, sólo me queda ver a Bruce Dern, justo uno de los dos singles de estas batallas. Del resto, mi voto sería DiCaprio protagonista, Fassbender secundario. Pero Ejiofor protagonista y Hill secundario no me parecería injusto, ni la victoria de los packs de ambas películas, claro. Pero creo que yo intentaría repartir, a pesar de que creo que no se pueden entender unos trabajos sin los otros, para poder así reconocer a interpretaciones diferentes entre sí, pero igualmente impresionantes.

martes, 14 de enero de 2014

Tiempos de persecución

TRUE DETECTIVE



Tras meses de espera (y hype) HBO por fin ha estrenado True Detective, una de sus apuestas más ambiciosas de los últimos años. Un policíaco sub sección caza al asesino, que tendrá (si es renovado) una estructura a lo American Horror Story, narrando cada temporada un caso diferente protagonizado por actores también diferentes, ofreciendo así al espectador historias cerradas de antemano, garantizando que no le harán en la season finale un Veena Sud en The Killing (entiéndase giros tróspidos para alargar el misterio innecesariamente). Curiosamente, su creador y showrunner, Nic Pizzolatto, proviene de esa serie, lo cual se nota en dos de los pilares de esta nueva serie: la atmósfera y la compleja relación entre los dos detectives protagonistas, interpretados (muy muy bien) por Matthew McConaughey y Woody Harrelson.

Teniendo en cuenta que el caso discurre a lo largo de dos décadas, y a priori parece que será bastante complejo, el otro gran anclaje que muestra True Detective en su primer capítulo es la valiente apuesta por una compleja estructura narrativa. Estamos acostumbrados a los flash-backs y a los flash-forwards en televisión (Lost y Damages los convirtieron en señas de identidad), pero no a una secuenciación temporal tan caótica e indeleble. Normalmente cuando en los productos televisivos juegan con el tiempo marcan mucho los saltos para garantizar que el espectador no se pierda. En cambio, en True Detective la sucesión de secuencias no sigue ninguna linealidad, no hay una línea temporal principal clara y saltos hacia el futuro o el pasado. A nivel macro el capítulo se mueve entre el año 95 y el año 2012 (muy bueno el trabajo de peluquería y maquillaje), sin embargo dentro del propio año 95 la serie va dando saltos hacia delante y hacia atrás, jugando con la narración de los hechos que los dos protagonistas van haciendo desde el año 2012. Una presentación de las coordenadas temporales muy compleja, quizás las más compleja que recuerdo haber visto en televisión (otra paso más en la aproximación la narración televisiva a la cinematográfica). Y sin embargo logran ser sutiles y a la vez muy claros, gracias a un guion muy trabajado, a unos actores en estado de gracia y a una labor de dirección impecable.

Dirige este primer capítulo, y en realidad toda la temporada (lo cual es muy poco usual), Cary Fukunaga, director de la mexicana Sin nombre (2009) y la adaptación de Jane Eyre que en 2011 protagonizaron por Mia Wasikowska y Michael Fassbender, confirmando lo que ya apuntaba en aquellas películas, la plasticidad de sus imágenes y la relevancia visual y narrativa del paisaje. Aún siendo una primera toma de contacto las sensaciones que deja True Detective no podrían ser mejores: una serie cuidada, escrita con mucha inteligencia, sostenida sobre las espaldas de dos actores en el mejor momento de su carrera, dotada de mucha personalidad y con un los suficientes mimbres para desarrollar ya no un caso complejo e interesante, sino sobre todo para explorar el lado más oscuro de la mente humana, quizás más en la línea de la insana Hannibal que en la de la analítica y sociológica Bron/Broen.

domingo, 12 de enero de 2014

Dan Harmon ha vuelto, bitches!

COMMUNITY


En este ojete se va a escribir un crimen

Dan Harmon es ese señor que hace que Matthew Weiner (Mad Men) o Kurt Sutter (#PutoSutter, Sons of Anarchy) parezcan abrazables abuelitas que hacen cocido o fabada los domingos para comer. Posiblemente sea el showrunner televisivo con peor fama de los últimos años. Un badass que hace de su capa un sayo. Su irascible carácter y su maniático control lo llevaron a salir de su propia serie, Community, a golpe de escándalo tras el final de la tercera temporada. Su talento y personalidad lo han traído de vuelta tras una cuarta temporada de la serie que no estuvo a la altura de la Era Harmon. Y es una buena noticia. Tras los dos flojitos capítulos que abrieron la nueva etapa de Community, el tercero ha dado la campanada. Sí, Dan Harmon ha vuelto, y lo ha hecho homenajeando/riéndose (el eterno binomio de esta serie) del cine de David Fincher. A mí, que soy un talifán de Fincher (otro que tiene fama de ser una persona muy maja) no pudo gustarme más, desternillante e inspirado, desvergonzado y muy trabajado (esa fotografía a lo Cronenweth!!!, ese final abierto a lo Zodiac), con versión loca de Creep incluida para arrancar la fiesta.

Estos tres primeros capítulos vienen a confirmar lo ya aprendido, la Community de Harmon es una montaña rusa en la que se mezclan capítulos mediocres con obras maestras metacómicas (#conceptaco) de 20 minutos. Como siempre, Community se vuelve buena de verdad cuando ofrece capítulos temáticos que le meten mano a la cultura audiovisual contemporánea. En cambio, cuando es una sitcom normal la serie no termina de funcionar, quizás porque sus personajes nunca han logrado desarrollar la química necesaria para resultar divertidos e ingeniosos per se. Community no es Modern Family o Cougar Town, no puede funcionar a través del carisma de sus personajes, su motor tienen que ser las tramas y sobre todo los conceptos detrás de las mismas. Por definición esta sitcom tiene que ser más ingeniosa que ninguna otra, porque si no es ingeniosa no es divertida. Es, como Louie, por ejemplo, una serie conceptual, una obra de autor, por eso mismo la Community sin Harmon no era una gran serie, simplemente era una sitcom correcta que se esforzaba en ser algo más sin conseguirlo. No se puede hacer una serie de autor sin el autor.

Harmon ha hecho borrón y cuenta vieja, y con un par de chistes se ha reído de sí mismo y ha presentado una enmienda a la totalidad de la temporada anterior (hasta para ser maligno y rencoroso tira de ingenio el jodío). La serie que nos propone es la Community de antaño, esa serie a veces sublime y a veces anodina, capaz de hacer el mejor episodio cómico del año pero también de torturarnos con un buen puñado de entregas de relleno. No hay mejoras, no hay arrepentimientos, Dan Harmon tiene claro que serie quiere (/puede) hacer y todas las críticas recibidas se las pasa por dónde el criminal en serie del capítulo de Fincher mete las monedas. Ya se sabe como son los genios, en sus desquiciadas y asombrosas cabezas creen que siempre llevan la razón. 

viernes, 10 de enero de 2014

El insoportable espesor de la familia

AUGUST. OSAGE COUNTY


Quiero una camiseta con este fotograma

Hace no mucho leí a alguien (como siempre, no recuerdo quién) que decía que la familia es esa institución social de la que siempre estamos preconizando su defunción y que en cambio nunca termina de morir. Como si estuviera hecha a prueba de bombas. En August. Osage County, adaptación de la obra homónima del dramaturgo, guionista (adapta su propia pieza teatral) y actor Tracy Letts, se narra la descomposición de una familia que se encuentra bajo el yugo de una matriarca gravemente enferma de cáncer (una Meryl Streep a ratos alucinada y alucinógena, y casi siempre demoledora) que ha hecho del ataque a sus seres queridos su única forma de vida. Ahora, que la muerte golpea a su puerta.

Cuanto más decimos que la familia está al borde del colapso más, en realidad, se fortalecen sus lazos. Hay más interdependencia (emocional, no estoy hablando de cuestiones económicas) entre nuestros padres y nosotros que la que hay entre ellos y nuestros abuelos, y seguramente menos de la que habrá entre nosotros y nuestros hijos (si es que algún día esta generación alcanza la suficiente estabilidad económica para tenerlos). Esta cuestión la toca de pasada August durante la fabulosa secuencia de la cena familiar. Ante las quejas de sus hijas por el trato que les dispensó su madre durante su infancia esta responde hablando de la suya, de la terrible relación con su madre, ya no de la frialdad de su relación, sino directamente de la agresividad que la presidía. Más adelante, el personaje de Meryl Streep les dice a sus tres hijas, lacónicamente, que quizás eso es lo que ha heredado de su madre. Esa maldición/necesidad de devorar a sus crías. Y quizás su hija mayor (Julia Roberts, fantástica, en uno de los mejores trabajos de su carrera) lo haya heredado también. Quizás toda esa fuerza volcánica, ese odio, ese rencor, es una maldición familiar que corre por los genes y se traspasa de generación en generación, creando madres que de tanto amar a sus hijos los asfixian en sus ansias de control. 


Esta película dirigida por John Wells, sin mucha personalidad pero con solvencia, es por lo tanto una gran reflexión sobre la familia como estado de sitio, como cárcel de la que no es posible escapar. En esta película no hay mucho sitio para la esperanza, la familia es una condena a cadena perpetua. Cuando la hija del medio (Julianne Nicholson, la más contenida y aún así la que más desgarra de todo el reparto) dice que la familia no es más que un grupo de personas unidas por estrictos lazos biológicos se equivoca al restarle importancia a ese hecho. Letts acaba demostrándonos que la unión genética viene acompañada de algo más, algo que quizás no sea producto ni de la convivencia ni del cariño, algo espeso que se mueve por las entrañas impregnándolo todo. No hay posibilidad de escapar de la familia, porque la familia está dentro de ti desde que naces.


Si August no duele es porque no persigue que nos encariñemos con sus personajes. Es una historia tan agria, que se mueve por lugares tan oscuros, que hace difícil amar a unos personajes llenos de miseria. No tengo muy claro si esa decisión es un acierto o un error, sólo sé que la película funciona, a pesar de que su clímax, la cena familiar de 20 minutos, esté situada en medio del metraje, condenando al film a deslizarse lentamente cuesta abajo durante los 40 minutos restantes, aun habiendo en ellos varios picos de cruda tensión. Si la primera parte es una comedia negra, tras la cena (o más bien en el transcurso de la misma) la historia torna en un drama familiar que quizás carga demasiado las tintas en alguno de los temas que expone. Si la primera parte es de Meryl Streep, la segunda lo es de Julia Roberts, lo cual no justifica una secuencia final diferente a la de la obra de teatro que no aporta absolutamente nada a una historia que de tanto desgañitarse termina con la voz rota.

jueves, 9 de enero de 2014

Nadando sobre tiburones

REVENGE


¡La siguiente ronda de morfina la paga la menda!

La tercera temporada de Revenge estaba siendo la temporada de la resurrección y la expiación de los pecados cometidos durante su segunda entrega: madres que no ardieron, iniciativas sin rumbo, cambios de acera innecesarios y sobre todo (y por culpa de todo esto) nulo avance de la trama principal: la venganza. Cuando digo que estaba es porque en el último capítulo, Homecoming (3x11), todo ha volado por los aires. Revenge ha saltado una manada entera de tiburones en 40 minutos, ni Scandal (Escándalo para los amigos) es capaz de quemar tanta trama en tan poco tiempo. Ni el Escándalo de Shonda ni nadie. Una locura, y una tomadura de pelo, y una gozada, todo en uno.

El plan maestro de esta temporada parecía claro, encaminar a la serie hacia la consumación de la venganza de Emanda. Pues ya no. Todos estábamos muy contentos por el nivel de bitcherismo de la temporada con constantes duelos de perras entre Emanda y Victoria (Emily VanCamp y Madeleine Stowe, el presente y el futuro del botox, divarracas nivel supremo), dispuestos a disfrutar de la recta final. Pues ya no. En el último capítulo, Revenge ha enredado tanto las cosas que si ABC no decide cancelarla, y tal como está ABC lo dudo, aún hay serie para rato. Y eso, obviamente, es una tomadura de pelo al espectador y sin embargo no puedo dejar de aplaudir el espectáculo pirotécnico. Revenge es ahora mismo más culebrón bananero* de lo que nunca fue, la venganza está paralizada y su protagonista al borde del precipicio. Y eso sí que me parece interesante, ver a la manipuladora Emanda en clara desventaja frente a sus enemigos y con sus alianzas comprometidas o dañadas.

Empieza tras este capítulo ya no sé si una nueva serie, pero desde luego si una nueva etapa centrada en enseñarnos como la protagonista va a salir del atolladero actual en el que se encuentra. Parecía que llegábamos al final, que la trama no podría estirarse más. Ilusos. Los responsables televisivos saben que siempre se puede forzar la cuerda un poco más, el riesgo a romperla es lo de menos, la responsabilidad con el espectador no es relevante, ya se sabe, todo por la pasta.

* [Espoilers a gogo]: Habían tirado de centenares de elementos de culebrón clásicos antes (las escaleras han dado mucho juego en esta serie) pero la amnesia es junto a la ciega que recobra la vista y el embarazo simulado (que también ha usado Revenge y que ha terminado su recorrido en este cap) mi favorito. En el momento en que descubrimos que Emanda está amnésica (ojo, podría ser una estratagema, claro, con esta muchacha nunca se sabe y no sabemos cómo llegó al hospital exactamente) mis risas se debieron de escuchar en todo el edificio. Hace bien la serie en usar todos estos giros tróspidos del género sin tomárselos en serio. Al fin y al cabo esa debe ser la clave de un culebrón de prime time de hoy en día, saber reírse de sí mismo para lograr entretenernos. PD: Ya puestos podían volver a Daniel Greyson mudo, le harían un gran favor a la humanidad.

martes, 7 de enero de 2014

Atrapa al topo

THE ASSETS



The Assets es la nueva serie limitada (soy muy fan de este neoconcepto que se han sacado las network de la manga para hablar de las miniseries, como coartada para renovarlas si funcionan) de ABC y ostenta desde la semana pasada el récord de ser el peor estreno de una serie dramática en la historia de las 4 grandes networks. El peor de la historia. Ojo. Aún teniendo claro que su futuro huele a chamusquina (quizás termine exiliada en internet o con suerte en los sábados) me lancé a verla porque la cabra tira al monte, y nunca le digo que no a una historia de espías de la Guerra Fría. Y el nunca en este caso es innegociable. Y justo aquí nace el primer problema de The Assets. Ya hay una serie sobre espías rusos y americanos en la era Reagan, se llama The Americans, la emite FX y yo dije hace unos días que fue el segundo mejor estreno televisivo del año. Estar a su nivel por lo tanto a priori es difícil, más si eres una serie de ABC hecha con cuatro duros y emitida por la puerta de atrás. Y no, visto el piloto, The Assets no está a la altura de la espesa y compleja The Americans. Su principal problema es que le faltan dilemas morales, grises. Todo hasta ahora es un poco de cartón piedra, no me refiero a la ambientación que no está mal, sino a los personajes, simples, sin conflictos. Y la gracia de los obras de espías es presentar a personajes sumidos en inagotables (y muchas veces irresolubles) dudas.

Al contrario que en las obras de Le Carré, dónde no se descubre quién es el topo hasta el final, en The Assets se abre la serie señalando al "malo", al zorro que se come a las gallinas. Es una opción a priori interesante que el año pasado The Fall (BBC) usó de forma muy inteligente y valiente al darle tanto peso al asesino en serie como a la policía que lo perseguía, estableciendo un tenso drama psicológico entre gato y ratón. Sin embargo en el piloto de The Assets no se le presta ninguna atención al antagonista, simplemente nos lo marcan con una cruz, nada más, no juegan con la primera capa de la cebolla para empezar a explicarnos porque este analista de la CIA se pasa al otro bando. Y es un error, porque buena parte del éxito de la serie debe asentarse en que el topo sea un personaje interesante al que podamos entender. Queda así una serie muy descompensada, puesto que la protagonista (una solvente Jodie Whittaker), la "buena", la encargada de desentrañar la maraña conspirativa, la George Smiley de esta historia, volviendo a Le Carré, sí ha sido presentada correctamente. Nos muestran a su familia, su obsesión por su trabajo, sus debilidades y fortalezas. Esta decisión acaba haciendo que los grises se pierdan por el coladero, que la serie no haga nada por hacernos cuestionar el mundo en el que vivimos, la complejidad de las relaciones de poder. 

Los dorados valen triple

The Assets es por ahora una serie sin aparentes intenciones y que no acaba de carburar tampoco como un buen entretenimiento, y más partiendo de la base de que no nos puede hacer sentir el vértigo a lo desconocido en la caza del topo, al señalarnos desde el minuto 1 su identidad. ¿Hay materia prima para construir una serie razonablemente buena? Sí, la hay, los topos son personajes muy interesantes porque su punto de arranque es la traición, algo que los seres humanos no toleramos muy bien. Si logran construir a los personajes y trenzar una trama de ataque-defensa, golpes-amagos, de engaños en un mundo convulso y peligroso, pueden acabar entregándonos algo interesante. Así que sí, la seguiré viendo, no puedo evitarlo.

sábado, 4 de enero de 2014

Siempre nos quedará New Orleans. Treme 4x04 - 4x05

TREME - Sunset on Louisianne / ... To miss New Orleans


El último plano, el último suspiro

Cuando termino una serie que me importa de verdad siempre siento un vacío, no un vacío en el estómago, físico. Es un vacío que no se definir muy bien, quizás se podría decir que siento una especie de aflicción. Me pone triste terminar un recorrido que había disfrutarlo, saber que es el final de ese trayecto, que aunque la vuelva a ver ya nunca será lo mismo. La magia de la primera vez. La primera vez que uno va a New Orleans debe ser especial también, se debe sentir una especie de magia en el aire. Treme me ha mitificado la ciudad para siempre. Me he prometido a mí mismo que algún día iré, que recorreré el corazón del jazz, que bailaré y comeré, y beberé… mucho. Y que seré feliz, porque a pesar de todas las fatalidades, la New Orleans que dibuja David Simon en Treme es una ciudad hecha para ser feliz a pesar de estar sumida en un amarguísimo túnel histórico. Siempre he dicho que Treme es una serie dicotómica, el retrato de eso que hay entre los extremos, de la vida. Cuando decimos que es una serie contemplativa, slow tv, en realidad lo que estamos diciendo es que es una precisa aproximación al mundo de la vida, a diferencia del resto de series, aquí no importan las tramas, solo el discurrir vital de unos personajes sumidos en un mundo complicado. ¿Cuál no lo es?

Treme es también una serie circular. Al final muchas veces nuestra vida es un bucle del que no podemos escapar. Como decía Marina Such de El diario de Mr. MacGuffin, el primer capítulo de la serie se llamaba Do you know what it means..., y el último ...To miss New Orleans, formando así el título de esta estremecedora canción que cierra la serie (maravillosa la dirección de esa secuencia de la gran Agnieszka Holland, que también dirigió el piloto de la serie). Por muchas vueltas que des en la vida, al final siempre puedes anclar tu barco en ese puerto al que llamas hogar. Las raíces son importantes. Treme es una apología de la esencia (de las personas, de las cosas, de las ciudades) como fundamento de la vida. Como dice Annie en la season finale, una cosa es ceder para avanzar, otra cosa es acabar cediendo tanto que dejes de ser tú mismo. El difícil equilibrio entre cambiar para sobrevivir (o progresar) y seguir siendo la misma persona es algo que ha sobrevolado siempre esta serie, a esta galería de personajes rica y compleja como pocas.

La última frase de Simon
Me acabo de dar cuenta de que he escrito los dos párrafos anteriores escribiendo en presente, como si Treme no estuviera cerrada, como si no hubiera visto el final, como si no estuviera triste y conmovido. La negación, esa etapa del duelo. Los dos últimos capítulos de la serie también son una reflexión sobre el final de la vida. La muerte se nos muestra en el campo físico como algo natural, sin estridencias, uno simplemente deja de respirar. En cambio, la muerte en el plano sentimental es algo de una complejidad que muchas veces no tenemos en cuenta. Es difícil explicar lo que significa ver una vida desaparecer ante tus ojos, esfumarse. Es sobre todo difícil explicar como la vida sigue aunque una vida se acabe. En la season finale, Simon y Overmyer captaron muy bien esto, ese momento en el que a la negación y el duelo sigue el seguir hacia delante. Avanzar no significa olvidar, porque, repito, el puerto que llamamos hogar siempre seguirá ahí, no podemos (ni debemos) escapar de nosotros mismos, y los que ya no están son parte de nosotros mismos.


Este cierre de Treme es también el párrafo final de un manifiesto sobre el estado actual de América. En estos dos últimos capítulos están presentes todos los temas que David Simon lleva analizando toda su carrera: la corrupción (política, policial, económica), la violencia, el colapso del sistema educativo público, la especulación urbanística, la transformación de la geografía urbana, el periodismo de guerrilla… Todo está en estas dos horas. Y lo más importante es que está colocada de forma indeleble, trenzado al milímetro, escrito con una sutileza que asusta. El talento de Simon para poner el foco en la América que América no quiere enseñarnos siempre me ha dado miedo la verdad. Es un don que acojona. He decidido escribir esto sin espoilers, no es tanto un recap como un adiós, un análisis como un ejercicio de autoayuda. Pero creo que lo que importa está aquí, quizás todo salvo la desoladora hermosura de la música de New Orleans. La música de New Orleans no es como el resto de música, no como la música de Nashville que diría Annie, es una música que sangra. David Simon, vuelve pronto, la televisión te necesita, yo te necesito.

jueves, 2 de enero de 2014

Jugar con mugre sin ensuciarse las manos

AMERICAN HUSTLE


Redefiniendo el loco loco loco mundo del cabello

La nueva película de David O’Russell (peor persona viva) narra, a grandes rasgos, cómo un agente del FBI (Bradley Cooper, lo más divertido de la función) monta junto a dos timadores (Christian Bale y Amy Adams, solventes, como casi siempre) una operación policial de ilusionismo para desmantelar una red de corrupción que implica a políticos y empresarios de la mafia. Todo ello tras una larga introducción de 30 minutos trenzada en torno a las asfixiantes voces en off de los protagonistas que nos explica como estos tres personajes tan dispares acaban trabajando juntos. Hay que reconocerle, en primer lugar, a American Hustle ser una película ágil, divertida, contada con ritmo gracias a la labor del espectacular reparto y sobre todo al trabajo de dirección de O’Russell. Nunca creí que iba a decir esto pero me ha gustado mucho la puesta en escena, con esos movimientos de cámara hacia delante, como si la película fuera una constante huida, como si el devenir de los acontecimientos se abalanzara sobre los personajes.

El problema de American Hustle es que David O’Russell se estrella otra vez contra Martin Scorsese. Si la convencional dirección de The Fighter (2010) palidecía ante el vals sobre el ring de Raging Bull (1980), en esta ocasión y a pesar de que me parece su trabajo como director más inspirado, más consistente y elegante, la pulcritud, la falta de vísceras con la que se cuenta una historia a priori sórdida y turbia, cae por comparación ante Goodfellas (1990) y Casino (1995), y, aunque aún no la haya visto, seguramente (lo que es aún peor por ser del mismo año) ante The Wolf of Wall Street. En American Hustle, O’Russell entrega un Scorsese para todos los públicos, sin sexo, sin violencia, sin sangre ni muerte, sin cocaína. Estamos ante una película tímida, demasiado correcta teniendo en cuenta que sobrevuela algo tan apestoso como la corrupción y la mafia. No ayuda el empeño de O’Russell en renunciar a darle un potente empaque visual a sus películas, la fotografía de Linus Sandgren no podría ser más anodina, carecer de menos intención.

¡Quién me va a decir a mí que no puedo poner metal en un microondas!

Hay que reconocerle, eso sí, los estallidos de humor marca de la casa(todas las secuencias entre Louis C.K. y Cooper funcionan), el preciso retrato, una vez más, del chonismo histérico de extrarradio (Jennifer Lawrence, excesiva y fantástica) y la inteligencia de construir una película divertida y dinámica sin entregarse a un montaje esquizofrénico, dirigiéndola con estilo, O’Russell no es Scorsese, pero este trabajo es un salto cualitativo en su carrera. Quizás el principal problema, además de la limpieza con la que está contada y la idealización de unos personajes moralmente muy cuestionables (esto también es marca de la casa), es que American Hustle nunca estalla. Te pasas toda la película esperando a que todo y todos salten por los aires y eso nunca llega a pasar, es un coito sin orgasmo, como si en Argo (Affleck, 2012) (no sé por qué son dos películas que me resultan similares) nos dejaran sin la secuencia del aeropuerto (y antes sin la del bazar). Es un trabajo muy entretenido pero jamás llega a ser tenso, y eso en un thriller de estas características es un problema, quizás no tanto de dirección como de guion. Incluso cuando la trama se resuelve y la operación termina lo único que sientes es normalidad, el gran giro se queda a medio camino, no hay pico (en todos los sentidos), simplemente se abalanza el final, te lo has pasado bien, pero no ha sido una noche redonda.